Así el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en Quienes
contemplamos igualdad y perfección; pues en Ellos, tanta perfección es el
engendrar como el ser engendrado, y el espirar como el ser espirado; el entender
como el ser entendido, el amar como el ser amado.
Porque el entenderse, engendrar y ser Padre; el ser entendido,
engendrado y ser Hijo; el amar y espirar activamente y ser amado y pasivamente
espirado o Espíritu, no es en Dios una realidad que pasó de la potencia al
acto, sino un acto purísimo eternamente presente: el "Ser" y el
"Hoy" de Dios.
Más aún: aunque cada Divina Persona es distinta Y se
distingue por su Procedencia y modo de procedencia, de que resultan relaciones
opuestas, todas Tres son la misma Esencia Divina: cada Una está en la Otra causándose
gozo purísimo imposible de describir con idioma 'humano; causándose recíprocamente
éxtasis eterno: éxtasis y gozo inmanente, pues en Dios tienen razón, a Dios se
dirigen y en Dios se realizan sin que de su divinidad hayan de salir para
lograr su plenitud infinita y eterna.
Con esto hemos aludido a lo que los teólogos llaman
"circuminsesión"; pues las Tres Divinas Personas se envuelven y
penetran mutuamente desde siempre y por siempre: como el inmenso océano que, en
su serena majestad, encierra corrientes envolventes en su seno y encrestamientos
agitados en la superficie, y no puede concebirse estático.
Aclaremos que llamamos "Persona" al que engendra,
al Engendrado y al Espirado, por ser lo más excelente que concebirse pueda: lo
aplicamos al ser subsistente intelectual. En el orden creado, lo referimos al Ángel
y al hombre, porque son seres que subsisten en la naturaleza racional. Dios
posee de Sí y en Sí esta perfección en grado infinito. Pero aplicada a Dios,
este concepto "Persona" no designa la esencia divina sino indirectamente.
De modo directo distingue las relaciones intratrinitarias en cuanto
subsistentes y opuestas entre sí: la relación subsistente de Paternidad es la
Persona del Padre; la de Filiación es la Persona del Hijo, y la de Espiración
pasiva es la Persona del Espíritu Santo.
Y hay algo en la Trinidad Beatísima que mira a mi persona y
me liga esencialmente a Ella desde el principio: su acción "ad
extra": su operar al exterior de su inmanencia, cual es la Creación. (Gén.
I - 1) Y a la Creación consiguen las Misiones divinas: la que mira a mi
salvación, por la que el Padre envía visiblemente Su Hijo al mundo (Jn.
III-16), y la que mira a mi santificación, para cuya realización, Padre e Hijo
envían de modo visible e invisible al Espíritu Santo (Act. I-8; II-3-4) De aquí se sigue la
Inhabitación, por la que la Santísima Trinidad ejerce una presencia
especialmente privilegiada en el alma justa, presencia que Jesucristo designa
como "morada" (Jn.
XIV-23).
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