miércoles, 30 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(cont.)




B.- Naturaleza Divina de Cristo  

Al fondo de esta humanidad de Cristo, se descubren operaciones muy suyas, propias únicamente de Dios:

Milagros.- Los consignados en los Evangelios son 46, Con toda seguridad que fueron muchos más, pero los relatados se nos muestran como ejemplo para motivar nuestra fe. (Cf. Jn. XXI - 25).

Profecías.- De su propia pasión: Mth. XVI - 21; de su propia Resurrección: Mth. XII – 40; de la destrucción del Templo y del fin del mundo: Mth. XXIV; Luc. XXI.

Escrutación de pensamientos.- “Y al punto, conociendo Jesús en Su Espíritu que así pensaban en su interior … (Mc. II – 8).

Expulsión de demonios.- Consignan siete y muchos más sobre entendidos.

Perdón de los pecados.- “¿Quién puede perdonar: pecados, sino sólo Dios?” (Mc. II – 7; Cf. Luc. VII – 49).

Legislación superior a la antigua.- “Oísteis que se dijo … mas Yo os digo … (Mth. V - 43 sgs.).

Juez de vivos y muertos.- (Mth. XXV – 31 – 46).

Confiere poderes sobrenaturales.- Mth. X – 1; Jn. XX – 22-33.

Argumentos.- “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; más si las hago, ya que a Mí no me creéis, creed a las obras para que sepáis y entendáis que mi Padre está en Mí y Yo en mi Padre” (Jun. X – 37-38).

 Declaraciones.- “El Padre y Yo somos una misma cosa” (Jun. X – 30); “Quien me ha visto, ha visto al Padre” (Jn. XIV – 9).

Manifestaciones oculares.- “Y se transfiguró en presencia de ellos, y comenzó  a relumbrar su faz como el sol, y sus vestiduras se pusieron blancas como la luz” (Mth. XVII – 2).


Proclamaciones.- “Y el Sumo Sacerdote le dijo” Te conjuro por el Dios Vivo que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Dícele Jesús: Tú lo dijiste; empero, os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo” (Mth. XXVI – 63-64). 


sábado, 26 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(cont.)




A.- Naturaleza Humana en Cristo

Naturaleza (Phisis, ousia), es la esencia de una cosa en cuanto sujeto de las operaciones que le son propias. Esto es, la esencia misma en cuanto operativa. Según esta definición, descubrimos en Cristo una Naturaleza Humana correspondiente a su origen humano. La Escritura lo atestigua refiriéndonos sus operaciones humanas, tanto somáticas como psicológicas, v. gr:

Luc. II – 52 .- “Y Jesús progresaba en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y ante los hombres”.

Mth. IV – 2 .- “… sintió hambre”.

Jn. XIX – 28 .- “Tengo sed”.

Mth. VIII -24 .- “El, en tanto, dormía”.

Jn. IV – 6 .- “Jesús, pues, fatigado del camino, se sentó”.

Jn. XI -33 .- “Se estremeció en su espíritu y se conturbó” (Cf. 38).

Jn. XI – 35 .- “Lloró Jesús”.- Luc. XIX – 41: “Viendo la ciudad lloró…”.

Mth. XVI - 37 - 38 .-“Comenzó a ponerse triste y a sentir abatimiento. Entonces les dice: Triste sobremanera está mi alma hasta la muerte”.

Luc. XXIII - 46 .-“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”(Cf. Ps. XXX - 6)


Mc. XV - 37 .-“Mas Jesús, lanzando un gran grito, expiró”.



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(cont.)




B.- ORIGEN HUMANO
 

El mismo Evangelista inicia su precioso Escrito con estas palabras: “Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mth. I – 1)

A partir del verso 2, nos transmite una serie de cuarenta y dos generaciones, siempre con el nexo imprescindible de una generación natural a la siguiente también natural, usando el verbo “genuit” (gr. = egennesen) 39 veces, y nombrando siempre al progenitor varón. Mas al llegar a Jesucristo, ni habla del padre ni usa el verbo “engendró”, sino que, cortando de modo inusual, habla sólo de la Madre, y nombrando a San José únicamente en su dignidad de Esposo: no de padre: “Y Jacob engendró a José, el Esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado  Cristo” (Math. I – 16).

San Lucas procede de modo inverso y parte de San José hasta llegar a Adán, creado por Dios. Pero advierte: “Y era el mismo Jesús, al comenzar, como de treinta años, hijo, según se creía, de José” (Luc. III – 23).

“Hijo, según se creía”; luego en realidad no lo era. Ya antes ha consignado la intimidad de la Anunciación, y San Mateo nos lo ha dicho con todas sus letras: “… lo que ha nacido en Ella es del Espíritu Santo” (Mth. I – 20).

5.- REVELACIÓN, MAGISTERIO Y RAZON

La meridiana claridad de los textos aducidos no deja lugar a dudas: Jesucristo tiene un origen devino y un origen humano, y de ellos concluimos las dos naturalezas inconfusas en Cristo: la Divina en cuanto Dios y la Humana en cuanto hombre: es decir, Dios perfecto y perfecto hombre.

Cómo puede compaginarse esta extraña dualidad en una innegable unidad, es lo que nos explicará el magisterio tras larga elaboración que arranca de los primeros siglos de la Iglesia.

Y es de advertir que, cuando hablamos de la intervención del Magisterio, no pretendemos afirmar que se imponga una arbitraria doctrina o se inventen dogmas; sino que la Iglesia ha definido lo que entenderse debe de la Revelación, y esto mismo lo ha sintetizado en fórmulas elaborando términos humanamente convencionales, que expresan en un solo vocablo o en una sola frase toda la doctrina.


Para  lograr esta síntesis de acuerdo con la verdad y la razón humanas, de modo que la Revelación sea suficientemente expuesta y los dogmas que la Iglesia propone no repugnen a la razón humana, es necesario desentrañar la genuina función de los conceptos metafísicos, como los iremos exponiendo en su oportunidad.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Jesucristo el Dios(cont.)




3.- SOLUCION TEOLOGICA

Aunque la Escritura es clara y explícita en la afirmación de la divinidad y humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, la teología católica aborda el problema, no porque dude, sino porque desea profundizar esta doctrina en cuanto le es dable al entendimiento humano. Y esto, no solo para gozar de su contemplación con fe y amor, sino también para mantener dentro de sus justos límites la fe de los católicos y para dar satisfactoria respuesta a cuantos han pretendido formular sistemas y soluciones al Misterio del Hombre – Dios. El Misterio de la Encarnación es, en su presentación práctica, claro y seguro; pero en sí mismo, en su esencia, es impenetrable. De él escribe San Pablo identificando el plan salvífico con el Verbo Encarnado: “Sabiduría de Dios encerrada en el misterio, escondida, que predestinó Dios antes de los siglos para gloria nuestra” (Cor. II – 7).

No obstante, y puesto que el mismo Verbo Encarnado se dejó ver y tocar y convivió con nosotros emparentando con la raza humana sin dejar su Divinidad (Cf. I Jn. I – 1)  nos es dado inquirir su Personalidad hasta el límite de nuestra capacidad, bajo la guía y dirección de la Iglesia, cuyo Magisterio Infalible ha sido el árbitro y oráculo en estas espinosas cuestiones.

Tengamos, en primer lugar, la convicción de que la solución teológica dimana de y armoniza con el misterio revelado, y que no repugna a la razón humana; pues el mismo que infunde la fe es quien ha dado al hombre la luz del entendimiento.

4.- EL ORIGEN DE CRISTO

A.- ORIGEN DIVINO

El punto de la partida para esta disquisición es el anuncio del Arcángel San Gabriel a la Santísima Virgen María, del cual extraemos las siguientes palabras:

“EL Espíritu Santo descenderá sobre ti y
el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra;
por lo cual, también lo que nacerá será llamado
Santo, Hijo de Dios”.
                                                             (Luc. I – 35)

En el paralelismo, llama el Ángel “Poder del Altísimo” al Espíritu Santo, porque El es término de Amor Inmanente y Subsistente del Altísimo: el Padre. Y anuncia su actuación consciente y personal, porque es persona: la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.


Descender sobre María o cobijarla, o mejor aún: cubrirla o hacerle sombra, significa que Ella será el objetivo de un privilegio jamás pensado; que realizará en Ella el milagro de una fecundación virginal fundamentalmente divina.

Esta fecundación no se realizó por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Y lo revela el Ángel a San José, el mayor testigo de Esa Concepción sin concurso humano: “José, hijo de David, no temas recibir (en tu casa) a María tu esposa, pues lo que se engendró (a ha nacido) en Ella, es (obra) del Espíritu Santo” (Mth. I- 20).

Este milagro inaudito fue profetizado por Isaías (VII -14), y cita San Mateo el texto para que sea comprobado su cumplimiento: “Todo esto ha acaecido a fin de que se cumpliese lo que dijo el Señor por el profeta, que dice: He aquí que una Virgen concebirá, parirá un hijo, y llamarán su nombre Emmanuel, que traducido, quiere decir Dios con nosotros” (Mth. I-22-23).

¡”Dios con nosotros”! Intencionadamente el Evangelista tradujo la palabra “Emmanuel” para revelarnos con claridad Quién Es el que se encarna: aquel a quien – remontándonos al Seno de la Sanísima Trinidad – le oímos decir: “Mi delicia es estar con los hijos de los hombres” – (Prov. VIII – 31).     




jueves, 17 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios (cont.)




De modo simultáneo lleva una vida terrena completa y no se aparta de su Vida Divina que es, en sí, perfecta, pues dice de Sí mismo: “Nadie ha subido al cielo si no es el que ha bajado del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Jn. III-13).  El puede obrar y hablar de Sí mismo como Hombre y como Dios; como interior al Padre y como igual a El, como existente desde la eternidad y como venido al tiempo. (Cf. Mc. VIII-2; M VII – 29. Mc. XIV -36; Jn. VIII -58; Jn. III – 17). Jesucristo, empero, no es un hombre divinizado, sino Dios – Hombre, un Hombre – Dios. Todo El es una sola entidad: una unidad humano – divina; de donde sus operaciones son llamadas “teándricas”: que así como en este vocablo solo se unen y distinguen dos raíces (Théos = Dios; ántropos = hombre), así en su Divina Persona se unen sin confundirse las naturalezas Humana y Divina, en una sola Persona.      





miércoles, 16 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(cont.)




La poética expresión de San Juan se repite en las fogosas frases de San Pablo, quien abre su Carta a los hebreos con esta revelación: “Dios… nos habló a nosotros en la Persona de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas la cosas, por quien hizo también los mundos; el cual, siendo destello esplendoroso de su gloria e impronta de su Substancia, sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, después de obrar por Sí mismo la purificación de  los pecados, se sentó a la diestra de la Grandeza en las alturas… “ (Hebr. I-2-3).

En todo lo anterior descubrimos a Dios mismo como Dios y Redentor, Dios, porque “el Verbo era Dios”, “impronta de su Substancia”; Redentor, porque “el Verbo se hizo carne” y “obró por Sí mismo la purificación de los pecados” (Jn. I-1, -14; Hebr. I-2).

Y para demostrar que rige en todo esto una operación exterior del Verbo en obediencia a la Voluntad del Padre, he aquí un texto en que San Pablo nos revela el modo como fue ejecutado el plan salvífico: “… el cual (Cristo), subsistiendo en la forma de Dios, antes se anonadó a Sí mismo tomando la forma de esclavo, hecho a semejanza de los hombres y en su condición exterior presentándose como hombre; se abatió a Sí mismo hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz…” (Pilip. II,6-8).

Consta en este texto una doble naturaleza: la divina que el Verbo tiene eternamente por Sí mismo (Cf. Jn. XVII-5), y la humana que asume en el tiempo. Pues si el subsistir “en la forma de Dios” – y no por usurpación sino por su propia generación eterna – se entiende tener Naturaleza Divina, el tomar la “forma” de los hombres equivale a asumir la naturaleza humana.

De aquí que subsista inconfundible Dios y Hombre; pues tras haber asegurado la resurrección y dominio universal de Él, dice San Pablo que “toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, llamado a compartir la gloria de Dios Padre” (Filip. II, 9-11).
Síguese de todo esto que el Redentor tiene un doble origen: el divino en la eternidad cabe el Padre, y el humano en el tiempo, en Seno de la Virgen.
Que tiene, por tanto, dos naturalezas distintas y completas: la Divina en cuanto a Dios y la Humana en cuanto hombre.

Y que la confesión sin confusiones de estas dos naturalezas, es la llave que abre la inteligencia de la Revelación divina de la Biblia: profética en el Antiguo Testamento y cabalmente cumplida en el Nuevo.


Cristo es Dios y es Hombre. No por ser Dios es menos Hombre, ni por ser hombre es menos Dios. Dios en la eternidad y en el tiempo; Hombre en el tiempo con trascendencia divina en la eternidad.


martes, 15 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(cont.)




Sólo Dios colma en Sí toda la grandeza y santidad que imaginarse pueda; pero sería absurdo que Dios se diera satisfacción a Sí mismo, pues siendo el ofendido no puede ser el ofensor. Además, la profecía del Protoevangelio expresa claramente la condición humana del Redentor: la “Mujer” sólo puede engendrar seres humanos. “Ella”, dice el texto (Vg.) señalando a la Descendencia, o mejor aún al “Descendiente” como traducen los LXX (autos) y la Itala (ipse). Y como la profecía anuncia bajo la figura de mordedura mortal en el calcañar o talón la muerte del Redentor, no era posible que Dios nos redimiera, porque Dios no puede morir.

Luego: o no puede haber Redención según el plan profetizado, o debe buscar Dios otro medio para lograr la salvación de los hombres.

Este es el punto crucial del problema y la incógnita de su solución. Y ésta la resuelve Dios en su infinita sabiduría que no puede quedar frustrada ante las circunstancias. Dios sostiene su palabra dada en el Protoevangelio: por la muerte y victimato del Redentor será la Redención del hombre y restaurada la gloria de Dios, siendo su propio Hijo quien saldrá fiador por nosotros, y dando su propia vida, consumará en su Sangre la obra redentora. (Cf. Rom. V-9; III- 21-26; HEBR. XII-12).

La solución dictada por el mismo Dios es la Encarnación del Verbo por la cual sería hombre perfecto para merecer, sin dejar de ser perfecto Dios, para que esos méritos fueran infinitos. Y el Verbo se encarnaría para enseñar la verdadera Sabiduría al hombre engañado por los falsos resplandores de Satanás, y porque había de ser restaurada la creación conforme su causa ejemplar que es el Verbo, y al hombre haría partícipe por adopción de la Filiación que El tiene por naturaleza, y de la herencia eterna que a El le corresponde por derecho propio.

Bien hubiera podido el Señor señalar otros medios: en todos hubiera resplandecido su misericordia y el Verbo quedado como Intercesor. Pero en el Decreto de la Encarnación del Verbo se pone de manifiesto el infinito amor de Dios a los hombres: por amor, el Padre envía su Hijo al mundo (Cf. Jn. III-16); por amor, el Espíritu Santo realiza el milagro de la concepción virginal (cf. Luc. I-35); por amor – redunda el decirlo-, el Verbo asume naturaleza humana en el seno de la Santísima Virgen a fin de morir por nuestro amor (Cf. Hebr. X -5-7; Ps. XXXIX -7-9; Gál. II- 20).

De este plan redentor fraguado en los divinos arcanos, parte la revelación más sorprendente en inefable síntesis: un contraste inconcebible para la mente humana y posible sólo en la mente y omnipotencia de Dios:
Contempla San Juan la gloria eterna y la divinidad del Verbo: Engendrado y consubstancial en operación inmanente intratrinitaria:

“En el principio era el Verbo,
y el Verbo era cabe Dios,
         y el Verbo era Dios…” (Jn. I-1)

Y tras haberlo presentado en sus operaciones ad extra como Creador y vivificador de cuanto existe, da un vuelco a esta sublime descripción para aturdir hasta el vértigo nuestra captación humana, con esta revelación tan inaudita como inspirada.

“…Y el Verbo se hizo carne”,
con una finalidad:
“… y habitó entre nosotros,…”
sin perder su Ser Divino y original:
“…y vimos su gloria,
gloria cual del Unigénito del Padre,

pleno de Gracia y de Verdad”.(Jn. I-14).

martes, 8 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios (cont.)




2.- EL PROBLEMA:

¿Porqué y cómo realizó el Verbo la Redención del hombre?

A.-  Porque el pecado de Adán ofendió gravísimamente a la Santísima Majestad del Altísimo, deturpó la Imagen que El le imprimiera y borró su semejanza: el alma quedó deformada y destituida de la gracia Santificante. La Redención tendría por finalidad desagraviar y satisfacer a la Justicia Divina, restaurar la Imagen de Dios en el hombre y devolverle la Gracia que había poseído al ser creado “en justicia y santidad de verdad” (Cf. Ef. IV-24).

El redimir al hombre implicaría, pues:

a)     Satisfacer la Justicia quebrantada por el pecado, la cual es infinita en Dios y se proyecta en el hombre finito; pero en el caso de la desobediencia de la creatura, lesiona de modo proporcionalmente infinito los derechos de Dios.
b)    Desagraviar a la Majestad de Dios, que ha sido ofendida por las pretensiones inducidas por el Demonio a Eva y  a Adán: “Seréis como Dios…” (Gén. III-5).
c)     Restaurar el Orden Sobrenatural establecido por Dios para bien de su creatura racional, en analogía con su Santidad; mismo que la rebelión del hombre había destruido haciéndole enemigo suyo. (Cf. Rom. V-10).

  B.-  El cómo de la Redención se remonta hasta el momento mismo de
                    la sentencia que Dios dictó contra el hombre: en ese mismo
                    instante tuvo Dios misericordia de su creatura caída y le prometió
                    un Redentor, diciendo a la Serpiente y en ella al Demonio: 

                   “… Y enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu descendencia
                   y la suya; la cual quebrantará tu cabeza y tú acecharás su calcañar”


                                                                                                        (Gén. III-15).


Conforme a este texto, príncipe y fundamental, eje de toda la Escritura, ha de haber un enfrentamiento entre la Serpiente (o Satanás, Cf. Apoc. XII-9) y su descendencia de pecado que envuelve a todos sus secuaces, que son primeramente los Ángeles caídos, contra la mujer ahí presente, madre de todos los vivientes, de la Humanidad, y contra AQUEL que en Sí recapitula a toda esa descendencia o humanidad: “el Hijo del hombre”, el Redentor. (Cf. Gál. III-16).

Y es digna de notarse la relación o nexo que tiene con “la Mujer” el Protagonista de esta lucha: ha de ser descendiente suyo: luego tiene que ser humano, puesto que en la lucha habrá de sufrir la mordedura de la Serpiente: pagará con su vida la redención de la humanidad.

Ahora bien, ¿un descendiente de aquella Mujer que cayó ante la tentación de la Serpiente, tendrá fuerza y poder suficiente para redimir a la humanidad? ¿Podrá dar satisfacción cumplida a la infinita Majestad de Dios)


No hay en toda la creación nada ni nadie que pueda cumplir tan sublime como delicada misión: ni las creaturas inertes ni las irracionales pueden ser víctimas agradables; ni siquiera los hombres ni aún los Ángeles. Porque ninguno, por consciente, racional y encumbrado que sea, puede tener los méritos infinitos que se requieren para restaurar el Orden Sobrenatural de la Gracia, que es la gratuita participación de la Naturaleza Divina. (Cf. II Petr. I-4)


lunes, 7 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios(inicio)




JESUCRISTO ES DIOS

Por el P. Manuel Robledo, E.D.

                                               PROLOGO

En el folleto que intitulamos “CREO EN LA SANTISIMA TRINIDAD”, respondimos a las blasfemias con que la secta de los “Testigos de Jehová” pretende negar este Divino Misterio. En el presente nos dedicaremos a responder a las consecuencias que se seguirán de la negación de este Dogma; esto es: la negación absoluta de la Divinidad de nuestro Señor Jesucristo, que sobre esa base falsa propalan dichos sectarios. A este fin deseamos que en todo este escrito se halle una radical afirmación: “JESUCRISTO ES DIOS”.

Los Testigos de Jehová atacan ambos Misterios con una negación recíproca: puesto que no hay Trinidad, no pudo haberse encarnado un Verbo no existente; y viceversa: si Cristo no es Dios, no hay tal Persona Divina Encarnada: luego no existe la Trinidad. Este es el meollo de su herética argumentación.

En esta refutación no espere el lector un tratado exhaustivo. Saludaremos , apenas y de lejos, lo que la Sagrada Escritura y la Teología Católica enseñan sobre el Verbo Encarnado; sin embargo, nos esforzaremos por consignar y explicar los puntos fundamentales y, consiguientemente, por responder las blasfemas negaciones de los sectarios.
                                                                                                              El Autor


PRIMERA PARTE


EL MISTERIO DE LA ENCARNACION

  EN LOS DATOS DE LA REVELACION Y

                                     EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA

1.- NEXO:

Probada ya la existencia de la Santísima Trinidad: Padre, Verbo, Espíritu, tres Personas distintas y consubstanciales, fijemos ahora nuestra mente y atención en el Verbo, pues El ha querido tener con nosotros una relación preferencial y exclusiva:

a a)  Origen del Verbo.- Eternamente engendrado por el Padre mediante su Entendimiento en operación inmanente de entenderse a Sí mismo con intelección divina, y por ende substancial en la naturaleza divina: Persona en sentido teológico. Es, con toda verdad y propiedad, Hijo Eterno del Eterno Padre.

   b)   Operación ad extra.- Las Tres Divinas Personas ejercen operaciones conjuntas al exterior de la Esencia Divina, que se llaman transeúntes o “ad extra”. Estas son propias o apropiadas. Y así, El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo crean el mundo con operación ad extra propia y común a las Tres: pero la teología apropia la Creación al Padre por ser Origen y Poder. Al Espíritu Santo se le apropian las obras de la Gracia por ser El, Término de Amor.

Sin embargo, aunque la Redención del género humano es obra ad extra común a las Tres Divinas Personas, la Encarnación con todos sus consectarios es propia y exclusiva del Verbo.

Nos ha sido revelado que Dios Padre determinó dar al mundo su Unigénito para salvarlo (Jn. III-16-17) y que el Espíritu Santo obró el milagro de la concepción del Verbo Encarnado (Luc. I-35), influyó en la actuación del Redentor (Luc. IV-1) y consolidó a la Iglesia Act. II-2). Pero la Encarnación se revela como obra ad extra del Hijo (Jn. I-14).

En este se4ntido, el Celebrante, mirando piadosamente a la Hostia Consagrada, recita esta oración en el Canon de la Misa: “Señor Jesucristo Hijo de Dios Vivo, que por voluntad del Padre y cooperando el Espíritu Santo vivificaste al mundo con Tu muerte…”


Mirando, pues, al Verbo, es propia y exclusiva suya la obra ad extra de la Encarnación y su actuación personal en la Redención de la Humanidad.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(fin)




No tiene ni la sombra de esta gloria esa organización de origen protestante en lo religioso y de origen mercantil en lo social, cuya fundación se inicia hace poco más de un siglo y cuyo fundador, Charles Taze Russell, comerciante de oficio, se metió a “teólogo”, y por buscar el tema que más impresionara a su clientela (el fin del mundo), incursionó por cuenta propia en la profecía, ganándose el nada envidiable galardón de “falso profeta”.

Su Sucesor, Joseph F. Rutherford, utilizando la organización de Russell, se lazó rabiosamente contra la Iglesia y dio a la Secta un carácter anticatólico. Las negaciones de la Santísima Trinidad comenzaron a partir de Rutherford; y el Sucesor de éste, Natan Hommer Knorr, ordenó la infame “traducción” de su “Biblia”. Ambos son también, “falsos profetas”.

Pregunto al sentido común de los hombres honrados: 

¿A quién daréis vuestro asentimiento?

¿A Jesucristo Hijo de Dios, Camino, Verdad y Vida (Jn. XIV-6); o a la impía pandilla formada por Míster Charles Taze Russell, Míster Joseph F. Rutherford y Míster Natan Hommer Knorr?

¿A la Iglesia Católica, “columna y fundamento de la verdad” (I Tim. III-15); o a la tenebrosa descendencia de esos impíos comerciantes, que conforman la Secta de los “Testigos de Jehová”?


Conclusión


Oh Dios, que en tu designio misericordioso de acercarte al hombre, creatura tuya, te has dignado revelarle la existencia de tu Misterio Trinitario: yo te confieso con toda tu Iglesia Católica, Uno en Esencia y Trino en Personas.

He sido bautizado en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y Tú has sellado mi alma con este carácter trinitario.

Concede a quienes, aunque indignos, hemos sido iluminados con la fe de este Misterio, perseverar en su profesión hasta la muerte y gozar de su contemplación en la Eterna Bienaventuranza.

Te pido por todos aquellos que, lejos de la Casa Paterna, han sido bautizados en tu Nombre: que en virtud de tu Unidad Trinitaria vuelvan al único redil y sean con nosotros un solo rebaño bajo el mismo Pastor.

Perdona a quienes, seducidos por blasfemias acechanzas, han apostatado de su fe trinitaria y renegado de su Bautismo. Devuélveles la Fe que por su apostasía han perdido.

Aparta del camino de las almas a aquellos que sirviendo voluntariamente de instrumento a Satanás, organizan y promueven esa apostasía. Confunde sus designios; reprime sus blasfemias.

Que todos los hombres, elevando sus manos hacia tu Divino Misterio, te aclamen y canten.


OMNIPOTENCIA DEL PADRE, AYUDA MI FRAGILIDAD Y SÁCAME DE LO PROFUNDO DE MI MISERIA.

SABIDURÍA DEL HIJO, DIRIGE TODOS MIS PENSAMIENTOS, PALABRAS Y ACCIONES.

AMOR DEL ESPÍRITU SANTO, SÉ EL PRINCIPIO DE TODAS LAS OPERACIONES DE MI ALMA, PARA QUE CONTINUAMENTE SEAN CONFORMES AL DIVINO BENEPLÁCITO.

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR DIOS DE LOS EJÉRCITOS. LLENOS ESTAN LOS CIELOS Y LA TIERRA DE LA MAJESTAD DE TU GLORIA.

GLORIA AL PADRE,

GLORIA AL HIJO,


GLORIA AL ESPÍRITU SANTO. 


Creo en la

martes, 1 de diciembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)




Si los “Testigos” conservan todavía un ápice de sentido común, no podrán negar la existencia del Misterio de la Santísima Trinidad ante la enorme lista de textos escriturísticos que hemos aducido en este folleto. Se convencerán que sus dirigentes los han engañado. No podrán vomitar su ponzoña contra la divinidad de Jesucristo ni contra la Personalidad del Espíritu Santo. En los Textos aducidos tienen una amplia respuesta. Son textos genuinos, libres de adulteración, no como los de su sacrílega “Traducción del nuevo Mundo”. Que pidan a Dios les devuelva la fe y se abrirán sus ojos. Que oigan a la Iglesia y lucirá la verdad en sus entendimientos.



La fe del Carbonero


Llamase así con gracioso epíteto, a la fe sencilla del pueblo, que no está obligado a especular entre las sutilezas de los teólogos. Pero esta fe es decisiva, porque encierra el “sensus fidei” o “sentido de la fe” que pervade a toda la Cristiandad en fuerza de la fe sobrenatural que le fue infundida en el Bautismo.

¿Y qué dice el sentido de la fe cristiana?

a) Que las pruebas bíblicas en favor del Misterio de la Santísima Trinidad son claras y abrumadoras.

b) Que entre dos autoridades que testifican: una antigua y tradicional, y la otra novísima y revolucionaria, es más seguro asentir al testimonio de la autoridad antigua y tradicional y debe ser rechazada como escandalosa y temeraria la que de último momento se presenta improvisando aseveraciones que contrastan con la doctrina de tantos siglos recibida en todo el universo.

La Iglesia Católica tiene veinte siglos de enseñar Dogma, Moral y Culto, no por sí misma, sino por mandato de Cristo, basada en la Revelación y gozando del carisma de la Infalibilidad.


De labios de su Divino Fundador, Jesucristo, recibió este Santísimo Misterio, y así lo ha trasmitido. Ha sostenido luchas seculares contra los sistemas heréticos que lo han atacado, y siempre lo ha conservado incólume, salvándolo y presentándolo ante el mundo con mayor firmeza y claridad. Los Santos Padres, varones de admirable sabiduría y santidad, lo han defendido impertérritos hasta con su vida.