miércoles, 30 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)



Cómo se compaginan estos enunciados

De nuestra alma, creada a Imagen y semejanza de Dios, podemos partir para entender, por analogía, estos enunciados.

Nuestra alma es consciente de su ser: toda ella lo entiende, toda ella lo ama. Pero es una sola alma.

Y aunque toda entera está consciente de su propia existencia, toda ella se entiende y comprende, toda ella se ama y se goza: no son tres almas, sino una sola, que en su totalidad ejerce tres funciones plenarias y exhaustivas: conciencia, entendimiento y voluntad.

Dios, que es Divino Ejemplar cuya esencia reflejó en nuestra alma, es, antes que todo y sobre todo, Ser consciente de Sí mismo, inteligente y volitivo: consciente de su propia existencia y operaciones, inteligente para entender su único objeto adecuado que es su propia esencia, y volitivo para amar la Bondad absoluta que es Él mismo.


...Y aquí tenemos a Dios Consigo Mismo, cuyas operaciones inmanentes son desde la eternidad y serán por la eternidad... 

martes, 29 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(con.)


De esta Revelación, la Iglesia nos presenta dogmas fundamentales, básicamente el Dogma de, la Santísima Trinidad: Dios es Uno, Dios es Padre, Dios es Hijo, Dios es Espíritu Santo. Mismo Dogma que Nuestro Señor Jesucristo sintetiza al revelarnos esta fórmula: "En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".

De aquí se explica la razón de mi existencia: el Padre me creó; el cómo de mi rescate: el Hijo me redimió, y el porqué de mi vocación a la Bienaventuranza: el Espíritu Santo me santificó.

Dios no es un frío concepto fruto de la especulación; ni tampoco un Ser existente en su propia grandeza, que mientras más crece a mi consideración más me empequeñece. No.

Dios es la vida misma y fuente de la vida, un Ser Personal y consciente que creó al hombre a su Imagen y semejanza para relacionarse con él mediante el Amor, la Conversación y la Comunión: Amor de Padre a Hijo, Conversación de Redentor y Amigo, Comunión de fusión eterna... Tres relaciones conmigo que me ligan a un profundo misterio que el mismo Dios me ha revelado poco a poco: el Misterio de la Santísima Trinidad.

a) Se revela como Dios: "Yo soy el primero y el último; fuera de mi no hay ningún dios." (Is. XLIV-6).

b) Se revela como Dios Uno: "Porque hay un solo Dios..." (I Tim. II-S).

c) Se revela como Dios Trino: "Santo, Santo, Santo es Yahvéh Sebaot" (Is. VI3 )

d) Se revela como Padre: "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra" (Mth. XI-25).

e) Se revela como Hijo: "El Unigénito Hijo, que está en el regazo del Padre mirándole cara a cara..." (Jn. I-18).

f) Se revela como Espíritu Santo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra... " (Luc. I-35).

g) Se revela como Uno en esencia y Trino en Personas: "... en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mth. XXVlII-19).

Ahora bien: Si la Escritura es una sola y uno solo su Autor, no hay en Ella contradicción. Y si en diferentes pasajes ha sido revelada la Unidad de Dios, ¿por qué la misma Escritura revela con esta unidad divina su Ser de Padre, su Ser de Hijo, su Ser de Espíritu Santo, y sin romper su Unidad, revela atributos aplicados por igual al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo? ¿Por qué revela operaciones personales atribuíbles al Padre, o al Hijo, o al Espíritu Santo?


Entra aquí el Magisterio de la Iglesia para asistir a la Teología y definimos: que el Padre es Dios, que el Hijo es Dios, que el Espíritu Santo es Dios, y que Dios es Uno en esencia y Trino en Personas.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)



Tenemos así tres puntos de referencia: la razón elevada por la Gracia, la Revelación y la garantía del Magisterio de la Iglesia. En todo lo cual se aplica nuestro entendimiento, se ejercita nuestra voluntad y, quedando en perfecta libertad, adquirimos la certeza de la fe, con el mérito de haber aceptado el testimonio veraz del Magisterio.

Porque en la revelación de los grandes Dogmas, no procede el Señor como con las gracias actuales. En éstas se dirige directamente a cada hombre para alumbrarle la senda del bien y fortalecerle en el camino; pero en la revelación de los Dogmas conduce a los hombres a las fuentes y les da a beber. Estas fuentes son: la Revelación, general para toda la humanidad, y la Iglesia, en la cual ha depositado la Revelación y a quien ha constituido "columna y fundamento de la verdad" (I Tim. III - 15) para garantía y apoyo inmediato en nuestro peregrinar hacia Dios.

Por la Revelación, Dios nos ha comunicado:

a) Su propia existencia: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Ex. III- 6);

b) Su íntima y profunda razón de ser: "Yo soy el que soy" (Ex. III-14);

c) Su relación paternal para con sus creaturas: "He contemplado la aflicción de mi pueblo... he oído su clamor" (Ex. III-7);

d) Su plan salvífico: "(Dios... quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad" (I Tim. II-4);

e) La elevación del hombre al orden sobrenatural: "... dioles potestad de ser Hijos-de Dios" (Jn. I-12);


f) La glorificación del hombre: "Venid vosotros los benditos de mi Padre, entrad en posesión del Reino que os está preparado desde la creación del mundo"(Mth. XXV-34).

martes, 22 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)



La participación de la Naturaleza Divina comienza aquí en la vida terrenal del hombre bautizado, pero tendrá realidad completa en la Bienaventuranza eterna. Sea aquí o sea allá, la distancia que hay entre Dios y nosotros es infinita. Pero la diferencia de nuestra parte es que en el Cielo le contemplaremos "cara a cara", en tanto que aquí le vemos como en espejo. (Cf. I Coro XIII-12). En el Cielo la comunicación será directa aunque no exhaustiva; en la vida mortal, Dios salva esa: comunicación acomodándose a nuestra capacidad de conocer, entender, amar y gozar.

Bajo estas premisas, se ha dignado revelársenos en Sí mismo y en sus atributos; para que conozcamos con certeza su existencia y sepamos con evidencia que es infinito en toda perfección y Causa Primera de todo cuanto existe.

Esta es la razón de ser de la Divina Revelación.

Pero el modo con que ha revelado ha sido por imágenes proporcionadas a nuestro modo de conocer y a las relaciones de nuestro conocimiento con el orden creado.

Queda así lo Divino en Sí mismo, en su propia luminosidad. Mas al pasar a nosotros, pasa con cierta obscuridad divina; porque; aun elevados al orden sobrenatural, sólo captamos lo divino hasta los límites que alcanza la creatura.  


Y vamos más allá. Dios usa para con nosotros una pedagogía adecuada a nuestro modo de conocer: nos va educando, instruyendo, llamando sin forzar nuestra libertad, ni aturdir nuestra atención, ni deslumbrar nuestro entendimiento. Y como nuestro conocimiento es por testimonios de los sentidos o de testigos, establece a la Iglesia y su Magisterio, en quien deposita su Revelación y a la que hace garante de la verdad. 

lunes, 21 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)



II.- EXISTE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Aunque la materialidad de mis sentidos y la Imperfección y limitación de mis facultades espirituales no trasciendan al orden sobrenatural, no limitaré la eterna infinitud de Dios a mis pobres concepciones haciéndole caer dentro de mi capacidad de percepción y abstracción.

Yo sí estoy limitado. Pero Dios no.

Mas a pesar de que yo no pueda ascender a un orden superior al de mi propia naturaleza, Dios se digna elevarme a lo Sobrenatural y me da capacidad de conocerlo a Él en su íntima formalidad.

Testigo de esto es el Apóstol San Pedro.. que declara que Él nos hace "participantes de la Naturaleza Divina" (II Petr. 1-4). Y con esto nos eleva a la capacidad de conocerle en su intimidad. 

Porque así como en la Naturaleza Divina está el conocerse, amarse y gozarse a Sí el mismo Dios, así también, al participarnos Su Naturaleza, nos comunica la capacidad de conocerle, amarle y gozarle.

Por la frase "partícipes de la Divina Naturaleza" no se entiende una fusión directa o una emanación de la Esencia Divina distribuida entre nosotros; esto sería pensar de modo material: la Esencia Divina no tiene partes ni puede ser fraccionada, ni sale de Sí.

Se entiende de modo analógico; esto es, participación de algo que seda bajó el mismo respecto, pero de diverso modo.

Y así, Dios es El Ser y yo soy ser. Dios es el Ser Absoluto; yo soy ser contingente (igual no necesario). Dios es el Ser por Sí mismo; yo por participación.

De la misma manera puedo afirmar que, si las operaciones de Dios son de Sí y en Sí; esto es: se originan en Dios y en Dios se ejercen y consuman plena e infinitamente, lo cual se llama "operaciones inmanentes"; Él mismo, por su infinita bondad y misericordia, ha querido darnos la misma capacidad de operaciones proporcionalmente adecuadas a nuestro ser, creado y contingente, operaciones que tienen el mismo objeto: conocer, amar y gozar a Dios, en la exigua proporcionalidad de nuestra pequeñez.


Así salva Dios el abismo que existe entre mi nada y su Ser, entre mi contingencia y su absoluta necesariedad de existencia, entre mis carencias naturales y su infinita capacidad de operación y actualización eternamente presente.


jueves, 17 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)


De este modo me reafirma Dios en la realidad de su propia existencia y se digna revelarme la intimidad de su propia Esencia. La existencia de Dios y la intimidad de su Esencia las acepto en virtud de la fe sobrenatural, aunque no lo he visto: "por fe caminamos, no por visión" (II Cor. V-7). Fe que define San Pablo: "Es la fe... argumento de (las cosas) que no se ven" (Hebr. XI. I).

Reconociéndola como "argumento", me enseña que la fe sobrenatural engendra en mí una certeza que llega a la convicción más profunda e inconmovible, así como en el orden de las ideas naturales el argumento genera certidumbre.

Y con esta profunda convicción, creo en Ti, ¡oh Adorable Trinidad!, y te glorifico y bendigo porque te has dignado manifestarte a mí con la fe que Tu misma me infundiste en el Bautismo. Creo que eres un misterio insondable: conozco, tu existencia aunque no pueda yo explicar el porqué ni el cómo, siendo un solo Dios, eres Padre, eres Hijo y eres Espíritu Santo. Conozco que existe este, misterio, aunque por mi pequeñez no conozca como se realiza en, su última y profunda constitución.  

Ni me atrevería a escudriñar tu Majestad porque sería oprimido por tu gloria (Cf. Prov. XXV-27); ni me aventuro a caer en la insensatez dé intentar que en mi mente, limitada por su propia contingencia, cupiera tu inmensidad eterna.

Pero el saber la existencia de este Misterio es ya una dicha inmerecida, y el contemplar su objeto es gozo y paz indescriptible que supera a todo sentido y me transporta al éxtasis.


¡Creo en Ti, oh Dios, Uno en Esencia Trino en Personas!

martes, 15 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont,)


Para tener la certeza y convicción profunda de la existencia de Dios creador, necesito una fe de orden superior. Y es Dios mismo quien me la infunde y quien me revela lo que debo creer. La fe que Dios me infunde me convence de que Él es infinitamente sabio y veraz, que no puede engañarse ni engañarme, y por esta razón suprema acepto cuanto Él me ha revelado.

Esta fe es sobrenatural, porque me viene de un orden sobre mi propia naturaleza, que es el mismo Dios, y versa sobre objetivos sobrenaturales, que son: el mismo Dos en su existencia, su Ser, sus atributos y su voluntad.

Esta fe sobrenatural me la da Dios. Para recibir esta fe y sin quitarme la libertad, Dios me impulsa con una gracia actual en el momento de serme propuesto por la Iglesia el Mensaje Evangélico y el Bautismo; y por mi correspondencia a esa gracia y haber dado libremente el paso hacia el Bautismo, me hace ser bautizado; y en el Bautismo, junto con la Gracia Santificante, me infunde la fe sobrenatural. Con ésta puedo aceptar las verdades que la Iglesia me propone como reveladas por Dios apoyado en la garantía de la Iglesia y en la autoridad de Dios, que no puede engañarse ni engañarme.

Ahora bien: para ser bautizado, tengo que aceptar una verdad básica, impuesta como imprescindible por el mismo Cristo: el Misterio de la Santísima Trinidad ..

Lo impuso cuando mandó a sus: Apóstoles: "Id, pues, y adoctrinad a todas las gentes, bautizándoles, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todas cuantas cosas os ordené". (Mth. XXVIlI-19-20). Y a tal grado es indispensable prestar fe a este misterio, que el mismo Cristo hace depender de ella la salvación eterna: "EI que creyere y, fuere bautizado, se salvará; pero el que no creyere, será condenado". (Mc.  XVI -16).


Que Cristo existió, es una verdad histórica, suficientemente probada. Que es Dios, lo demostró El mismo con sus hechos y palabras. Por tanto, debo darle fe y aceptar la revelación que hizo sobre el Misterio de la Santísima Trinidad: revelación depositada en la Iglesia, que la garantiza como auténtica. Para esto fui favorecido con la fe sobrenatural: para aceptar, dentro de la Iglesia, las verdades sobrenaturales en reconocimiento al mismo Dios. 

lunes, 14 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont)

I.- QUÉ ES LA FE

La fe es la aceptación de una verdad, dato, noticia, etc. con base en la autoridad de quien lo propone. De aquí que, quien cree, no ha visto lo que acepta, sino que se fía en la veracidad de quien da testimonio.

Hay fe humana, cuando lo que acepto es temporal y quien me lo atestigua es una persona de indudable solvencia moral. Así ocurre cuando aceptamos las enseñanzas de nuestros padres en la infancia y las de nuestros maestros en la escuela.

En estos casos, la fe suple a mi ignorancia, y con acierto. Yo no he visto jamás el sistema planetario; pero acepto su existencia y cobro una convicción profunda de su realidad y funcionamiento porque he dado crédito al astrónomo que me lo enseña. Sobre mi ignorancia he ganado un grado de ciencia. Negarme a recibir este conocimiento es temerario, aberrante, ridículo.

Rechazar un testimonio autorizado podría llegar a la ruptura con los valores más sagrados de la humanidad. Yo no vi cuando fui engendrado; no me consta haber sido gestado por esa mujer; no supe cuando fui dado a luz por ella; sin embargo, ella y todos los que tienen relación con ella me dicen que es mi madre, y lo creo aunque no lo vi, por el testimonio de su amor y tiernos cuidados, por el honor de quienes lo atestiguan. Y así mismo, lo creen en su caso todos los hombres y mujeres que habitan el planeta. Si alguien rechazara esta gran verdad, si no diera crédito a quienes la vieron, sería un loco y ofendería gravemente a la humanidad entera. Y si la rechazáramos todos, el mundo entero caería en el cáos.

Es, pues, necesaria la fe, hasta para tener madre.

Pero existen verdades de orden sobrenatural; en principio, la existencia de Dios.

A esta verdad puedo llegar por el propio razonamiento natural, concluyendo del orden creado, en fuerza del principio de causalidad, y de la imposibilidad de buscar hasta el infinito.

Pero esta verdad de la existencia de Dios, con ser una verdad básica, es de una simplicidad que no llena mis ansias: del conocimiento más profundo del Ser Supremo. Habré de conformarme con esa simple verdad que mi entendimiento concibe entre nebulosidades, pues no puede penetrarla más a fondo, y me preguntaré durante mi existencia: "¿Hallarás tú la esencia de Eloah? ¿Hasta la perfección de Sadday llegarás? (Job XI-7).


Aún así, puedo felicitarme de haber llegado al concepto del Único Ser Supremo; porque la mayoría de los hombres, si proceden a través de su propio razonamiento, pueden errar, como consta por las aberraciones en materia de Religión de cuantos han caído en la idolatría o en el animismo, o se han quedado en simples filosofías intrascendentes a lo eterno, a lo infinito, a lo divino...

viernes, 11 de septiembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad.(inicio)

CREO EN LA SANTÍSIMA TRINIDAD

(por el P. Manuel Robledo, E. D. )

 “Esta es mi fe; pues es la Fe Católica”
(San Agustín.- Tratado de la Santísima Trinidad, I, 4-7)

Prólogo

En las últimas décadas se ha desarrollado en varios países y hasta en México, una secta de origen norteamericano fundada en la segunda mitad del siglo pasado: la Secta, que, evolucionada, llegó a llamarse "Testigos de Jehová".

Su origen y el trasfondo de su actual doctrina es protestante de cuño adventista - milenarista.

Pero a las consabidas herejías protestantes añade otras peores aún; cada una de las cuales bastaría por sí sola para destruir al Cristianismo - si destructible fuera - e impedir la salvación de las almas.

De estas últimas son las siguientes herejías:

a) Negación de la Santísima Trinidad.
b) Negación de la Divinidad de Jesucristo.
e) Negación de la existencia del alma...

No hace falta demostrar en este prólogo que las dos primeras (a - b) van entrelazadas, y la tercera anula toda la razón de ser de una Religión trascendente. Por lo que podemos concluir que la Secta de los "Testigos de Jehová" es la secta más perniciosa que ha aparecido en el curso de los siglos, y que se hace urgente y necesario combatirla y desenmascararla, como ya lo han hecho doctos apologistas en todo el mundo católico.
En el presente folleto no nos proponemos hablar de la Secta en sí misma: su organización, medios de proselitismo, puntos doctrinales y económicamente redituables...; sino únicamente rebatir la primera de las herejías arriba en numeradas. Folleto aparte merece la defensa de la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, que ellos atacan furiosamente.

Tomamos como base un cuaderno publicado por los dirigentes de la Secta y distribuidos inconscientemente por sus incondicionales propagandistas, a quienes compadecemos y perdonamos, dada su ignorancia y la desgracia de haber caído en las garras de esa secta diabólica. Ese cuaderno, plagado de blasfemias, se intitula con caprichosa ironía: "¿DEBERÍA CREER USTED EN LA TRINIDAD?"

Sabemos que es un deber católico y sacerdotal responder a sus blasfemias y proclamar públicamente nuestra fe en Ese Divino Misterio, a fin de prevenir a los católicos y consolidarlos en su Fe. Para lograrlo, expondremos sencilla y claramente la Fe Trinitaria de la Iglesia. No pretendemos desarrollar un "Tractatus de Trinitate" sino damos a entender con la ciudadanía no obligada a los altos estudios teológicos, y abrir los horizontes del Catolicismo a las personas de buena voluntad.


P. Manuel Robledo, E. D.

sábado, 5 de septiembre de 2015

SU SANTIDAD Y EL ABORTO

     Con absoluta sencillez y claridad voy a exponer mi opinión sobre el delicado caso del aborto; ya que el sorpresivo aviso del Santo Padre sobre la indulgencia a las mujeres que han abortado, ha  sido causa de escándalo, ha dividido opiniones y en los libertinos, amorales y sin Dios, ha sido causa de regocijo.
     La Santa Madre Iglesia Católica instituida por Nuestro Señor Jesucristo, es: “Madre y Maestra”. Y como Madre, es profundamente Indulgente, por lo cual desde su origen, busca  atraer al mayor número de pecadores en nombre de Jesucristo.  Siempre y cuando el pecador se arrepienta, invoque el perdón, llore sus pecados y prometa una sincera conversión. La Iglesia lleva en lo más profundo de su esencia, el anhelo de alcanzar la gloria de Dios y la salvación de todo cristiano. Conoce, además, de qué está hecha la criatura humana y las consecuencias del Pecado Original.
     Teniendo presente que la Iglesia, a través de sus Pastores, no solo perdona, sino que ora con instancia; segundo a segundo por todos los pecadores. Y que la repetición ininterrumpida de la diaria Redención, a través del Santo Sacrificio de la Misa, donde la víctima es Jesucristo, se realiza para glorificar a la Santísima  Trinidad y conducir al ser humano hacia el lugar Santo de donde ha salido.
     Si en este “Totum revolotum” actual donde los cambios y la variedad se presenta inesperados, no han mutilado o transformado el Derecho Canónico u otras Leyes Eclesiásticas, la información que voy a darles les será muy útil:
    El aborto es pecado gravísimo contra Natura; pues es insólito que la misma madre viva la inconciencia de matar a su propio hijo.
     Es pecado contra la Ley Positiva: “No mataras”, revelada por el mismo Dios a Moisés.
     Directamente contra Dios, creador y dueño de la vida y de toda Ley.
    El aborto, en toda circunstancia, será pecado y pecado gravísimo. La que aborta y sus cómplices, caen en penas gravísimas, hasta posible excomunión Ipso-facto, según los alrededores,  el conocimiento y plena aceptación de un hecho tan infame y perverso.
     La Autoridad Civil, el  César, muellea, pues defiende la vida de todo animal y dice combatir el crimen, pero abala defiende e impulsa  el asesinato cobarde que ejecuta una madre sobre su hijo.
     Ahora: sí  la que aborta y sus cómplices, o simplemente ella, se arrepienten, como no es un pecado común, tendrá que recurrir al Ordinario del lugar (el Obispo) y el Obispo después de escuchar la narración, valora sobre causas, circunstancias y si hubo pleno conocimiento de la ahora arrepentida. Igualmente puede el Obispo absolverla o enviarla con el Padre Penitenciario. Cumplidas todas las condiciones que pide la Iglesia y dispuesta la persona a cumplir la penitencia, volverá nuevamente a vivir la vida cristiana y a corregirse.
     El aborto es siempre y, a pesar de cualquier circunstancia, gravísimo y todo alegato, no lleva a la justificación. Este es un pecado contra natura que la madre mate a su hijo, al que ella misma ha concebido.
     Es verdad que la Iglesia está llena de misericordia y tiene piedad  del alma de  aquella que ha asesinado a su propio hijo quitándole la posibilidad de una vida Santa y un lugar en el Cielo. A propósito, pregunto ahora: ¿Acaso ella tuvo misericordia para el hijo de sus entrañas? ¿No olvidó la gloria debida a Dios, unida a la gratitud de que el todopoderoso la toma como medio para dar a luz una nueva vida? Porque ni el hombre ni la mujer son autores de la vida, ellos  sólo son medios, quien ha creado y sigue creando la vida a través del alma, de todo ser humano, es Dios. Porque la creación es perenne, la redención  trasciende hasta el final del mundo y la santificación, que procede del Espíritu Santo, se hace presente hasta la eternidad.
     Para que el pueblo no tenga dudas: advierto que el Santo Padre no ha pronunciado este mandato por propia cuenta; ya que la iglesia es la que habla a través del Pontífice. Como ya dijimos, la Misericordia es de Jesucristo y la envía al mundo mediante su Iglesia y esta, a su vez, por el Pastor de los Pastores: El Santo Padre. Como ya insistimos repetidamente: la Iglesia ofrece su Misericordia en este gran pecado del aborto y en otros más; pero no olviden, bajo condición de que el culpable solicite el perdón y tenga un verdadero arrepentimiento.
     El anuncio de Su Santidad ha causado inquietud, por la forma anunciada y, por el mal entendimiento del pueblo, que rompe con lo Sobrenatural y supone que es una idea genial del Papa. El Papa sabe que habla fundamentado en las Leyes Eclesiásticas, sólo que no se abordó con claridad en las condiciones para ofrecer el perdón; pero esto no quiere decir, que de hoy en adelante, el pecado del aborto sea un pecado común y que únicamente se conceda  el perdón con la confesión normal.
     Nuestro Santo Padre actual, como todos los Pontífices, conoce y sabe perfectamente, que en el orden humano, no tiene superior pero, como cabeza visible, representa a Jesucristo y él, como nadie, está consciente de que puede hacer cambios accidentales, pero jamás esenciales y menos, aún, lo gravado en la naturaleza humana.
     La Santa Madre Iglesia, fundada por Jesucristo, está constituida por la Revelación Divina: Tradición Apostólica y Sagrada Escritura.
     Existen Leyes Naturales y Leyes Positivas, todo esto es intocable e incambiable…
     Finalmente, no olvidemos, que el aborto es un pecado gravísimo contra Dios, contra la Ley Natural, contra la Ley Positiva, contra el hombre y la Sociedad…
     Dios es misericordioso, pero no dulzón ni disimulado.  Dios es perfectamente equilibrado en su Ser, en su Misericordia y en su Justicia.
     Nos hemos olvidado de Dios y queriendo ser muy “humanos” no sólo con el pecador, sino con el mismo pecado.


QUE DIOS NOS DE LUZ A TODOS.