Ni el Padre ni el Hijo ni el Espíritu Santo han abandonado ni
dividido la Esencia Divina. Cada una de las Tres Divinas Personas, aunque
distintas, es Dios, pero Una sola en Esencia, por lo que no son tres dioses,
sino Un solo Dios. Tampoco hay anterioridad ni posterioridad en Ellas, pues las
Tres Divinas Personas no han procedido en el tiempo sino en la eternidad, y aunque
nuestro entendimiento humano haya de dividir las Procesiones o procedencias y
emplear tiempo en considerarlas y relatarlas, en Dios todo se opera en la eternidad,
desde la eternidad y para la eternidad, sin tránsito ni sucesión: aunque cause
vértigo imaginario, la Esencia Divina no puede existir sin ser Padre, Hijo y Espíritu
Santo.
En vista de esto, no podemos decir que la Primera Persona puede
ser sin la Segunda, ni Ésta sin Aquélla, ni Ambas sin la Tercera. Porque el
Origen sin origen, de tal modo es pleno, que necesariamente engendra a la Segunda
Persona; y de tal modo hay acuerdo y armonía entre Ambas, que no podría no
originarse la Tercera Persona, como lazo de amor y termino de Unidad. Cual si dos
rectas que, partiendo del mismo punto hicieran ángulo y hubieran de juntarse en
sus extremos sin perder su punto de partida ni el ángulo que han formado, no podrían
ser dos ni unirse sin una tercera línea que formara triángulo.
En el orden de lo creado existe nuestra alma como reflejo de
la Trinidad. No podría ser sin el entendimiento, y a esta conciencia de ser y
de pensar consigue el querer de nuestra voluntad. Sólo así está completa
consigo misma la razón de ser del alma personal.
En las cosas materiales tenemos otra figura de esta Igualdad
y simultaneidad de procedencia: el fuego. No puede haber llama sin resplandor y
sin calor. Llama y resplandor y calor son un solo e inseparable elemento. No
puede, decirse que hay resplandor sin que se sobreentienda que hay llama, ni
que hay calor sin la idea de la llama y el resplandor. Repugnaría a la mente el
concebir una llama obscura y fría.
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