11 / a.-"Vino: a los, suyos".- He
aquí otra presencia; su venida en carne, su aparición entre les hijos de Adán, que
obtiene el mismo resultado que sus clamores en, la obra de la creación.
Restringe el Evangelista con la expresión "los suyos", para centrarse
al pueblo de Israel, a los Israelitas, pues por la genealogía temporal el
Cristo es "hijo de David, hijo de Abraham" (Mth. I-1), como lo eran los
Israelitas: "somos linaje de Abraham" (Jn. VIII-33), decían orgullosos.
Su ministerio se desempeña, exclusivamente entre los judíos: "No. fui
enviado sino, a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel" (Mth.
XV-24).
11 / b.- ". . .más: los suyos no le
recibieron".- Es evidente el rechazo del Cristo por los judíos; no
sólo el pueblo le repudió sino también y oficialmente las autoridades religiosas.
Fueron ellos, los Pontífices, Sacerdotes, Escribas y Fariseos, quienes, mezclados
en el tumulto persuadieron al pueblo a que gritara: "¡Quítale, Crucifícale!":
y ellos mismos, los Pontífices, "no tenemos otro Rey que al César" (Jn.
XIX-15), y el pueblo entero: "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos" (Mth. XXVII-25). Daniel, en sus setenta semanas, advierte
en espíritu profético: "Y no será más suyo, el pueblo que le habrá de
negar". (IX-26-Vulg.).
12/ a.-“Pero a cuantos le recibieron. . .”.
-EI versículo anterior habla del pueblo como tal, el cuerpo moral que le ha
rechazado en masa y oficialmente. Pero sabemos que la persona en particular,
responde de sus actos en sus relaciones particulares para con Dios. Si Israel
rechaza y es rechazado, muchos judíos, empero, sí aceptaron al Mesías.
Consultemos los Hechos de les Apóstoles y encontraremos que por miles aceptaban
el bautismo (II-41; 47.- V-12, etc.) y hasta "gran cantidad de Sacerdotes
se someten a, la Fe'" (VI-7).
El traslado de
la Buena Nueva a los gentiles hizo más sensible y hasta tumultuosa la acogida
del Mesías: "A vosotros antes que a los demás –dijo San Pablo a los Judíos-,
era menester fuese predicada la Palabra de Dios; mas puesto que la repeléis y
no os juzgáis dignos de la vida eterna, sabed que nos volveremos hacia los gentiles,
porque así nos lo ha ordenado el Señor: Te he puesto como luz de las naciones a
fin de que seas para salud hasta el extremo de lo tierra" (Act. XIII-46·48;
Is. LIX-61). En consecuencia, el mismo Apóstol advierte: "por el Evangelio
también los gentiles son partícipes de la misma herencia, del mismo cuerpo y de
la misma promesa en Jesucristo" (Ef.III-6).
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