b) El Bautismo dado por infusión, que rechaza Gonzalo, sí es
válido y lo practicaron los Apóstoles y los primeros cristianos. Los Apóstoles,
porque en el primer sermón de San Pedro pidieron el bautismo 3000 convertidos,
y luego 5000. ¿Cómo explica Gonzalo que, no habiendo río en medio de Jerusalén
para bautizar por inmersión a tanta gente pudieran ser bautizados? Sólo por
infusión.
Es cierto que
Cristo recibió en el Jordán el bautismo por inmersión, pero le falta a Gonzalo
aclarar que el bautismo de Juan no era el Sacramento que después de su
Resurrección instituiría Nuestro Señor, el mismo Bautista hace la distinción: “Yo
os bauticé con agua, mas Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mc. I – 18).
Y cuando Cristo
manda a sus Apóstoles a bautizar (Mth. XXVIII – 19), los manda a todas las
naciones y a todos los pueblos. También al desierto del Sahara, a la Arabia Pétrea,
a los pueblos resecos de Palestina, lugares donde no había ni habrá agua en
abundancia. Y también a las regiones árticas, en las cuales, aunque abundan en
agua, es imposible descubrir y menos bañar al bautizado por causa de las
temperaturas bajo cero. Luego habrían de acomodarse a las circunstancias
bañando todo el cuerpo o la parte principal, cual es la cabeza informada por el
alma, donde residen todos los sentidos y por la que opera el alma en sus tres
potencias y por donde la persona humana manifiesta su identidad.
Los primeros
cristianos dan una norma general que abarca todas esas distinciones: “Bautizad
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva. Si no tienes
agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con
caliente. Sino tuvieres una ni otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Didajé – VII – 1 – 3).
Y así se bautizó
en los húmedos y obscuros túneles de las catacumbas, en las prisiones donde
eran recluidos los simpatizantes de cristianismo, en las crujías donde estaban
reservados para las fieras los que ya creían en Cristo. . .
La inmersión se
practicaría donde y cuando hubiera oportunidad de paz y espacio; sería
solemnizado el Bautismo cuando la Iglesia se asentara a la luz del día después
de la paz constantiniana. Y jamás se oyó decir que tendrían que rebautizarse
los que hubieran recibido el Bautismo por infusión o lo hubieran recibido con
menor solemnidad.
c) Todos profesamos en el Credo este dogma
que nos viene transmitido desde los Apóstoles y los primeros cristianos: “Confieso
que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados”. Porque una vez
recibido es definitivo y no se puede repetir por haber sido ya perdonados el
pecado original y otros si los hay, porque imprime carácter y porque siempre
será verdad nuestra pertenencia Cristo, sellada con el sello de la Santísima
Trinidad.
El Carácter bautismal es una
señal espiritual indeleble: es el sello de Dios, y lo dice la Escritura: “Dios nos
marcó con su sello” (II Cor. I – 22).
Lo recibimos al
ser bautizados, porque al ser regenerados o reengendrados al orden sobrenatural
por la Gracia Santificante y al hacernos por ésta “partícipes de la Divina
Naturaleza”, (II Petr. I – 4), inhabitó en nuestra alma la Santísima Trinidad
en cuyo nombre y poder fuimos bautizados (I Jn. IV – 16), y porque
fuimos incorporados a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, participando de su
sacerdocio que no termina, siendo Él fiel, aunque el hombre se porte infiel, “porque
no puede negarse a SÍ Mismo”
(II Tim. II – 13).
Luego fue un sacrilegio el haber
despreciado el sello de Dios cuando nos rebautizamos. Y entre tanto, Gonzalo
Vega avanzaba un paso más y nos creaba una personalidad ficticia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario