4.-SUS DOS ULTIMOS RECURSOS DESESPERADOS
A.- Amafiados los
“Testigos” con todos aquellos que conspiran “contra Yahvéh y contra su Ungido”
(Ps. II-2), tocan ahora la Patrología y se remontan a los principios para
asegurar gratuitamente que “… nadie en el primer siglo siquiera pensó que El
fuera Dios Hijo”. (P. 16/ c. 2/ párr. b.)
a) En
respuesta, deben saber que, a principios del S. II, año 107, fue martirizado a
sus setenta años de edad San Ignacio, Obispo de Antioquiá. Ya antes, en su
camino al martirio, se ha dirigido por escrito a sus contemporáneos, y en sus
siete cartas plasma el pensamiento católico universalmente sostenido y que él
viene profesando desde su bautismo en la segunda mitad del S. I, en vida de los
Apóstoles. Sobre la divinidad
de Jesucristo escribe con claro pensamiento a los cristianos de Efeso (18-12)
con la familiaridad de quien habla el mismo idioma teológico, que “Dios nació
de María”; a los cristianos de Roma (6-13) les recuerda, “la Pasión de Dios”, y
exhorta a los de Efeso por “la Sangre de Dios” (1-1).
Estas
expresiones de San Ignacio, traídas de la Iglesia del S. I, no se apartan un
ápice del pensamiento apostólico, pues San Pablo – que indudablemente es del S.
I, - exhorta a los Presbíteros de Efeso “puestos por el Espíritu Santo para
pastorear la Iglesia de Dios, que El hizo suya con su propia Sangre” (Act.
XX-28; Cf. Gál. IV-4).
Nos place
recordar que San Ignacio fue discípulo directo de los Santos Apóstoles Juan y
Pablo, y que el luterano Adolf Von Harnack aplicó en todo su rigor la crítica
histórica a la personalidad y cartas de San Ignacio, y tuvo que concluir que
son auténticas.
b) En el
Martyrium de San Policarpo, (muerto entre los años 153 y 155 a sus ochenta y
seis años de edad, bautizado desde su más tierna infancia - ¡vivió casi todo el
primer siglo de la Iglesia! – discípulo directo de San Juan Evangelista y que tuvo
trato ocasional con otros Apóstoles), leemos que los paganos y los judíos
residentes en Esmirna querían impedir que los cristianos recogieran los restos
del Mártir, “no sea que esa gente cristiana abandone a su Crucificado y empiece
a rendir culto a éste”. Luego los judíos y hasta los paganos sabían con certeza
que los primitivos cristianos rendían culto a Jesucristo. Este culto es de
latría, pues el cronista comenta: “Mas ignoraban … que nosotros, ni podremos
jamás abandonar a Cristo, ni hemos de rendir culto a ningún otro fuera de El.
Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les
tributamos, con toda justicia, el homenaje de nuestro afecto” (Mrtyrium, XVII).
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