Partiendo de estas bases, consideramos a Dios que, al
contemplarse a Sí mismo con el acto absolutamente inmaterial de su
Entendimiento, abstrae su propia Esencia; y esta abstracción es tan perfecta,
que es subsistente, esto es, identificada con la Divina Esencia. Al llamarle
San Juan "Logos", "Idea", sabemos que procede por vía de
Entendimiento, y al llamarle "Dios", conocemos la expresada
subsistencia. (Cf. Jn. I-1).
De todo esto sabemos que el Ser que a Sí mismo se contempla
en su propia Esencia, establece una relación con la Idea contemplada; y según
los Nombres revelados: Padre e Hijo, esa relación es la de Paternidad con su correlativa
e indispensable Filiación.
Siendo esto así, se ha realizado desde la eternidad una
generación verdadera, inmaterial, perfectísima, ya que la Perfección que se contempla
es la Vida, y el contemplarse es acto vital; y la Perfección abstraída es la
Vida en su eterna plenitud, pues es acto purísimo sin el tránsito de la
potencia. Es, realmente, una generación pues engendrar es producir un viviente de
otro viviente en comunicación de la propia naturaleza, y Cristo ha revelado:
"... el padre es viviente Y Yo vivo por el Padre..." (Jn VI-58) Y en
otro lugar: "la vida se ha manifestado y la hemos visto y damos testimonio,
y os anunciamos la vida eterna, la que estaba cabe el Padre y se manifestó a
nosotros... "(I Jn. 1-2).
Y en cuanto a la
voluntad de Padre e Hijo, tiende al objeto adecuado, que es la Bondad infinita
del Padre y la infinita Bondad del Hijo: Ambos tienden hacia Sí recíprocamente
con acto de voluntad conjunto, tan perfecto, que el Amor espirado que de Padre
e Hijo procede, es subsistente, esto es, identificado con la Esencia Divina, y
se establece entre este Amor subsistente con el Padre y el Hijo, la relación de
espiración, activa en Estos, pasiva en Aquel. Por proceder del Infinito Impulso
o deseo, anhelo o movimiento hacia el bien, todo lo cual se cifra en la palabra
"espiración". Por esto se llama Espíritu, y se llama
"Santo" porque es esencialmente divino.
La Unidad de Dios no se ha destruido, porque El que engendra
y El Engendrado, y Estos que espiran y el Espirado, tienen la misma substancia
o Esencia que es la Divinidad en Sí.
Y de aquí surgen las fórmulas teológicas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo son Consubstanciales entre Sí; es decir, tienen la misma y única
Substancia Divina; coesenciales, porque tienen la misma y única Esencia Divina,
no compartida, sino total y plena para Cada una de las Tres, ya que en Dios, el
Ser; el Entender y el Amar, se identifican con la misma Esencia. (Cf. Sto. Tomás).
En esto estriba el que, siendo Distintas las Personas entre
Sí, por sus relaciones reales de Paternidad, Filiación y Espiración, y Dios
cada Una de Ellas, no sean tres Dioses, sino un solo Dios: porque tienen el
mismo Ser y Naturaleza Divina. Y en esto consiste la gran diferencia con la
persona humana o la angélica: en que en la humanidad o en el orden angélico,
cada persona tiene su propia y distinta substancia, muchas substancias para muchas
personas. En Dios no es así: en Dios, una sola Substancia Divina para, de y en
Tres Personas distintas.