3.- ALGUNOS PARRAFOS DEL ESCRITO
A.- Bajo estas distinciones podemos responder la capciosa pregunta de los "sutiles"
dirigentes de Broocklyn: "¿Pudiera tentarse a Dios?" (P. 14/ c. 2/ párr.
e).
Jamás hemos visto los católicos que el haber permitido Jesús que Satanás se atreviera contra El, fuera indicio de no ser Dios.
Antes al contrario, nos sorprende que el demonio se haya atrevido contra el Verbo
Encarnado y confirmamos con eso que "se hizo semejante a los hombres"
(Filip. II-7), regocijándonos de que hubiera
sido "probado en todo a semejanza nuestra, excluido el pecado" (Hebr.
IV-15), y que por esta razón nuestro Pontífice sea capaz de compadecerse de
nuestras flaquezas. (I b.)
Las tentaciones gradualmente crecientes hasta la proposición de apostasía, no
prueban que Cristo careciera de divinidad. Lo que prueban es el acecho de la
serpiente para morder el talón, la humanidad del Redentor (Cf. Gén. III-15), prueban
la ofuscación con que el odio y la soberbia de Satanás nublaron su entendimiento.
Creyó que podía vencer la Humanidad de Cristo tratándolo como un hombre
cualquiera, pero tuvo que probar que no es contra un simple hombre, sino contra
el Verbo Encarnado con quien tenía que habérselas: Cristo, por su intrínseca
condición de la Unión Hipostática, es absolutamente impecable. (Cf. Jn. VIII -
46; I Petr. II -22). Ojalá aprendieran los Testigos de Jehová, que parecen
continuar el oficio del Tentador, y se rindieran ante la evidente divinidad de Cristo.
B.- Fieles a este denigrante oficio del Tentador, los Testigos de Jehová
están dispuestos a tentarlo todo, hasta los mismos planes de Dios. Ahora
quieren reformar el plan de la Redención con tal de destronar a Cristo (p. 15/
c. 1/ párr. D...) y preguntan: "¿Cuánto había que pagar como
rescate?".
Comienzan por sostener con sus propias manos una balanza para comprobar la
dignidad de Adán y el peso de su pecado, con la dignidad de Jesucristo y el peso
de sus méritos. Concluyen que son iguales, y es tal su tacañería que no dan más
ni por uno ni por Otro. Llaman a Adán el hombre perfecto y haciendo paralelismo
con Jesús, hombre perfecto, declaran un justísimo empate.
Siempre atrincherados en la Escritura, justifican su actitud con las palabras
de San Pablo, que a la figura de Adán pecador contrapone la de Cristo Redentor (Cf.
Rom. V-12-19). Ellos no quieren un Dios Redentor; según sus cuentas, pesas y
medidas, les basta un simple hombre: "la vida humana perfecta de Jesús era
el ‘rescate correspondiente’ exigido por la justicia divina… ni más ni menos. Un
principio fundamental hasta de la justicia humana es que el precio que se paga
debe corresponder con el mal que se haya cometido" (p.15/c.1/ parr.e.).Con
estas palabras de los Testigos comprobamos que Satanás los utiliza para
vengarse de Quien le quebrantó la cabeza, al menos minimizándole.
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