Tal es el caso del máximo milagro: la Resurrección de Cristo, en que se nos
presenta el siguiente planteamiento, que a pesar de su diversificación
encuentra conciliación en el concepto “teándrico”,
en la “comunicación de idiomas” y en la “unidad de Esencia Divina”:
a a ) Cristo
se atribuye su propia Resurrección: “Por esto me ama mi Padre, porque Yo doy mi
vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo por mismo la doy.
Poder tengo para darla y poder para tomarla otra vez: Esta orden recibí de mi
Padre”. (Jn. X-18).
b b ) Los Apóstoles atribuyen al Padre la
Resurrección. Para hacerla más accesible y aceptable a los judíos,
acostumbrados a un Monoteísmo hermético, les descubren el aspecto divino:”… al
cual (Jesús) Dios le resucitó” (Act. II-24).”… a quien Dios resucitó de entre
los muertos” (Act. III-15; IV-10). Y también la atribuyen al Espíritu Santo. “Y
si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en
vosotros, el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos vivificará también
vuestros cuerpos mortales por obra de su Espíritu que habita en vosotros”.
(Rom. VII-11).
Dentro de la gran incógnita – porque tal pareciera que Cuerpo y Alma de
Cristo estuvieran pasivos - y dentro de
la enorme dificultad que surge al tratar de penetrar la mentalidad semítica de
los Autores humanos de la Biblia, podemos acogernos a la solución de Santo
Tomás de Aquino, que enseña que la Resurrección de Cristo fue obra conjunta de
las Tres Divinas Personas, puesta la Voluntad Humana de Cristo a disposición
anticipada de la Voluntad Divina. Y explican los teólogos que, tanto el Cuerpo
de Cristo, separado del Alma pero unida hipostáticamente al Verbo, como el Alma
de Cristo, separada del Cuerpo, pero unida hipostáticamente al Verbo, por el
poder y el imperio de Verbo – que es el mismo de la Esencia Divina – y en
unidad con el Padre y el Espíritu Santo, volvieron a unirse, informando el Alma
ese Cuerpo Divino por propia voluntad divina en operación conjunta con la
Santísima Trinidad.
¡Es como si por la Redención, fuera en Cristo recreado el hombre y
repitiera la Trinidad Beatísima sus solemnes palabras: Rehagamos al hombre a
imagen y semejanza nuestra!
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