9º.- En el último
día de la vida terrena de Cristo, el Sumo Sacerdote, en sesión plenaria y
solemnísima con la flor y nata de la clase sacerdotal y docente de toda la
Nación, oficialmente le conjura en el Nombre de Dios que defina su mente y
posición. Jesús, sabiendo que la declaración de su Mesianidad y de su Divinidad
le costará la vida, no puede negar la verdad, pues es requerido solemnemente en
el Nombre de su Padre, por el Sumo Pontífice, que tiene autoridad divina, y
responde positivamente afirmando que SI es el Mesías y SI es el Hijo de Dios:
"Y el Sumo Sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Dícele Jesús: Tú lo dijiste". (Mth.
XXVI-63-64).
La afirmación consignada por San Mateo: "Tú lo dijiste", ó
"Tú lo has dicho"; es igual por equivalencia a la que consigna San
Marcos: "Ego sum": "Yo soy" (Mc. XIV -62) Pudo haber
respondido: "Tú lo has dicho: Yo soy".
¡"Ego sum"!: valiente afirmación que resume toda la historia y la
misma eternidad del Verbo Encarnado: yo soy el Hijo Eterno del Eterno Padre,
Encarnado por obra del Espíritu Santo para cumplir la misión Redentora de Mesías,
y como he de juzgar a la humanidad y juzgaros a vosotros mismos, que con todo
ojo me veréis y plañiréis con todas las tribus de la tierra (Cf. Apoc. I-7),
"os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo" (Mth. XXVI-64; Cf.
Hébr. II-9).
Y aunque el Sumo Sacerdote rasga sus vestiduras y el Sanedrín en pleno
grita vociferante: "Reo es de muerte", Jesús no retracta su palabra:
había llegado el momento de proclamar por Sí mismo su Divinidad; el mundo
entero se estremecería al resonar por el orbe y a través de todas las edades el
poderoso "EGOSUM" del Hombre-Dios.
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