-13.- "Los cuales no de la carne ni de la sangre
ni de la voluntad de varón, sino de
Dios nacieron".- Las características de este nuevo nacimiento no deben
confundirse con las de la generación carnal, ni con los simples pactos, alianzas
compromisos humanos. Jesús advierte a Nicodemo: “Si uno no fuere engendrado de
nuevo, no puede ver el Reino de Dios”, y repite para despejar sus carnales
prejuicios: "Quien no nace del agua y del Espíritu" no puede entrar
en el Reino de Dios; lo que nace de la carne, carne es, y lo que nace del Espíritu,
espíritu es…" (Jn. III-3: 5-6). San Pedro explica admirablemente esta divina
filiación diciéndonos que se realiza por la graciosa donación de la vida y la
piedad, y, mediante la vocación a su conocimiento y el cumplimiento de sus
promesas, elevarnos a la participación de la vida íntima de la Santísima Trinidad:
"participantes de la divina naturaleza" (II Petr. 1-4; Cf. lb. I-3).
14.---La sublime
introducción desemboca como caudaloso río en el mar de una revelación extraordinaria
de contenido inagotable. Parece un relámpago sorpresivo que irradia desde el
seno mismo de Dios para anonadar la mente humana. Analicémoslo:
14/a.-"Y eI Verbo se hizo carne...".-Es
la Encarnación de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Aquel que,
siendo la Idea Substancial del Padre, existe desde toda la eternidad, asume la
naturaleza humana. ¡Contraste abismal! Es el mismo pensamiento que repite San
Pablo: "El cual (Jesucristo), subsistiendo en la forma de Dios (preexistiendo
en la naturaleza y esencia divina), no consideró una usurpación el ser igual
que Dios (pues le compete esencialmente, como que es engendrado por el Padre); antes
se anonadó a Sí mismo (escondiendo los destellos de su gloria esencial), tomando
forma de esclavo (es decir, tomando la naturaleza humana), hecho a semejanza de
los hombres ("probado en todo a semejanza nuestra excluido el pecado"
-Hebr. IV-15) y, en su condición exterior (en su presencia sensible), presentándose
como hombre" (Phil. II-6-7).
Y para que nadie
afecte ignorar que se refiere a Jesucristo, el mismo San Juan había escrito en
su primera Epístola: "Todo espíritu que confiesa a Jesús como Cristo venido
en carne, es de Dios" (lV-2); esto es, como el preexistente a su aparición
en la naturaleza humana: la unicidad de la Persona del Verbo en Cristo Jesús,
se llama "el Misterio de la Unión Hipostática".
14/b.-"... y habito entre nosotros...".-
0 "fijó su tienda". Se cumple aquí lo que de Sí mismo decía el
Verbo o Sabiduría de Dios: "Mis delicias es estar entre los hijos de los
hombres" (Prov. VIII-31). Ya entre nosotros, "discurrió por todas
partes derramando bienes", nos dice San Pedro (Act. X-38).
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