MÁS PRUEBAS DEL
MISTERIO DEL VERBO ENCARNAD
1.- EN SUMA,
¿QUIEN ES JESUCRISTO?
a) La Confesión
de San Pedro
En las fértiles
regiones de Cesárea de Filipo, al Norte del Mar de Tiberíades, acaeció en el
seno de la Comunidad Apostólica un hecho importantísimo para la vida de Cristo,
de los Apóstoles y de la Iglesia. San mateo nos lo relata en el siguiente
pasaje:
“Cuando llegó
Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntaba a sus Discípulos, diciendo:
- ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo de hombre? Ellos dijeron: - Unos, que
Juan el Bautista, otros que Elías, otros diferentes que Jeremías, o uno de los
profetas. Díceles: - Y vosotros, ¿quién decís que soy? Respondiendo Simón
Pedro, dijo: - Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente. Respondiendo Jesús,
le dijo: - Bienaventurado eres, Simón Bar Jona, pues no es la carne y sangre
quien te los reveló, sino mi Padre, que está en los cielos. . .” (Mth. XVI –
13-17).
La trascendencia
de la pregunta de Jesús es decisiva: se trata de inquirir la idea que de su
personalidad se ha generado en los discípulos tras haber presenciado sus obras
y haber escuchado sus palabras y rumiado sus enseñanzas.
La respuesta de
la Comunidad Apostólica es vaga: nadie emite juicio propio: todos se limitan a
transmitir los díceres da la gente. Esta reunión podría compararse a un
Concilio, en el que se emiten y estudian diferentes opiniones mientras no surge
la definición dogmática.
Por fin, una luz
venida de lo alto, un impulso sobrenatural pone fin a las divagaciones. Pedro,
el impetuoso Pedro, irrumpe con voz clara y poderosa: “Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios viviente”.
La respuesta de
San Pedro es jubilosamente celebrada por Jesús, quien declara:
a) No es la carne ni la sangre, esto es, no es la naturaleza humana con su
temperamento, pasiones y equivocaciones, la que le ha iluminado;
b) Sino el mismo Dios, el mismo Padre Celestial quien ha revelado al
Príncipe de los Apóstoles esa verdadera definición “ex Cathedra”;
c) La cual, por venir de la Verdad Eterna, no queda expuesta a discusión;
d) Y le declara, a su vez, “bienaventurado”, por ser el primer hombre que
recibe que recibe el inmenso privilegio de declarar infaliblemente la divinidad
de Jesucristo.
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