7.- CADA NATURALEZA OPERA SIN
CONFUSIÓN Y EN ARMONÍA EN LA ÚNICA PERSONA DEL VERBO
Todas las operaciones de Cristo es necesario atribuirlas a la Persona
Divina del Verbo: pues Una u Otra Naturalezas, aisladas del supuesto que en
última instancia es el motor responsable de su operación, no pueden ser sujetos
de atribución.
Estas operaciones proceden inmediatamente de la naturaleza Divina si son
operaciones divinas, de la Naturaleza Humana, si son operaciones humanas; de la
Naturaleza Divina como causa principal y de la Naturaleza Humana como causa
instrumental, si Ambas Naturalezas concurren en una acción que supera la
Naturaleza Humana, pero se realiza a través de ésta. V. gr., en el milagro de
la resurrección del hijo de la viuda de Naim, el imperativo: “Te lo digo”,
denota a una Persona que con propio poder va a realizar el milagro: esta no
puede ser otra que la persona Divina actuando con su Naturaleza Divina. Después
que “sintió que se le estremecía el corazón” y que físicamente se acercó al
féretro, actuó por su Naturaleza Humana, y todo esto en una admirable armonía y
unidad personal. Con razón las turbas “glorificaban a Dios, diciendo: Un gran
profeta se ha levantado entre nosotros y Dios ha visitado a su pueblo”, lo cual
entraña toda la profundidad teológica que estamos exponiendo. (Cf. Luc. VII –
11 – 16).
A estas operaciones procedentes de Ambas Naturalezas, dentro de su propia
distinción, se les llama “operaciones teándricas” o “divinohumanas”. Y cuando
las propiedades que corresponden a cada una de las Naturalezas se atribuyen sin
distinción a la Única Persona del Verbo, se reconoce la “comunicación de
idiomas”; término teológico que significa “comunicación de propiedades,
atributos y operaciones. Nunca, empero, han de trasladarse de una Naturaleza a
otra.
En último análisis, lo que corresponde a la Persona Divina del Verbo,
corresponde, por unidad de Esencia, a toda la Santísima Trinidad.
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