La Multiplicación de los Panes
Continuación del Santo Evangelio
según San Marcos, (VIII-1-9).
En aquel tiempo, habiéndose
juntado otra vez un gran concurso de gentes alrededor de Jesús, y no teniendo
qué comer, convocados sus discípulos, les dijo: Me da compasión esta multitud, porque
hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y si los envío a
sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino, pues algunos de ellos han
venido de lejos. Respondiéronle sus discípulos: ¿y cómo podrá nadie en esta
soledad procurarles pan en abundancia? Él les preguntó: ¿cuántos panes tenéis? Respondieron:
siete. Entonces mandó Jesús a la gente que se sentara en tierra. Y tomando los siete
panes, dando gracias los partió, y dábaselos a sus discípulos para que los
distribuyesen entre la gente; y se los repartieron. Tenían además algunos
pececillos: bendíjolos también y mandó distribuírselos, y comieron hasta
saciarse, y de las sobras recogieron siete espuertas, siendo al pie de cuatro
mil los que habían comido. En seguida Jesús los despidió.
COMENTARIO:
Una doble lección se desprende de
esté párrafo del Santo Evangelio:
la.-Cómo hemos
de buscar a Dios.
2a.-Que Dios no
se deja vencer en generosidad
1º.-Nuestra búsqueda de Dios ha de ser semejante a la
búsqueda que de Él hacían pueblos enteros cuando pasó por este mundo, pues lo
buscaban con ansia y, una vez hallado, no le dejaban aunque hubiesen de padecer
frío y calor, hambre y sed, soledad y desnudez.
En efecto: ¿cuál había sido el
cuidado que para sí mismas tuvieron esas gentes cuando anduvieron tras de
Jesús? No se preocuparon de sus negocios temporales sino que, embebidos en el
supremo negocio de su salvación, siguieron a Jesús con gran fidelidad.
¡Cuán pocos son ahora los que
tienen tal corazón! Los primeros siglos del cristianismo vieron rasgos
heroicos, al grado de perder la misma vida entre tormentos por no abandonar a
Cristo. Hoy la comodidad de nuestras casas, el confort afeminado de las
ciudades, la vida sibarita de los placeres, no sólo impiden al alma volar hacia
Cristo, sino que le embotan sus ansias de Dios y la sumen en una fatal
somnolencia que la inutiliza para todo lo espiritual.
Hagamos como esas buenas gentes:
saltemos sobre todo lo que pueda impedimos el acceso a Jesucristo, busquémosle
con ansia y, una vez hallado, no le dejemos aunque por ello tengamos que
padecer toda miseria temporal y hasta la misma muerte.
2o.-La espontánea y desinteresada actitud de las turbas
halla eco en el corazón de Cristo: ¡Qué conmovedor es escuchar sus palabras!: "Me
da compasión esta gente, pues hace tres días que me sigue y no tiene qué, comer.
Si los despidiera en ayunas desfallecerán por el camino".
Notemos la previsión del Señor.
Después de haber alimentado los espíritus con el pan de la divina palabra, va
ahora a alimentar los cuerpos con el pan material. Sabe que el hombre es un
compuesto de alma y cuerpo; sería un extremo vicioso descuidar el alma por
cultivar el cuerpo, así como también desprenderse del cuidado del cuerpo por
satisfacer una mal entendida piedad.
Cierto es que el alma tiene
supremacía sobre el cuerpo y que, tratándose de la salvación y la gloria
divina, es necesario anteponer lo espiritual a lo temporal; pero, aun siguiendo
en nuestra vida esta orientación o subordinación de valores, es lícita una
prudente diligencia por lo temporal, con tal que ocupe el segundo lugar, según
la recomendación del Divino Maestro; "Buscad primero el Reino de Dios y su
Justicia" el segundo lugar lo tendrán las cosas temporales: "y todo lo
demás os será dado por añadidura". (Math. VI-33).
Así que el mismo Cristo se digna
proveer en esta ocasión visiblemente, tal como su Providencia había provisto
antes y no deja de proveernos invisiblemente hasta nuestros días; entonces con
el portentoso milagro de la multiplicación de los panes, y ahora y siempre con
la ordenación de las circunstancias que, agitadas por Nuestra diligencia,
forjan nuestro pan de cada día.
¿Quién no se encanta si
profundiza estas verdades?
Pasemos del arrobamiento a la
práctica: busquemos a Dios hasta encontrarlo y, una vez hallado, no lo dejemos
aunque tengamos que padecer el dolor, la miseria y la misma muerte, sabiendo
por anticipado que, si depositamos nuestros cuidados en Su Providencia, Él no
se dejará vencer en generosidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario