Gonzalo Vega despreció a los Sacerdotes porque su
soberbia no soportaba la superioridad de los auténticos ministros de Dios.
Despreció también al Señor Obispo y con éste a toda la Jerarquía que Dios ha
puesto al frente de su Iglesia, como leemos en los Hechos por palabras de San
Pablo: "...el Espíritu Santo os puso por Obispos para pastorear la Iglesia
de Dios, que Él hizo suya con su propia sangre ... " (Act. XX - 28).
Pues precisamente, Vega se perdió y nos perdió a nosotros
porque no obedeció las órdenes del Señor Obispo y se dedicó a conculcar el
reglamento transgrediéndolo ostentosamente, contraponiendo su audacia cuando repetía
que, como cristianos maduros, no debíamos sujetamos a la ignorancia de los Sacerdotes.
Desde
entonces, para Gonzalo Vega no existe más autoridad que la suya. Se ha
impuesto, como Lutero, por árbitro y gobernante absoluto.
Pues a pesar de todos los Luteros y de todos sus émulos
Gonzalos, existe una Jerarquía en la Iglesia. El mismo Cristo la establece como
esencial y connatural a su fundación y afirma a San Pedro y no a todos los
Apóstoles ni menos a todos los cristianos: "Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos,
y cuanto atares sobre la tierra, quedará atado en los Cielos, y cuanto
desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos". (Mth. XVI-
18-19). Y al conferirle esta altísima dignidad, le dice: "Apacienta mis corderos...
pastorea mis ovejas". (Jn. XXIII -15-17).
Que recapaciten el Sr. Vega y sus cómplices protestantes
norteamericanos que a ellos no les fueron dichas estas palabras. Sólo a San
Pedro y en Él a sus legítimos Sucesores. Y no habló de fundar sectas, sino de construir
su Iglesia (en singular), contra la cual no prevalecerán las puertas o poderes
del infierno, a cuya vanguardia van las sectas heréticas como la de Gonzalo.
Rebelarse contra la Jerarquía no es proceder como los
primeros cristianos. En los Hechos leemos que, al hablar San Pedro en el Concilio
de Jerusalén, "calló toda la multitud" (XV-13). El Obispo Ignacio de
Antioquía, heredero y discípulo directo de los Apóstoles, escribía en el año
107: "Ahora que, por vuestra parte, todos habéis de respetar a los
Diáconos como a Jesucristo; lo mismo digo del Obispo, que es figura del Padre,
y de los Presbíteros, que representan al senado de Dios y la alianza o colegio
de los Apóstoles. Quitados éstos, no hay nombre de Iglesia". (A los
Tralianos, 111-1).
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