En la reciente Diócesis de
Tlalnepantla, donde yo residía, fueron dictadas las siguientes normas por su
entonces Obispo Fr. Felipe de Jesús Cueto O. F. M.
1ª Mantenerse fiel dentro de la
Iglesia Católica por la integridad de la Fe y la frecuencia de Sacramentos.
2ª Intensificar la devoción a la
Santísima Virgen María.
3ª No intervenir en cuestiones
ecuménicas, no promover reuniones con cristianos no católicos (porque esto
corresponde a la Jerarquía).
4ª Sujetarse a las indicaciones
del Sacerdote nombrado como Asistente Espiritual del “grupo de oración”.
Para el grupo al que yo
pertenecía, fue nombrado como Asistente un Sacerdote piadoso, sensible y
tierno, incauto y de un celo casi infantil. Lo que más le impresionaba y hasta
fomentaba, eran las reuniones de cierto dinamismo exhibicionista.
Noté que entre la literatura religiosa que se
repartía entre nosotros, había algunos impresos de apariencia inofensiva a la
Fe, y circulaban gracias a la disimulada propaganda realizada por un joven que
se fingía católico, pero en el fondo era luterano.
Estas hojas tendenciosas,
esos folletos atractivos, contenían preguntas capciosas, fomentaban la
independencia respecto a la Jerarquía, centraban toda su atención en la Fe a
Jesucristo sin referencia alguna a la acción de la Iglesia ni a los Sacramentos.
Uno de los miembros más
entusiastas y hasta fervoroso, era el Sr. Gonzalo Vega Monroy. Su dinamismo lo
llevó a cierta osadía que introducía desorden y alguna laxitud doctrinal.
El Párroco de mi Parroquia advirtió
varias veces al Sacerdote Asistente Espiritual sobre estas anomalías, pero la
tendencia pseudo mística de ese Director, pretendía ver en ellas ciertas luces
nuevas, escudándose en una laxa y peligrosa interpretación de este texto de San
Pablo: “El Espíritu no lo apaguéis, las profecías no las menospreciéis.
Probadlo-todo,quedaos-con-lo-bueno…”(I-Tes.V-19- 21).
Y aquí comenzamos a ver las consecuencias.
De estas anomalías, las que presentaba
la esposa de Don Gonzalo Vega eran alarmantes: algunas veces se crispó de pura
histeria, y el Asistente se engañaba queriendo ver en eso algún vestigio de
carisma.
Cierto día, el Sr. Vega se
presentó al Párroco y le dijo que su esposa había recibido del Espíritu Santo un
mensaje para él. El Párroco amonestó a Don Gonzalo que controlara los nervios
de su esposa, o mejor, que la retirara del grupo de Renovación.
Por segunda ocasión se presentó
Gonzalo Vega, pero ya con su esposa. Insistían en dar el mensaje. Nueva amonestación
para ambos.
La tercera vez llegó Vega con su
esposa y varios miembros del grupo, que flanquearon el asiento del Párroco
mientras la mujer dirigía el mensaje. Según ella, le había sido revelado que en
determinado día y a cierta hora, el Valle de México, y en particular el área
que abarcaba el Distrito Federal, se hundiría con el consiguiente desastre y
pérdida de vidas.
Entre tanto, los que flanqueaban
al Párroco rezaban para que éste se convirtiera, y Gonzalo Vega, arrodillado,
suplicaba al Sacerdote avisara con su autoridad a todos los habitantes por los
medios de comunicación masiva.
El Señor Cura resistió
sensatamente y ordenó a la mujer y a los alborotados que dejaran esas ilusiones
y se centraran en la realidad de la piedad católica, bien definida por los
Maestros de la Vida Espiritual.
Desde entonces, las reuniones de
oración se hicieron en casa del matrimonio Vega. Don
Gonzalo convenció a algunos que el Párroco no quería escucharlos ni permitía
las reuniones de oración en la Parroquia.
No fueron escuchadas las llamadas
de atención que les hizo el Párroco al notar que faltaban a la misa Dominical.
Poco después, unos
norteamericanos comenzaron a visitar con frecuencia a la familia Vega. Don
Gonzalo renunció a su buen empleo y se dedicó exclusivamente a las reuniones de
oración en su casa.
Para esto, invitó a algunos del
grupo. De estos fui yo, que me dejé seducir por la palabra ardiente de este
nuevo Lutero y caí en sus redes para desgracia mía. La desprevención, la falta
de Sacramentos y de la Misa Dominical y mi desobediencia a mis superiores eclesiásticos
me hicieron fácil presa del nuevo heresiarca.
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