Yo me coloqué al margen de las disputas y prohibí a mi
familia investigar o recibir comentarios.
En aquellos días aciagos me abismé en profundas
cavilaciones. Añoraba la Casa Paterna. Es verdad que, cuando éramos católicos,
teníamos defectos personales, pero nunca anduvimos en pleitos de grupo tan vergonzosos
como los que estábamos viendo. Y lo peor de todo fue haber perdido la Misa y la
Comunión que nos reconfortaban, haber perdido la seguridad y garantía de la
Iglesia multisecular, cuya historia era un respaldo de experiencia y un argumento
a favor de su autenticidad. . .
Pero nosotros, ¿acaso no habíamos rescatado el nombre de
"Cristianos" y retornado a la Iglesia primitiva? Por lo menos así nos
parecía, pero nada estaba en claro, y de las penumbras iniciales entrábamos
cada día en mayor oscuridad... me parecía que las tinieblas me cegaban.
Vino a recrudecer mi nostalgia por mi Madre Iglesia, la
excomunión fulminada contra el Sacerdote Gilberto Gómez.
Este Sacerdote cayó también en el pseudocarismatismo arrastrando
a las masas por su pretendido don de hacer milagros de curaciones. Se le añadieron
dos o tres "ayudantes" de origen y procedencia nebulosos. Visitó los
Estados Unidos, y a su regreso extrañó a sus seguidores por sus ideas protestantizadas.
Exhortado por sus Superiores Eclesiásticos, no quiso enmendar su camino, sino
que, formalmente, declaró su pérdida de Fe y su decisión de abandonar el
sacerdocio y la Iglesia misma.
¡Otro caso más que confirmaba que el Movimiento de
Renovación extremo, conduce a la superstición, al fanatismo y a la apostasía!
Buscando como en el vacío, providencialmente me fue
ofrecido en la calle un folleto pobre y sencillo, cuyo título me intrigó: leíase
entre afirmativo y sentencioso: "QUIÉN y QUÉ ES UN CRISTIANO".
Desde la primera página encontré un verdadero reto a mis
anhelos de cristianismo auténtico al leer estas palabras firmadas por San Atanasio:
"Es razonable tratar de investigar la antigua tradición, la doctrina y la
fe de la Iglesia Católica, misma que el Señor comunicó, que los Apóstoles
predicaron y que conservaron los Padres. La Iglesia en ella se funda, y si
alguien se aleja de ella, mal podría seguir llamándose cristiano".
Entonces, a la luz de este opúsculo, comencé a examinar
lo que habíamos abandonado comparándolo con lo que actualmente teníamos, y
llegué al convencimiento de mi grave error, ¡de nuestro gravísimo error! : una cadena
casi interminable de Autores y citas de la primitiva antigüedad cristiana son compiladas
para avalar y confirmar las creencias y prácticas ininterrumpidas de la Iglesia
Católica. Con Gonzalo Vega no habíamos retornado al antiguo cristianismo, sino
desfigurado la fe. Me parece que para investigar su realidad humana y
biológica, no se vuelve al hombre a su estado embrionario, sino se le admira en
su estado perfecto, en que muestra, en plenitud, lo que en esencia el embrión contenía.
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