B.- Las
dos Voluntades en Cristo
Respecto a la
Voluntad, que integra esencialmente a la naturaleza racional, hemos de afirmar
que, sentada la existencia en Cristo de dos Naturalezas perfectas y distintas,
tiene, en consecuencia, dos Voluntades: la Divina en cuanto Dios y a la Humana en cuanto Hombre.
Cristo mismo nos
lo enseña con sus palabras y actitudes: “Yo no busca mi Voluntad, sino la Voluntad
del que me envió” (Jn. V – 30). Y si por una parte declara tener una voluntad
propia en cuanto Hombre, por otra se deduce que la Voluntad del que me envió,
del Padre, es también Suya en cuanto Dios; puesto que, siendo la voluntad del
Padre un tributo de la Divinidad, común a las Tres Divinas personas, es propia
del Verbo en la intimidad intratrinitaria y en su Misión de Encarnado. Luego lo
es de Jesucristo.
Hay otro texto
sobremanera misterioso y claro a la vez, en que Cristo, en el momento supremo
de la Redención, subordina su voluntad a la del padre: “Padre, si quieres,
aparta de Mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. XXII
– 42).
Dentro del
misterio de la Voluntad Divina que es de la Naturaleza del Verbo, resplandece
aquí su distinción con respecto a la humana, que corresponde a la naturaleza
Humana asumida por el Verbo; y en esta distinción, una libre sujeción dado el
libre albedrío de que goza esta Voluntad Humana./ (dado a la Voluntad Divina
del Padre).
Esta libertad
propia de la voluntad humana no entra en pugna con la Voluntad Divina. Sólo
manifiesta lo arduo de la crucifixión que le espera, y que el apetito sensitivo
de esta perfecta Voluntad Humana siente mortal repugnancia al tormento físico.
Subordinado el apetito sensitivo a la Voluntad racional humana, acepta
libremente la voluntad Divina del padre, que es, - dijimos arriba – la misma
Divina Voluntad del Verbo Eterno y Encarnado.
Todo esto se
esclarece al oírle decir: “Nadie me la quita (la vida); soy Yo quien la doy de
Mí mismo” (Jn. X- 18). Y al fin concluye el Apóstol esta libérrima disposición
que abarca Ambas voluntades: “Cristo nos amó y se entregó por nosotros en
oblación y Sacrificio a Dios en olor de suavidad” (Ef. V – 2).
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