jueves, 28 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)



d).- Gonzalo Vega usa la palabra “idolátrico” (derivada de “ídolo”) para reprobar a la veneración que los católicos rendimos a María. También en esto mostró sus fobias y su ignorancia. No es igual ídolo que imagen.

Ídolo es la materia o figura material a la cual se le atribuye divinidad y se le rinde adoración: cosa abominable, pues al Señor sólo hay que adorar (Cf. Deut. VI – 13).

Imagen es el retrato de un ser humano. Su vista nos recuerda su trayectoria histórica, méritos o deméritos, y nos despierta sentimientos de amor, admiración, gratitud, o repudio. Si ese ser humano ha muerto y por sus virtudes suponemos que su alma está en el cielo, su imagen nos recuerda una conducta digna de ser imitada: Su imagen resulta respetable por representar a quien representa.

Si la Iglesia declara la salvación de esa persona y, por el logro de la perfecta caridad la propone por modelo e intercesora, podemos pedir su intercesión y su respeto se convierte en veneración. También podemos imitar a los santos: San Pablo decía de sí: “Sed, hermanos, todos a una, imitadores míos, y observad a los que así proceden según el dechado de tenéis en nosotros” (Filip. III – 17).

Ningún católico ignora la verdadera interpretación del primer Mandamiento: “No te harás figura alguna. . . para postrarte ante ella y servirla, (esto es, para adorarla) (Ex. XX – 4-5). Luego sí se puede hacer sin intención de adorarla, y la hizo el mismo Dios al mandar fueran cincelados dos Querubines, al ordenar la fundición de la serpiente de bronce para alcanzar con su vista la curación, y a la cual el mismo Cristo se compara. (Jn. III – 14-15).

Este tema es muy llevado y traído porque los protestantes, que no captan las distinciones por causa de su religión hecha a la letra, no han podido entender la lógica con que los católicos justificamos las imágenes. Y Gonzalo quedó protestantizado hasta la médula.

Por lo menos debe entender que la esencia del catolicismo es la vida de la gracia, y no las imágenes. Que con imágenes o sin imágenes, los católicos somos auténticos cristianos porque profesamos y vivimos todos los Dogmas de la fe de Cristo; pero no podríamos serlo sin María (sea o no representada con imágenes), porque Ella dio al mundo al Redentor y está unida en acción e intención a su Hijo. Dice San Mateo mostrándola virginal e indisolublemente unida con su Hijo; “Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que se llama Cristo” (Mth. I – 16).


Por eso en las Catacumbas, con arte ingenuo pero genuinamente cristiano, fue representada en pinturas la Virgen María con el Niño Jesús en sus brazos.


miércoles, 27 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)



c).- Sobre la intercesión, ya sabemos, y es dogma de fe, que “tenemos un solo Abogado ante el Padre” (Cf. I Jn. II – 1) el cual, sentado a su diestra, “vive siempre para interceder por nosotros” (Cf. Hebr. VII – 25).

Mas la santidad participada de Cristo a sus fieles servidores, es objeto de su amor benevolente, y por amor a estos justos bien puede hacer misericordia hasta por Sodoma y Gomorra (Cf. Gén. XVIII). ¿Cuánto más si se les pone de intercesores ante Cristo para alcanzarnos los medios que necesitamos en la obra de nuestra salvación eterna?.

En la Escritura consta la intercesión de los Santos: Moisés intercede por el pueblo en lucha (Ex. XVII – 11-13); Job es designado por el mismo Dios para interceder por sus amigos (Job XLII – 8); Jeremías, después de muerto, vela desde el Cielo por Jerusalén y la seguridad  de Israel (II Mac. XV – 12-16), los Ángeles presentan a Dios las oraciones de fieles (Apoc. VIII – 4); María Santísima intercedió por los esposos de Caná y Cristo realizó por sus ruegos el primer milagro público y creyeron en Él sus discípulos (Jn. II).

Nada quita a la gloria de Cristo esta intercesión accidental y participada de la Suya;  antes la manifiesta y engrandece.

En el día de Pentecostés, María estaba reunida en el Cenáculo con los Apóstoles y otros fieles (Act. I – 14). De aquí que los primeros cristianos acostumbraran recurrir a la Virgen mientras vivía bajo el cuidado de San Juan (Cf. Jn. XIX – 27), y siguieron recurriendo a Ella después que, dejado este mundo, fue elevada a los cielos. Así se comprueba en un papiro procedente del siglo III de nuestra era, que contiene escrita esta oración que se ha repetido en la Iglesia hasta nuestros días: “Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches nuestros ruegos, pues te los dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita”.


 ¿Qué dirá Gonzalo Vega ante esta oración que él mismo repitió en su juventud? ¿Qué está contra el Evangelio? Oiga los que pensaban los primeros cristianos, por la boca del gran sabio y mártir Orígenes: “Nadie puede comprender el Evangelio (de San Juan) si no ha reclinado su cabeza sobre el pecho de Jesús y no ha recibido de Él a María como madre” (In Jn. 1-6). 


lunes, 25 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




b).- En cuanto el culto que la Iglesia Católica rinde a María, los católicos siempre hemos distinguido la adoración de la Veneración. La adoración corresponde sólo a Dios; la veneración a las personas ya glorificadas que, habiendo servido a Dios y logrado la perfección de su amor, se han salvado y viven en la Bienaventuranza del Cielo, más próximas a la presencia de Nuestro Señor Jesucristo. Así lo proclama Cristo en reconocimiento a la remuneración de la justicia divina (Cf. Mth. XX – 23).

De éstas, es María Santísima la que goza de una gloria mayor, porque física y espiritualmente estuvo más vinculada al Redentor y a la Redención.

La felicitamos con demostraciones cultuales de veneración (no de adoración), por cuanto Dios la exaltó sobre todas las criaturas haciendo en Ella maravillas. En actitud contraria, los sectarios, participando del despecho y la envidia del demonio, se portan indiferentes con Ella y hasta llegan a despreciarla, como lo hacen los protestantes.


La raíz de ese desprecio se alimenta del fanatismo protestante, que considera contrario a la gloria de Cristo toda glorificación o alabanza que no se rinda a Cristo. Pretenden ignorar a la Madre que fue llamada bienaventurada por haber concebido y lactado a tal Hijo, como lo proclamó emocionada una mujer de entre la turba. (Cf. Luc. XI – 27). 


miércoles, 20 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)



GONZALO VEGA RECHAZÓ EL CULTO A LA

SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Y LO CALIFICÓ DE IDOLÁTRICO


Seguramente como condición impuesta por sus protectores norteamericanos, o tal vez por la mala entraña que albergaba desde sus tiempos de católico, o por uno y otro motivo, pero el heresiarca dio a su secta un tétrico cariz al eliminar el culto a la Santísima Virgen María, causa de nuestra alegría, porque Ella dio a luz a Jesucristo, que trajo al mundo la alegría de la reconciliación con el Padre.

Con esto firmó su propia y prolongada angustia, pues no podrá morir en paz quien no invoca a María con las palabras de la Iglesia: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Afirmó que el culto a la Madre de Dios es idolátrico, porque en su frenesí llegó a ignorar los principios en que se basa el culto de dulía que la Iglesia rinde a la Virgen María y las profundas razones teológicas y escriturísticas que nos inducen a su veneración.   

a).- Veámoslas enunciadas por premisas, a fin de no prolongar tema tan fecundo y ya tan ampliamente divulgado:

1a. Dentro del plan que Dios determinó para realizar la Redención del género humano, es esencial el victimato por muerte con mérito infinito, y el Verbo toma sobre Sí esta misión.

2a. El Verbo no podrá morir como Dios. Determina entonces asumir la naturaleza humana uniéndola a la Naturaleza Divina, en la sola Persona del Verbo. (Unión Hipostática).

3a.- Al hacerse hombre, tomaría sobre Sí nuestros pecados y se convertiría en la Víctima Propiciatoria para rescate de hombre y reivindicación de la gloria del Padre.

4a.- El modo como se hizo hombre, fue encarnándose en el seno de María Virgen por obra del Espíritu Santo y naciendo en el tiempo como Infante sin dejar de ser Dios: misterio de la Encarnación por la Unión Hipostática.

Por lo cual, dice San Pablo: “Cuando vino la plenitud del tiempo, envió Dios desde el cielo, de cabe Sí, a su propio Hijo, hecho hijo de mujer”. (Gal. IV – 4).

Estas palabras glosan el versículo 14 del prólogo de San Juan: “el Verbo se hizo carne”.

Luego en el plan de la Redención, María es personaje clave al lado de su Hijo: Él como Dios – Hombre – Redentor, y Ella como criatura cooperadora directa y consciente, sin cuya intervención este plan de Redención no su se hubiera realizado.

Es imposible en este breve estudio colmar de citas y textos escriturísticos cada una de las precedentes afirmaciones a fin de confirmarlas. La Biblia entera, en puntos básicos desde el Protoevangelio y los Profetas, y los Libros del Nuevo Testamento hasta el Apocalipsis, nos enseña que María ocupa un lugar privilegiado en la Obra de la Redención y realiza una misión paralela aunque secundaria, en la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

En la realidad bíblica, patente a los ojos de todo el mundo sobre el plan de la Redención y su desarrollo, no creo que Gonzalo Vega haya encontrado un solo texto que le autorice a negar al cristianismo el culto de María. Tampoco lo hallará en las primeras generaciones cristianas, que desde los Apóstoles reconocieron su maternidad divina llamándola en griego “Teotokos“ o “Madre de Dios”, “Deigenitrix”; y así se lee en Orígenes (+253), que siguió la tradición de sus antecesores.


Negarle este título y el honor que se merece, sería pretender borrar el sol del firmamento e impugnar las palabras que por su boca virginal proclamó el Espíritu Santo: “He aquí que desde ahora, todas las generaciones me llamarán bien aventurada” (Luc. I – 48).  


lunes, 18 de julio de 2016

Verdaderos Cristianos y Falsos Cristianos(cont.)




¿De dónde, pues, le nació a Gonzalo Vega la locura de suprimir la Confesión? En esta y otras reformas prueba el mismo heresiarca que la suya no es la Iglesia de Jesucristo, sino una burda caricatura de factura humana. No le bastó con la amarga experiencia de Martín Lutero: quiso imitarlo en todo aunque las consecuencias fueran funestas. También le estorbó la Confesión como le estorbó el Sacerdocio, no fueran sus adeptos a caer en el Confesionario y abrieran los ojos. El demonio retiene a las almas en su pecado para que los corazones se endurezcan y les sea imposible descubrir su deplorable situación.

Pero ya hemos notado que, al surgir entre nosotros la nostalgia y la necesidad de la Confesión, Gonzalo Vega se propuso a sí mismo por confidente, consejero y árbitro de nuestras angustias espirituales: creía poder fungir como psicólogo o psiquiatra, pero nunca lograría la pastoral sobrenatural de la Gracia que Dios derrama mediante la absolución que imparte el más humilde Sacerdote.

Creo que a menos llegó Lutero: simplemente suprimió la Confesión de un plumazo como solución a sus regateos en la integridad de la declaración. Los sectarios posteriores, como Melanchthon, mitigarían la situación, pero ya había desaparecido el Sacerdocio entre ellos: “Yo me voy y me buscaréis y moriréis en vuestro pecado” (Jn. VIII – 21).

Confesar significa en la Biblia reconocer, y esto no puede hacerse sin la manifestación al que tiene la misión de juzgar y perdonar los pecados en el Nombre y con el poder de Dios. “Y muchos de los que habían creído venían confesando y declarando sus prácticas de magia” (Act. XIX – 18). Santiago Apóstol recomienda: “Confesad, pues, los pecados los unos a los otros” (V-16); lo cual indica que, aunque humanamente sean iguales el penitente y el Confesor, éste tiene potestad participada de los Apóstoles para perdonar: no se puede creer que el Apóstol que recibió directamente de Cristo la potestad de perdonar pecados, proclamara que todos los fieles la tenían; se supone que manda a los fieles recurrir al Confesor, aunque igual de humano que ellos. Y pone el ejemplo: “Elías, hombre era de igual condición que nosotros y oró. . . y no llovió; otra vez oró y el cielo dio lluvia. . .” (Jac.V – 17-18). Esto no lo hacen todos.

Recordamos aquí la frase en que concluye el milagro del paralítico: -------- “que había dado tan grande potestad a los hombres”.

Veamos, finalmente, cómo los primeros cristianos sí se confesaban. Dice San Pablo urgiendo la pureza de conciencia para recibir la Eucaristía: “Pruébese el hombre a sí mismo. . .” (I Cor. X – 28). Y la Didajé: “Reunidos cada día del Señor, partid el pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados, a fin de que vuestro sacrificio sea puro” (XIV – 1) “En la reunión de los fieles confesarás tus pecados y no te acercarás a la oración con conciencia mala”. (IV-14).


De todo lo cual se concluye que Gonzalo Vega no retornó a la espiritualidad de los primitivos cristianos; antes los engaña con su “Consejería pastoral”, y en vano llama a sus sectarios con el excelso nombre de “Cristianos”, únicamente reservado para quienes permanecen fieles e inconmovibles en la Pasión, muerte y Resurrección del Redentor del mundo.


viernes, 15 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




GONZALO VEGA Y SUS SECUACES

RECHAZARON LA

COFENSIÓN SACRAMENTAL

No sé qué irán a responder al Juez Divino en la hora de su muerte: el rechazar el Sacramento de la Confesión está en contra del mismo Jesucristo que la instituyó.

Vino Cristo a la tierra para que fuéramos perdonados por el Padre: pero también para perdonar Él mismo, y lo demostró varias veces; v. gr.: Luc. V-23, Mth. IX – 5-8. . .

En este último pasaje leemos que, ante los murmuradores escribas fariseos que pensaban: “¿Quién puede perdonar los Pecados sino sólo Dios?, el Señor demostró su divinidad lanzándoles este reto: “¿Qué es más fácil decir: perdonados te son tus pecados o levántate y anda? Pues para que entendáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra potestad de perdonar pecados, entonces dice al paralítico: Levántate, toma tu camilla y marcha a tu casa”. Al realizar este milagro físico, demostró públicamente que realizaba el milagro espiritual: los pecados del paralítico habían sido perdonados, y lo demostraba Él mismo con la curación de ese cuerpo antes enfermo e imposibilitado. (Cf. Mth. IX- 1-7).

La conclusión del pasaje evangélico dice a la letra: “Y viéndolo las turbas, se asombraron y glorificaron a Dios, que había dado tan grande potestad a los hombres”.
En esta conclusión parece adelantar San Mateo que, al perdonar Dios por la Humanidad del Verbo, físicamente presente ente los pecadores, muestra a través de su Naturaleza Humana un poder que la humana naturaleza no tenía: el de perdonar los pecados; y que los daría como prerrogativa a la persona de unos hombres que actuarían en el Nombre y con el poder de Dios.

En efecto, los Apóstoles, siendo hombres, recibieron del mismo Cristo poder de perdonar pecados. Prometiólo primero cuando constituyó a San Pedro Piedra fundamental de su Iglesia: “Lo que atares sobre la tierra, atado quedará en los Cielos, y cuanto desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos”. (Mth. XVI–19). Repitió la misma promesa a todos los Apóstoles juntos: (Mth. XVIII – 18). Confirió este poder a todos los Apóstoles al nombrarlos continuadores de la misión que le dio su Padre: “Como el Padre me envió, también Yo os envío a vosotros”. Y con solemne ceremonia sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonareis los pecados, perdonados les son; a quienes los retuviereis, retenidos quedan” (Jn. XX-21-23).


Repetimos que, constituida así la Iglesia, debía permanecer la misma en su esencia hasta el fin de los siglos. Que antes de morir, los Apóstoles nombraron sucesores y les transmitieron sus poderes espirituales. Que los legítimos Sucesores ejercen con las mismas prerrogativas apostólicas, razón por la cual la Iglesia permanece siendo la misma y con los mismos poderes.


miércoles, 13 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos (cont.)




b) El Bautismo dado por infusión, que rechaza Gonzalo, sí es válido y lo practicaron los Apóstoles y los primeros cristianos. Los Apóstoles, porque en el primer sermón de San Pedro pidieron el bautismo 3000 convertidos, y luego 5000. ¿Cómo explica Gonzalo que, no habiendo río en medio de Jerusalén para bautizar por inmersión a tanta gente pudieran ser bautizados? Sólo por infusión.

Es cierto que Cristo recibió en el Jordán el bautismo por inmersión, pero le falta a Gonzalo aclarar que el bautismo de Juan no era el Sacramento que después de su Resurrección instituiría Nuestro Señor, el mismo Bautista hace la distinción: “Yo os bauticé con agua, mas Él os bautizará en el Espíritu Santo” (Mc. I – 18).

Y cuando Cristo manda a sus Apóstoles a bautizar (Mth. XXVIII – 19), los manda a todas las naciones y a todos los pueblos. También al desierto del Sahara, a la Arabia Pétrea, a los pueblos resecos de Palestina, lugares donde no había ni habrá agua en abundancia. Y también a las regiones árticas, en las cuales, aunque abundan en agua, es imposible descubrir y menos bañar al bautizado por causa de las temperaturas bajo cero. Luego habrían de acomodarse a las circunstancias bañando todo el cuerpo o la parte principal, cual es la cabeza informada por el alma, donde residen todos los sentidos y por la que opera el alma en sus tres potencias y por donde la persona humana manifiesta su identidad.

Los primeros cristianos dan una norma general que abarca todas esas distinciones: “Bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua; si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con caliente. Sino tuvieres una ni otra, derrama agua en la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Didajé  – VII – 1 – 3).

Y así se bautizó en los húmedos y obscuros túneles de las catacumbas, en las prisiones donde eran recluidos los simpatizantes de cristianismo, en las crujías donde estaban reservados para las fieras los que ya creían en Cristo. . .

La inmersión se practicaría donde y cuando hubiera oportunidad de paz y espacio; sería solemnizado el Bautismo cuando la Iglesia se asentara a la luz del día después de la paz constantiniana. Y jamás se oyó decir que tendrían que rebautizarse los que hubieran recibido el Bautismo por infusión o lo hubieran recibido con menor solemnidad. 

c) Todos profesamos en el Credo este dogma que nos viene transmitido desde los Apóstoles y los primeros cristianos: “Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados”. Porque una vez recibido es definitivo y no se puede repetir por haber sido ya perdonados el pecado original y otros si los hay, porque imprime carácter y porque siempre será verdad nuestra pertenencia Cristo, sellada con el sello de la Santísima Trinidad.

El Carácter bautismal es una señal espiritual indeleble: es el sello de Dios, y lo dice la Escritura: “Dios nos marcó con su sello” (II Cor. I – 22).

Lo recibimos al ser bautizados, porque al ser regenerados o reengendrados al orden sobrenatural por la Gracia Santificante y al hacernos por ésta “partícipes de la Divina Naturaleza”, (II Petr. I – 4), inhabitó en nuestra alma la Santísima Trinidad en cuyo nombre y poder fuimos bautizados (I Jn. IV – 16), y porque fuimos incorporados a Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, participando de su sacerdocio que no termina, siendo Él fiel, aunque el hombre se porte infiel, “porque no puede negarse a SÍ Mismo”
(II Tim. II – 13).


Luego fue un sacrilegio el haber despreciado el sello de Dios cuando nos rebautizamos. Y entre tanto, Gonzalo Vega avanzaba un paso más y nos creaba una personalidad ficticia.


miércoles, 6 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




D).- ASÍ COMO RECHAZAN LA MISA Y LA EUCARISTÍA, GONZALO VEGA RECHAZA OTROS SACRAMENTOS
El Bautismo


a) No lo rechaza categóricamente, pero lo modifica y en cierto modo lo rechaza y le pone condiciones. Porque al admitirlo únicamente para los adultos, lo niega para los niños, siguiendo el ejemplo de otras sectas protestantes. Y de esta manera, para comprometernos más, obligó a los adultos a rebautizarnos, so pretexto de que no había valido el Bautismo recibido cuando éramos niños. i Dios nos perdone, porque al rebautizarnos, renegamos del carácter de nuestro único Bautismo!

 Al negar el Bautismo a los niños, Gonzalo Vega entra en abierta contradicción con los Apóstoles y con los primitivos cristianos, que bautizaban a los recién nacidos y a los dependientes aún del seno familiar.

Cuando los Hechos de los Apóstoles repiten que, al convertirse unos adultos, se convertía toda su casa y se bautizaba, por la expresión "casa" se aludía a toda persona que en ella habitara, esto es, a lo que formaba el núcleo familiar. Así que incluía también a los recién nacidos.

Lidia, adulta que recibió la predicación de San Pablo, "fue bautizada lo mismo que su familia". El carcelero de Filipos "fue bautizado él y todos los suyos" (Hechos XVI - 15:33). Nadie creerá que los hijos o los nietos recién nacidos no fueran su familia ni de "los suyos".

El Bautismo de los niños viene de los Apóstoles y lo practicaron los primeros cristianos. San Ireneo, Obispo de Lyon y discípulo de San Policarpo, y éste a su vez, discípulo del Apóstol San Juan, decía que en su feligresía tenía bautizados de todas las edades, incluyendo niños en brazos de sus padres.

Los Apóstoles iniciaron esta práctica para dar continuidad en la Ley de Gracia al mandato de Dios en el Antiguo Testamento (Gen. XVII-11-12), de que los Israelitas fueran circuncidados a los ocho días de nacidos; práctica ritual mediante la cual, externamente eran incorporados al pueblo de Dios, y espiritualmente libres del pecado original por la fe en el Redentor que había de venir. Venido el Redentor, instituido el Sacramento del Bautismo, urge la aplicación de la Redención ya consumada, en cada ser humano que ingresa al mundo pues Jesucristo "es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn. I-9).

¿Porqué los padres, que fueron el medio elegido por Dios para transmitir la vida natural del cuerpo, no habrán de ser medios obligados para completar esta preciosa misión proporcionándoles la vida sobrenatural para la eterna bienaventuranza?

Gonzalo Vega copió la mala costumbre de ciertas sectas protestantes que niegan el Bautismo de los niños, y que creen poder apoyarse en el hecho de que los niños no pueden hacer un acto de fe, condición para recibir el Bautismo, pues dijo el Señor: “el que creyere y fuere bautizado…” Luego – según ellos – se exige la fe antes que recibir el agua bautismal. Esperan a que puedan discernir para creer.

Los católicos, además de basarnos en la práctica apostólica antes descrita, interpretamos este punto así: se exige la fe antes del bautismo a quienes puedan hacerlo con suficiente discernimiento e instrucción, mas no a quienes carecen del uso de razón y están urgidos del bautismo, cuales son los niños y los amentes, por cuanto se hallan sujetos a las vicisitudes de la vida y a la salud en su precaria edad.


Son bautizados en la Fe de sus padres, así como obtuvieron la vida natural por la sola voluntad de sus progenitores. Esto explica la conducta de Jesús, que perdonó al paralitico sus pecados “viendo la fe de los que lo llevaban” (Mth. IX – 2; Mc. II – 5) y resucitó a Lázaro por la fe de sus hermanas: “¿No te he dicho que si creyeres verás la gloria de Dios?” (Jn. XI – 40). Esto explica la conducta de los Apóstoles, que bautizaban familias enteras, y esto explica también la conducta de la Iglesia, que obra por tradición apostólica al bautizar a los niños.



lunes, 4 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




C.- REPUDIAN EL SACRIFICIO DE LA MISA Y LA EUCARISTIA

a) La Misa

La Biblia, palabra de Dios infalible e inapelable, nos enseña la celebración de la primera Misa: "Estando ellos comiendo, tomó Jesús un pan y, habiendo pronunciado la bendición lo partió y dándolo a sus discípulos, dijo: "Tomad y comed: esto es mi cuerpo. Y habiendo tomado un cáliz y habiendo dado gracias, se lo dio diciendo: Bebed de él todos porque esta es mi sangre de la alianza, que por muchos es derramada para remisión de los pecados ... " (Mth. XXVI- 26-28).

La Misa esencialmente consiste en la consagración, antecediendo su ofrecimiento y concluyendo con su consunción. Esto fue lo que Jesús hizo.

Y dio el mismo poder a los Apóstoles: "Haced esto en memoria mía" (Luc.XXII-19).

En el establecimiento de la Iglesia, los Apóstoles celebraban la Misa con los primeros cristianos: "Y perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones." (Hechos, II- 42).

Esto mismo lo enseñó San Pablo a los fieles: "Yo recibí del Señor lo mismo que os trasmití a vosotros: que el Señor Jesús, la noche que era entregado, tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se da por vosotros. Haced esto en memoria de Mí" Asimismo el cáliz después de haber cenado, diciendo: "Este cáliz es el Nuevo Testamento en mi Sangre; haced esto cuantas veces bebiereis, en memoria de Mí". (I Cor. XI- 23-25).

La Consagración obra el milagro de la Transubstanciación: la substancia del pan y la substancia del vino, se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, permaneciendo los accidentes de las especies sacramentales esto es, la apariencia perceptible del pan y del vino.

Los Apóstoles enseñaron esta realidad sobrenatural de la transubstanciación y exigían respeto a los primeros cristianos: "Porque cuantas veces coméis este Pan y bebéis el Cáliz anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. De suerte que, quien comiere el Pan o bebiere el Cáliz del Señor indignamente, reo será del Cuerpo y la Sangre del Señor". (I Cor.XI - 26-27).

Y lo repetía enfáticamente: "El Cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? El Pan que partimos, ¿no es acaso comunión con el Cuerpo de Cristo? (I CoroX-16).

Los primeros cristianos participaban de la Misa y comulgaban con la profunda convicción de recibir sacramentalmente la realidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo. Así dice la Didajé: "Reunidos el día del Señor, partid el Pan y dad gracias después de haber confesado vuestros pecados a fin de que vuestro sacrificio sea puro" (XIV - 1). Además de este testimonio, está llena la primitiva cristiandad de documentos alusivos a y probativos de la realidad eucarística.

b) La Eucaristía

El culto que la Iglesia rinde a la Santísima Eucaristía, es consecuencia lógica de la adoración que rinde a Cristo cuando se hace realmente presente en la Santa Misa.

Esta presencia real de Cristo es el dogma proclamado por el mismo Cristo cuando identificó el Pan y el Vino con su Cuerpo y su Sangre mediante las palabras de la Consagración con el verbo "es". De modo que, lo que Cristo tenía en sus manos, deja de ser pan y vino y en ese instante se identifica con su Cuerpo y su Sangre, no por la fe de los Apóstoles sino por la realidad con que el mismo Señor Omnipotente los identifica.

Del Pan consagrado en la Misa, una parte se distribuye a los fieles comulgantes y otra es reservada en el Sagrario, principalmente para los cristianos enfermos o encarcelados. Lógico es que, en esta parte no consumida, se conserve el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Grandes conocimientos de filosofía, de teología y una profunda exégesis bíblica, pero sobre todo una fe sobrenatural hacen falta a Gonzalo Vega y a sus asesores protestantes para aceptar este Misterio.

Los primeros cristianos, que sí tenían fe, y por su fe, aunque muchos de ellos eran rudos, intuían lo que los teólogos, los filósofos y los exégetas adquieren por su ciencia; sabían ciertamente que, al comulgar, recibían a Cristo vivo y glorioso tal como está en el Cielo. Y consignan en la Didajé está su convicción entreteniéndose en estos y semejantes coloquios: "Te damos gracias, Padre Nuestro, por la santa viña de David tu siervo, la que nos diste a conocer por medio de Jesús... Nos hiciste gracia de comida y bebida espiritual y de vida eterna..." (IX - 3 - X).

En contraposición, qué triste es el cuadro con que advierte San Ignacio Mártir a los primeros cristianos de Esmirna, sobre la incredulidad de los herejes: "Apártense también (los herejes) de la Eucaristía y de la oración, porque no confiesan que la Eucaristía es la Carne de Nuestro Salvador Jesucristo, la misma que padeció por nuestros pecados, la misma que, por su bondad, resucitóla Dios". (VII- 1).


Pondere ahora el heresiarca hasta qué punto ha reducido a la miseria espiritual a sus adeptos, siendo así que dice el Señor con juramento: "En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y bebiereis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn. VI- 54).



viernes, 1 de julio de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




Gonzalo Vega despreció a los Sacerdotes porque su soberbia no soportaba la superioridad de los auténticos ministros de Dios. Despreció también al Señor Obispo y con éste a toda la Jerarquía que Dios ha puesto al frente de su Iglesia, como leemos en los Hechos por palabras de San Pablo: "...el Espíritu Santo os puso por Obispos para pastorear la Iglesia de Dios, que Él hizo suya con su propia sangre ... " (Act. XX - 28).

Pues precisamente, Vega se perdió y nos perdió a nosotros porque no obedeció las órdenes del Señor Obispo y se dedicó a conculcar el reglamento transgrediéndolo ostentosamente, contraponiendo su audacia cuando repetía que, como cristianos maduros, no debíamos sujetamos a la ignorancia de los Sacerdotes.
 Desde entonces, para Gonzalo Vega no existe más autoridad que la suya. Se ha impuesto, como Lutero, por árbitro y gobernante absoluto.

Pues a pesar de todos los Luteros y de todos sus émulos Gonzalos, existe una Jerarquía en la Iglesia. El mismo Cristo la establece como esencial y connatural a su fundación y afirma a San Pedro y no a todos los Apóstoles ni menos a todos los cristianos: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia... A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos, y cuanto atares sobre la tierra, quedará atado en los Cielos, y cuanto desatares sobre la tierra, quedará desatado en los Cielos". (Mth. XVI- 18-19). Y al conferirle esta altísima dignidad, le dice: "Apacienta mis corderos... pastorea mis ovejas". (Jn. XXIII -15-17).

Que recapaciten el Sr. Vega y sus cómplices protestantes norteamericanos que a ellos no les fueron dichas estas palabras. Sólo a San Pedro y en Él a sus legítimos Sucesores. Y no habló de fundar sectas, sino de construir su Iglesia (en singular), contra la cual no prevalecerán las puertas o poderes del infierno, a cuya vanguardia van las sectas heréticas como la de Gonzalo.


Rebelarse contra la Jerarquía no es proceder como los primeros cristianos. En los Hechos leemos que, al hablar San Pedro en el Concilio de Jerusalén, "calló toda la multitud" (XV-13). El Obispo Ignacio de Antioquía, heredero y discípulo directo de los Apóstoles, escribía en el año 107: "Ahora que, por vuestra parte, todos habéis de respetar a los Diáconos como a Jesucristo; lo mismo digo del Obispo, que es figura del Padre, y de los Presbíteros, que representan al senado de Dios y la alianza o colegio de los Apóstoles. Quitados éstos, no hay nombre de Iglesia". (A los Tralianos, 111-1).