GONZALO VEGA Y SUS CÓMPLICES
PROPICIARON UNIONES
MATRIMONIALES DE JÓVENES NACIDOS
Y EDUCADOS EN EL CATOLICISMO CON
JÓVENES NACIDOS Y EDUCADOS EN EL
PROTESTANTISMO
a) Provocó uniones. Algo así como
lo hicieron los Asirios después de la primera deportación, que a los israelitas
restantes en Samaria juntaron razas extrañas y paganas, de donde nació una
generación mestiza que se llamó samaritana de sangre y herética de religión.
Comprobamos con esto el odio a lo
católico y la infernal saña con que quiso comprometer la apostasía y asegurarla
corrompiendo la fe de nuestros hijos con trascendencia a las siguientes
generaciones.
No fue un afán ecuménico, sino
sádico, pues buscó el contacto con protestantes precisamente por ser protestantes
y para absorber su herejía; ya que no fue un intercambio social, ni cultural,
ni en aspecto económico, técnico ni científico, sino una mezcla de religiones
tendiente a provocar un alejamiento perpetuo y lograr un tercer elemento: sus
proyectados “cristianos”, que con este experimento resultarían menos cristianos
aún.
Los venidos del protestantismo
nos vieron y nos siguen viendo con desconfianza por nuestro origen católico. De
parte nuestra, sentimos un ambiente extraño en sus costumbres, en su modo de
hablar mal – ajustado a las frases bíblicas, en su virtud acartonada, en la
tristeza de su rostro, en su angustia por la salvación, en su escándalo
farisaico por nimiedades y en no percibir los pecados internos. . .
Lo que hizo Gonzalo Vega con esta
mezcla se opone a la prohibición expresa por el Apóstol San Juan: “Todo el que
va más allá y no se mantiene en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios. . . Si
alguien viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le
digáis: “¡Salud!”; el que le dice “¡Salud!” entra en comunicación con sus malas
obras (II Jn. 10-11). San Pablo recomendaría a Tito rehuir “al hombre que
introduce divisiones” (Tit.III – 10)
En nuestro caso, no solamente se
saludó y comunicó con los herejes por ser herejes, sino que se comunicó para
siempre con su herejía, formando con ellos nuevos hogares, precisamente para
confirmar la división.
Los primitivos y auténticos
cristianos se apartaban de los falsos cristianos. San Ignacio Mártir, Obispo de
Antioquía enseñaba a los primeros cristianos de Filadelfia: “Apartaos de las
malas hierbas que no cultiva Jesucristo, pues no son los herejes plantación del
Padre”. (III – 1-3).
El mismo Santo Mártir suplicaba a
los cristianos de Trales: “Os ruego encarecidamente, pero no tanto yo como la
caridad misma de Jesucristo os ruega, que sólo uséis alimentos cristianos y que
os abstengáis de toda planta extraña: me refiero a las herejías”.
¿Y qué hacer si alguno, como
Gonzalo Vega y sus compadres protestantes, habla siempre elogiosamente de
Nuestro Señor Jesucristo? Leamos lo que inmediatamente escribe el Santo Mártir:
“Para conseguir la confianza, los herejes mezclan a Jesucristo con sus errores.
Obran de la misma forma que aquellos que vierten un veneno mortal en una sola
copa llena con vino y miel. El que lo bebe sin saberlo, bebe con gusto su
propia muerte”. (I – 1).
Lo único que nos garantiza la
verdadera doctrina, es la Sucesión Apostólica: en los auténticos sucesores de
los Apóstoles, que son el Papa y los Obispos se encuentra la verdad. A Gonzalo
Vega no le fueron impuestas las manos del Obispo ni se le envió a predicar con
misión apostólica: no está en él la verdad aunque nos hable de Jesucristo,
porque predica a un Cristo separado de la Iglesia, que es, según el
Apocalipsis, la Esposa del Cordero, de Jesucristo, que “amó a la Iglesia y se
entregó a Sí mismo por ella para santificarla, purificándola con el baño del
agua por la palabra, a fin de hacer parecer ante Sí gloriosa a la Iglesia, sin
que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada”.
(Ef. V – 25-27; Apoc. XXI – 9).
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