GONZALO VEGA RECHAZÓ EL CULTO A LA
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Y LO CALIFICÓ DE IDOLÁTRICO
Seguramente como condición
impuesta por sus protectores norteamericanos, o tal vez por la mala entraña que
albergaba desde sus tiempos de católico, o por uno y otro motivo, pero el
heresiarca dio a su secta un tétrico cariz al eliminar el culto a la Santísima
Virgen María, causa de nuestra alegría, porque Ella dio a luz a Jesucristo, que
trajo al mundo la alegría de la reconciliación con el Padre.
Con esto firmó su propia y
prolongada angustia, pues no podrá morir en paz quien no invoca a María con las
palabras de la Iglesia: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra
muerte”.
Afirmó que el culto a la Madre de
Dios es idolátrico, porque en su frenesí llegó a ignorar los principios en que
se basa el culto de dulía que la Iglesia rinde a la Virgen María y las
profundas razones teológicas y escriturísticas que nos inducen a su veneración.
a).- Veámoslas enunciadas por
premisas, a fin de no prolongar tema tan fecundo y ya tan ampliamente
divulgado:
1a. Dentro del plan que Dios
determinó para realizar la Redención del género humano, es esencial el
victimato por muerte con mérito infinito, y el Verbo toma sobre Sí esta misión.
2a. El Verbo no podrá morir como
Dios. Determina entonces asumir la naturaleza humana uniéndola a la Naturaleza
Divina, en la sola Persona del Verbo. (Unión Hipostática).
3a.- Al hacerse hombre, tomaría
sobre Sí nuestros pecados y se convertiría en la Víctima Propiciatoria para
rescate de hombre y reivindicación de la gloria del Padre.
4a.- El modo como se hizo hombre,
fue encarnándose en el seno de María Virgen por obra del Espíritu Santo y
naciendo en el tiempo como Infante sin dejar de ser Dios: misterio de la
Encarnación por la Unión Hipostática.
Por lo cual, dice San Pablo: “Cuando
vino la plenitud del tiempo, envió Dios desde el cielo, de cabe Sí, a su propio
Hijo, hecho hijo de mujer”. (Gal. IV – 4).
Estas palabras glosan el
versículo 14 del prólogo de San Juan: “el Verbo se hizo carne”.
Luego en el plan de la Redención,
María es personaje clave al lado de su Hijo: Él como Dios – Hombre – Redentor,
y Ella como criatura cooperadora directa y consciente, sin cuya intervención
este plan de Redención no su se hubiera realizado.
Es imposible en este breve
estudio colmar de citas y textos escriturísticos cada una de las precedentes
afirmaciones a fin de confirmarlas. La Biblia entera, en puntos básicos desde
el Protoevangelio y los Profetas, y los Libros del Nuevo Testamento hasta el Apocalipsis,
nos enseña que María ocupa un lugar privilegiado en la Obra de la Redención y
realiza una misión paralela aunque secundaria, en la vida de Nuestro Señor
Jesucristo.
En la realidad bíblica, patente a
los ojos de todo el mundo sobre el plan de la Redención y su desarrollo, no
creo que Gonzalo Vega haya encontrado un solo texto que le autorice a negar al cristianismo
el culto de María. Tampoco lo hallará en las primeras generaciones cristianas,
que desde los Apóstoles reconocieron su maternidad divina llamándola en griego “Teotokos“
o “Madre de Dios”, “Deigenitrix”; y así se lee en Orígenes (+253), que siguió
la tradición de sus antecesores.
Negarle este título y el honor
que se merece, sería pretender borrar el sol del firmamento e impugnar las
palabras que por su boca virginal proclamó el Espíritu Santo: “He aquí que
desde ahora, todas las generaciones me llamarán bien aventurada” (Luc. I – 48).
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