jueves, 26 de junio de 2014

Sobre las sectas protestantes.

Alerta a los católicos sobre las Sectas Protestantes, en especial sobre los "Testigos de  Jehová".


Por el P. Manuel Robledo. E. D.




-- I --

PRESENTACIÓN.

Esta publicación es una somera síntesis de lo que el Católico debe saber sobre el Protestantismo y su última fatal modalidad de los "Testigos de Jehová".

Su redacción es brevísima, sencilla y popular en cuanto es posible; pues nace de objeciones, resolver dudas o solicitar aclaraciones.

Atentamente
P. Manuel Robledo, E. D.





... Comenzaré mi intervención con una catequesis sobre la verdadera Fe, dentro de la cual tocaremos otros puntos capitales.

Por Fe entendemos la aceptación de una verdad, atendida la autoridad de quien la afirma. Así, el creer que Dios existe y es Creador, es una verdad que podemos colegir con la luz natural del entendimiento al contemplar la naturaleza que nos rodea; pero conocerlo a ciencia cierta y en su íntima naturaleza, sólo podemos por medio de la Fe, que nos suministra el argumento más profundo (cf. Hebr. XI-1): aceptamos que Dios existe y es Creador, su concepto y definición como infinito y Perfectísimo, su revelación consignada en la Biblia y conservada en la Tradición Apostólica, mediante una garantía de verdad presente entre los hombres: la autoridad y testimonio de la Iglesia.

Esta aceptación intelectual deja de ser puramente natural porque ya trasciende a las realidades sobrenaturales; y éstas habrán de aceptarse sólo mediante una dádiva divina: el don sobrenatural de la Fe, que rompe nuestras limitaciones intelectuales.

La Fe es, pues, un don sobrenatural que Dios infunde en el alma. No se opone al razonamiento ni está fuera de la verdadera ciencia; antes los sobrepasa, complementa y suple en aquel orden que no alcanza la naturaleza humana: el orden sobrenatural.

Atendida ahora la correspondencia y respuesta del hombre a ese Don, se entiende por Fe el conjunto de verdades que creemos y practicamos con relación a Dios.

Es decir, la relación que el hombre tiene para con Dios, tanto de entendimiento para creer, como de voluntad para actuar, y esto, el hombre integral, o sea: alma substancialmente unida al cuerpo, de modo interno y externo, personal y social.

Todo esto responde a la Ley Natural, que es la base fundamental en que el mismo Dios Creador ha cimentado a su creatura racional, y es su dependencia como creatura para con su Creador, su comunicación con El, la vocación que El le ha asignado hacia la Bienaventuranza eterna y los medios sobrenaturales que le proporciona para lograr ese destino eterno.

A esta reciprocidad de relaciones entre Dios y la creatura, le damos el nombre de "Religión".

Ahora bien; después de que el hombre, por su pecado, fue desterrado del Paraíso, perdió gradualmente el sentido de estas relaciones y se fue tras las creaturas corrompiendo sus costumbres y adulterando su Fe. Muchos pueblos se entregaron a la idolatría adorando la materia, ídolos o animales; otros al animismo imaginando que en al agua o en las plantas o animales residía un espíritu superior: otros inventaron la reencarnación, otros el espiritismo para comunicarse con el más allá de la ultratumba, algunos la magia y hasta la hechicería y adivinación.

Mientras el hombre erraba y se precipitaba por la sensualidad, el odio y la guerra, Dios seguía fiel a su promesa de redimir a la humanidad. Para esto eligió una serie de personas que, en línea recta, conservaran por tradición la promesa de la Redención. Y quiso formarse en Abraham una familia, un clan, una tribu, un pueblo, una nación, en la cual depositó la Revelación por medio de Moisés, a quien mandó escribir cuanto le revelaba. Así nació la Sagrada Escritura que, a través de los Profetas, reafirmaría el pacto de Dios con los hombres, de darles un Redentor.

El Redentor nació de Madre Virgen por obra del Espíritu Santo.

El mismo Redentor demostró, con obras y palabras, ser el mismo Hijo de Dios, Consubstancial al Padre.

Al decir "Hijo de Dios", decimos que es la misma naturaleza divina que el Padre. Pues así como un ser vivo y orgánico engendra a otro ser de la misma condición y naturaleza, así el Hijo, que no es creado sino engendrado, es igualmente de la misma naturaleza divina que el Padre.

Y al decir que es Consubstancial, proclamamos su identidad en la Esencia divina, esto es, uno en la substancia (= aquello por lo que Dios es Dios: "el Ser Divino), pues Dios es Uno y Único: hay un solo Dios.

Un ejemplo práctico: Yo, persona humana; Tú, persona humana; Él, persona humana, somos tres personas humanas, tenemos la misma naturaleza humana. Pero yo tengo mi propia esencia, mi ser, mi substancia; tú tienes la tuya y él la suya: tres personas de la misma naturaleza, pero cada una con su propia substancia individual e incomunicable; tres personas, tres substancias.

No así en ese divino Misterio: El Padre, persona Divina; el Hijo, Persona Divina; el Espíritu Santo, Persona Divina: tres Personas que tienen la misma Naturaleza Divina. - Pero también Tres Personas Divinas que tienen la misma única esencia Divina, la misma Substancia, porque al haber únicamente Un solo Dios, son Consubstanciales por tener el mismo Ser. Uno en esencia, Trino en personas: Tres personas distintas, Un solo Dios verdadero.

Volviendo al hijo de Dios Redentor, diremos que por obra del Espíritu Santo asumió la naturaleza humana en el seno de la Virgen; afirmamos que, mediante esa Encarnación, Dios se manifestó al hombre y convivió con el hombre sin dejar su naturaleza divina y conservando su propia esencia divina.: "Emmanuel": Dios con nosotros. (Is. VII - 14).

Esta manifestación divina la hizo mediante su encarnación en el seno de María Virgen, y el Ser que nace en el tiempo es la persona Divina que en la eternidad engendra el Padre: el mismo Dios que, sin dejar de ser Dios en su Esencia, Naturaleza y Persona, es al mismo tiempo Hombre le llamamos Jesucristo: Jesús, por ser el Salvador, y Cristo por ser el Ungido, el Mesías o Enviado. El es verdadero Dios y verdadero Hombre.

A este Misterio, la Teología le llama el Misterio de la unión Hipostática. Humanamente, se explica así:

En un instante determinado, el Espíritu Santo formó en el seno de María un cuerpo humano. En el mismo Instante creó una alma humana, que unió substancialmente a ese Cuerpo. Y en el mismo instante, el Verbo Divino asumió o fundió en Sí este Cuerpo y esta Alma, de modo que de la unión de Cuerpo y Alma no resultó persona humana, sino que prevaleció únicamente la Persona Divina que los asumió o unió consigo substancialmente. Y así, Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre, por la unión indisoluble de la naturaleza Humana con la Naturaleza Divina, sin que resultase persona creada. Así se explica el que San Juan nos revele que "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria cual del, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad." (Jn. I - 14).

Todo esto se confirma con las palabras del mismo Cristo: "Tanto, amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que, cuantos crean en Él, no perezcan, sino que tengan vida eterna" (Jn. III-16). Y estas otras: "Quien me ha visto a Mí, ha visto al Padre" ... "creedme, que yo estoy en el Padre y el Padre en Mí". (Jn. XIV - 9 - 11). Con las que confirma lo anteriormente dicho: "El Padre y Yo somos Uno mismo" (Jn. X - 30): distinción de Personas por el plural "somos", unidad de esencia por el singular "Uno".

Y cuando el mismo Cristo se manifiesta sujeto y obediente al Padre, no muestra su igualdad de naturaleza ni su identidad de substancia, sino que muestra la distinción de Personas Divinas y la inferior condición de la naturaleza humana que asumió para realizar la misión encomendada por su Padre: la Redención: "(Cristo), subsistiendo en la forma de Dios, no consideró usurpación el ser igual a Dios; antes se anonadó a Sí mismo tomando forma de esclavo, hecho a semejanza de los hombres y en su condición exterior presentándose como hombre" (Filip. II-6-7).

Pues bien, Tal es nuestro Redentor, "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn. I-29), y hemos sido "redimidos no con cosas corruptibles, con plata o con oro ... sino con la preciosa  Sangre de Cristo, como de cordero sin tacha ni mancilla..." (1 Petr. I-18...19).

Este Jesús, el Cristo, el Mesías, al consumar la Redención por su Resurrección, fundó su Iglesia (Jn. XXI - 15 - 17.- Consultar Mth. XVI - 16 - 19); y los mismos paganos dieron en llamar "cristianos" a quienes seguían y predicaban a Cristo organizados jerárquicamente bajo Pedro, dentro de esta Iglesia: (Hechos, XI - 26) De aquí que la Iglesia 'de Cristo sea y se llame "Cristiana", "Iglesia Cristiana".

Esta es la plenitud de la Revelación, continuación y consumación de cuanto el hombre creyó y practicó en el Antiguo Testamento a través de Moisés, pues "la Ley nos fue transmitida por medio de Moisés; mas la gracia y la verdad nos vino por Jesucristo". (Jn. 1- 17).