GONZALO VEGA Y SUS SECUACES
RECHAZARON LA
COFENSIÓN SACRAMENTAL
No sé qué irán a responder al Juez
Divino en la hora de su muerte: el rechazar el Sacramento de la Confesión está
en contra del mismo Jesucristo que la instituyó.
Vino Cristo a la tierra para que
fuéramos perdonados por el Padre: pero también para perdonar Él mismo, y lo
demostró varias veces; v. gr.: Luc. V-23, Mth. IX – 5-8. . .
En este último pasaje leemos que,
ante los murmuradores escribas fariseos que pensaban: “¿Quién puede perdonar
los Pecados sino sólo Dios?, el Señor demostró su divinidad lanzándoles este
reto: “¿Qué es más fácil decir: perdonados te son tus pecados o levántate y
anda? Pues para que entendáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra
potestad de perdonar pecados, entonces dice al paralítico: Levántate, toma tu
camilla y marcha a tu casa”. Al realizar este milagro físico, demostró
públicamente que realizaba el milagro espiritual: los pecados del paralítico
habían sido perdonados, y lo demostraba Él mismo con la curación de ese cuerpo
antes enfermo e imposibilitado. (Cf. Mth. IX- 1-7).
La conclusión del pasaje
evangélico dice a la letra: “Y viéndolo las turbas, se asombraron y
glorificaron a Dios, que había dado tan grande potestad a los hombres”.
En esta conclusión parece
adelantar San Mateo que, al perdonar Dios por la Humanidad del Verbo,
físicamente presente ente los pecadores, muestra a través de su Naturaleza
Humana un poder que la humana naturaleza no tenía: el de perdonar los pecados;
y que los daría como prerrogativa a la persona de unos hombres que actuarían en
el Nombre y con el poder de Dios.
En efecto, los Apóstoles, siendo
hombres, recibieron del mismo Cristo poder de perdonar pecados. Prometiólo
primero cuando constituyó a San Pedro Piedra fundamental de su Iglesia: “Lo que
atares sobre la tierra, atado quedará en los Cielos, y cuanto desatares sobre
la tierra, quedará desatado en los Cielos”. (Mth. XVI–19). Repitió la misma
promesa a todos los Apóstoles juntos: (Mth. XVIII – 18). Confirió este poder a
todos los Apóstoles al nombrarlos continuadores de la misión que le dio su
Padre: “Como el Padre me envió, también Yo os envío a vosotros”. Y con solemne
ceremonia sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes
perdonareis los pecados, perdonados les son; a quienes los retuviereis,
retenidos quedan” (Jn. XX-21-23).
Repetimos que, constituida así la
Iglesia, debía permanecer la misma en su esencia hasta el fin de los siglos.
Que antes de morir, los Apóstoles nombraron sucesores y les transmitieron sus
poderes espirituales. Que los legítimos Sucesores ejercen con las mismas
prerrogativas apostólicas, razón por la cual la Iglesia permanece siendo la
misma y con los mismos poderes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario