UNA APRECIACIÓN PRIVADA Y
PERSONAL
Después de haber examinado las
ideas y el proceder de Gonzalo Vega y de haberlas comparado con las
convicciones y conducta de los primeros cristianos, que es el sentido de la fe
de la Iglesia Universal, me atrevo a preguntar: ¿Qué decir de Gonzalo Vega y
sus “cristianos”?.
Que no merecen el nombre de
cristianos.
Es mi respuesta personal.
Esta afirmación mía podrá parecer
contraria al sentir del Concilio Ecuménico Vaticano II, que en su Decreto sobre
Ecumenismo enseña que, cuantos han sido bautizados en Cristo, “con todo derecho
se honran con el nombre de cristianos”. (Unit. Red. III/a).
Explicaré mi mente: El Concilio
se refiere a los protestantes y cismáticos de buena fe que, habiendo nacido en
el protestantismo o en el cisma y educados en su ambiente, no son culpables del
pecado de separación y han quedado ignorantes de la autenticidad de la Iglesia
Católica, aunque ciertamente participan de la Gracia Santificante (8/b). A
estos los abraza la Iglesia, aunque reconoce que no gozan de perfecta comunión
con Ella.
Pero en el caso mío y de cuantos
seguimos a Gonzalo Vega, no fue por nacimiento, sino por verdadera apostasía
que gradualmente abrazamos a ciencia y conciencia cuando crecieron los ardides
de nuestro líder.
En cuanto a Gonzalo Vega y
cuantos se le adhirieron de manera personal, que son los iniciadores, sí son
culpables del “pecado de separación” y, conforme su conocimiento, contrajeron
responsabilidad ineludible ante Dios, por cuanto el mismo Concilio ha
declarado: “No podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia Católica fue
instituida por Jesucristo como necesaria desdeñaran entrar o no quisieran
permanecer en ella”. (Lumen Gentium, 14/a).
Advertencia es esta que debemos escuchar
también nosotros, pues nos ha sido dada muy a tiempo, como que ha sido
formulado desde hace siglos el precioso axioma de que “fuera de la Iglesia no
hay salvación” o como resume San Cipriano (S. III) este dicho de los primitivos
cristianos: “No puede tener a Dios por Padre, el que no tiene a la Iglesia por
Madre”.
A todos nosotros, si no oímos la
voz del Señor, nos amenaza pena de excomunión por el mismo hecho de la
apostasía. Dicta el Derecho Canónico en su Canon 1364: “El apóstata de la Fe,
el hereje o el cismático, in curren en excomunión latae sententiae” (esto es,
automática).
Que no se ilusione Gonzalo Vega
ni los promotores de esta apostasía masiva: al apartarse del verdadero
cristianismo, claro y patente en la Iglesia Católica desde los primeros siglos,
se han apartado del mismo Cristo: “El que no está conmigo está contra Mí, y el
que no recoge conmigo, desparrama” (Luc. XI -23).
El sentir de los primitivos
cristianos respecto a los heresiarcas, está reflejado en esta anécdota que nos narra
San Ireneo en su tratado contra las herejías (3, 3, 4): Refiere que, hacia el
año 140, el Obispo Policarpo se encontró frente a frente con Marción, y al ser
preguntado por éste: “¿Me conoces?”, Policarpo respondió: “Sí; reconozco en ti al
primogénito de Satanás”. San Policarpo fue discípulo directo de San Juan
Evangelista y maestro de San Ireneo. El Santo Obispo y mártir explicó su frase
a sus primeros cristianos: “El que torciere las sentencias del Señor en interés
de sus propias concupiscencias, ese tal es primogénito de Satanás” (Carta, VII –
1).
DE RODILLAS ANTE MIS HERMANOS
He pedido perdón a Dios y a la
Iglesia. Esta me ha absuelto en el Sacramento de la misericordia y me ha
levantado la excomunión por mi apostasía. Pido perdón ahora a mis hermanos que,
siguiendo mi mal ejemplo o seducidos por mis palabras, se entusiasmaron por
dejar la Casa de Padre Celestial. Si he escrito estas cosas, duras en sí pero
saludables para el alma, ha sido por el deseo de su salvación. Que retornen a
la fe de la única Iglesia; la que, al nacer, nos recibió a todos en la pila
bautismal.
¡Aún es tiempo! La mayoría de los
que siguen a Gonzalo Vega son adultos sonsacados del catolicismo. No esperen la
ancianidad, porque entonces sería casi imposible recapacitar: la contumacia en
el mal conocido lleva al endurecimiento del corazón, y éste a la impenitencia.
Los invito a
meditar estas palabras santas que me sirvieron poderosamente para mi
conversión:
“. . . a los que una vez fueron iluminados y
gustaron el don celeste, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y
gustaron la hermosa palabra de Dios y las maravillas del poder propias de la
edad venidera, y recayeron, es imposible renovarlos segunda vez convirtiéndolos
a penitencia, cuando ellos, cuanto es de su parte, crucifican de nuevo al Hijo
de Dios y le exponen a pública ignominia” (Hebr. IV – 6).
Sería imposible la conversión si
nos obstinamos en la apostasía; pero posible para Dios si escuchamos su voz y
cooperamos a su Gracia.
¡Volvamos a Cristo! Refugiémonos
en el regazo de Nuestra Madre Santísima la Virgen María, Refugio de pecadores,
y hagamos penitencia.
¡La Iglesia nos espera con los
brazos abiertos!
A los pies de todos:
REINTEGRADO