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Lo que las
mentalidades griega y semita concibieron con tanta amplitud: el LOGOS, que
había sido escudriñado por el sabio filón en su doble trascendencia aunque de
modo filosófico-teoIógico, fue traducido al latín con el: recurso del vocablo VERBUM,
desgraciadamente más limitado que LOGOS, pero suficientemente habilitado en la mentalidad
cristiana semítico-helenista, como para significar lo que San Juan intenta en su
manuscrito original.
Nuestra, lengua
romance no se atrevió jamás a traducir este vocablo: lo asimiló íntegro y
textual, pues por su contenido lo considero consagrado y lo respetó como único
indicativo de la Persona del Hijo.
No puede confundirse
con su homónimo "verbo", palabra por excelencia que inyecta vida al lenguaje
porque significa acción, pasión, conciencia y movimiento; ésta es fácilmente identificable
en el discurso por su intención contextual, pero no pasa de ser el nombre, analítico
que agrupa lo más selecto del humano idioma. Porque VERBO, en sentido teológico,
es algo intraducible aunque sí concebible y perfectamente identificable por su
intención y por la secuela del contexto. Verbo es el Hijo, Eterno del Eterno Padre.
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