Tenemos así tres puntos de referencia: la razón elevada
por la Gracia, la Revelación y la garantía del Magisterio de la Iglesia. En
todo lo cual se aplica nuestro entendimiento, se ejercita nuestra voluntad y, quedando
en perfecta libertad, adquirimos la certeza de la fe, con el mérito de haber
aceptado el testimonio veraz del Magisterio.
Porque en la revelación de los grandes Dogmas, no
procede el Señor como con las gracias actuales. En éstas se dirige directamente
a cada hombre para alumbrarle la senda del bien y fortalecerle en el camino; pero
en la revelación de los Dogmas conduce a los hombres a las fuentes y les da a beber. Estas fuentes son:
la Revelación, general para toda la humanidad, y la Iglesia, en la cual ha
depositado la Revelación y a quien ha constituido "columna y fundamento de
la verdad" (I Tim. III - 15) para garantía y apoyo inmediato en nuestro
peregrinar hacia Dios.
Por la Revelación, Dios nos ha comunicado:
a) Su propia existencia: "Yo soy el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Ex. III- 6);
b) Su íntima y profunda razón de ser: "Yo soy el que
soy" (Ex. III-14);
c) Su relación paternal para con sus creaturas: "He
contemplado la aflicción de mi pueblo... he oído su clamor" (Ex. III-7);
d) Su plan salvífico: "(Dios... quiere que todos los hombres
sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad" (I Tim. II-4);
e) La elevación del hombre al orden sobrenatural: "... dioles
potestad de ser Hijos-de Dios" (Jn. I-12);
f) La glorificación del hombre: "Venid vosotros los
benditos de mi Padre, entrad en posesión del Reino que os está preparado desde
la creación del mundo"(Mth. XXV-34).
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