Al narrarnos la
conclusión del ministerio público del Verbo Encarnado entre los hombres, San
Juan hace una glosa de Is. VI 9-1O, cuando el Profeta "vio su gloria y habló
de El"; consigna estas palabras de Cristo: Yo vine como luz al mundo, para
que todo el que crea en Mí no quede en tinieblas" (Jn. XII-41; 46). Mas
las tinieblas voluntarias: "Cegó sus ojos y endureció su corazón" (Is.
VI.9), son elemento esencial del abandono y la condenación, según las palabras
del mismo Verbo: "para juicio vine yo a este mundo; para que los que no
ven, vean, y los que ven, se vuelvan ciegos" (Jn. IX-39).
Y desde su
nacimiento comienza a cumplirse este amargo vaticinio. Nace en una cueva fuera
de la ciudad y tirita de frío sobre un pesebre, "pues no había para ellos lugar
en el mesón" (Luc. II-7). Belén, "Casa del pan", rechaza al "pan
vivo bajado del cielo" (Jn. VI-51); en esa noche obscura prefiere ser tinieblas
y no luz: "amaron los hombres más las tinieblas que la luz, porque eran
malas sus obras" (Jn. III-19).
(6,7, 8).---Como
las olas con su vaivén invaden y realmente las arenas de la playa, así inundan
nuestra alma las ideas de San Juan: vienen con ímpetu incontenible y se retiran
para volver a atacar con el mismo tema pero con novedad perpetua. Las ideas
expuestas en los versículos 1 al 5 cobran nueva vida y descubren nuevos
horizontes después del paréntesis sobre el Precursor.
9/a.- “Existía la luz verdadera”.- Pues
cualquier luminosidad de la Gracia, aun la misma santidad del Bautista, no es
más que un reflejo tomado de la luz verdadera, del foco central y generador que
es el Verbo. Este es la luz.
9/b.- “la que, viniendo a este mundo, ilumina a
todo hombre".- En esta frase sintetiza el Hagiógrafo el programa de la
Redención: venir Dios al mundo para salvar a todos los hombres.
10.-En el mundo estaba y el mundo fue hecho por
El y el mundo lo no le conoció.- Nueva queja, nueva idea que se acerca a la
revelación de la Encarnación: su obra, la creación del mundo, recibe su visita;
pero el mundo no le recibe, como si no lo conociera.
Este mismo balanceo
del constante pendular del pensamiento joánico, nos transporta ahora a la
omnipresencia del Verbo en la creación, por esencia, presencia y potencia: "en
el mundo estaba". Siendo su Creador, su sello inconfundible ha quedado grabado
en todas sus obras. Mas el hombre, obra, maestra de la creación, penetró la
obra ignorando al Autor; tan hermosa y perfecta es, que se encantó en ella y no
quiso ver al Artista. Y no obstante, la creación entera, que "pregona la
gloria de Dios" (Ps. XVIII-I), es un libro abierto en el cual está escrito
el Nombre del Creador: "no son palabras ni discursos cuya voz no se perciba"
(Ib.4), ya que “las cosas invisibles de Dios desde la creación del mundo están
a la vista, entendiéndose en las obras tanto su sempiterna virtud como su deidad"
(Rom. I-20-21). Sin embargo. "'el mundo no le conoció" y por esto los
hombres resultan "inexcusables” (lb.) "Necios, en efecto,
ingénitamente son todos los hombres en quienes no se halla el conocimiento de
Dios y que, arrancando de los, bienes visibles no fueron capaces de conocer
AI-Que-Es;. . . Si tanto lograron saber, que acertaron a conocer el universo, ¿cómo
al Señor de todo esto no lo hallaron con mayor facilidad? (Sap. XIII-I-8).
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