Para tener la certeza y convicción profunda de la existencia
de Dios creador, necesito una fe de orden superior. Y es Dios mismo quien me la
infunde y quien me revela lo que debo creer. La fe que Dios me infunde me convence
de que Él es infinitamente sabio y veraz, que no puede engañarse ni engañarme,
y por esta razón suprema acepto cuanto Él me ha revelado.
Esta fe es sobrenatural, porque me viene de un orden sobre mi
propia naturaleza, que es el mismo Dios, y versa sobre objetivos
sobrenaturales, que son: el mismo Dos en su existencia, su Ser, sus atributos y
su voluntad.
Esta fe sobrenatural me la da Dios. Para recibir esta fe y sin
quitarme la libertad, Dios me impulsa con una gracia actual en el momento de
serme propuesto por la Iglesia el Mensaje Evangélico y el Bautismo; y por mi correspondencia
a esa gracia y haber dado libremente el paso hacia el Bautismo, me hace ser
bautizado; y en el Bautismo, junto con la Gracia Santificante, me infunde la fe
sobrenatural. Con ésta puedo aceptar las verdades que la Iglesia me propone
como reveladas por Dios apoyado en la garantía de la Iglesia y en la autoridad
de Dios, que no puede engañarse ni engañarme.
Ahora bien: para ser bautizado, tengo que aceptar una verdad
básica, impuesta como imprescindible por el mismo Cristo: el Misterio de la Santísima
Trinidad ..
Lo impuso cuando mandó a sus: Apóstoles: "Id, pues, y
adoctrinad a todas las gentes, bautizándoles, en el nombre del Padre y del Hijo
y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas cuantas cosas os ordené".
(Mth. XXVIlI-19-20). Y a tal grado es indispensable prestar fe a este misterio,
que el mismo Cristo hace depender de ella la salvación eterna: "EI que
creyere y, fuere bautizado, se salvará; pero el que no creyere, será condenado".
(Mc. XVI -16).
Que Cristo existió, es una verdad histórica, suficientemente
probada. Que es Dios, lo demostró El mismo con sus hechos y palabras. Por
tanto, debo darle fe y aceptar la revelación que hizo sobre el Misterio de la
Santísima Trinidad: revelación depositada en la Iglesia, que la garantiza como
auténtica. Para esto fui favorecido con la fe sobrenatural: para aceptar,
dentro de la Iglesia, las verdades sobrenaturales en reconocimiento al mismo
Dios.
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