miércoles, 12 de octubre de 2016

Continuación del Santo Evangelio. . .(cont.)



P R O L O G O

Los textos evangélicos que presentamos corresponden a los párrafos elegidos para los esquemas litúrgicos entonces insertados en el Misal Romano promulgado por el Sacrosanto Concilio de Trento. (Pío V – Pío X – Benedicto XV).

Hemos procurado reconstruir los mismos textos que entonces se leían en el púlpito y que corrían de mano en mano impresos en la Hoja Dominical. Eran entresacados de la traducción castellana tenida, en aquellos días, como hecha por el Ilmo. Sr. Dn. Félix Torres Amat, Obispo de Astorga. La fluidez y cadencia del lenguaje puntualizado por algunas interpolaciones explicativas daban tal fuerza didáctica a los párrafos evangélicos, que, leídos año tras año, iban grabándose en la mente y en el corazón de los oyentes insensible pero profundamente.

Más tarde esta misma traducción ha sido publicada por el Apostolado de la Prensa de Madrid, identificándola los sabios como original del R.P. José Miguel Petisco, de la Compañía de Jesús, doctísimo Escriturista y profundo conocedor del griego, el hebreo, el caldeo, siríaco y árabe; nacido en Ledesma, Salamanca, en 1724 y muerto en 1800. Torres Amat la había revisado e intercaló, como hemos dicho, algunas glosas brevísimas en letra cursiva dentro del texto y la anotó sabiamente. Fue él quien la dio a conocer y la divulgó entre los pueblos de habla hispana.

Guardaban también nuestros mayores con gran reverencia en la mesa principal de la sala o en el lugar de honor de su Biblioteca, la muy respetable edición bilingüe del Ilmo. Sr. Don Felipe Scio de San Miguel, Obispo de Segovia (1790-1794), riquísima en anotaciones y editada en cinco preciosos volúmenes de sobria presentación y acabado.

La traducción de Scío es precisa y más apegada al texto de la Vulgata; la de Torres Amat en tan valiosa como la anterior, pero sigue una cierta libertad más castiza que la hace más ágil y atractiva. Quizás por esto se divulgó más y fue empleada como base de la comunicación que el Sacerdote entablaba con el pueblo en la predicación de la Homilía: era un pueblo acostumbrado a desterrar las expresiones triviales de la literatura destinada para el culto divino; era un pueblo de fino oído musical que, cantando, había memorizado el incomparable Catecismo de Ripalda y rumiando los conceptos místicos en la penumbra de los templos y en el recogimiento de sus alcobas, había asimilado la sublime “Imitación de Cristo” que leía suavemente en la cadenciosa traducción del R.P. Juan Eusebio Niéremberg. . .

Cada párrafo evangélico está precedido de la consabida introducción: “Continuación del Santo Evangelio según. . .” con que anunciaba el Sacerdote a los fieles la traducción que hacía del texto latino al idioma patrio. Generalmente el primer versículo es tomado a la mitad, precediendo al texto aquella clásica introducción de: “. . . En aquel tiempo, - dijo Jesús a sus discípulos – esta parábola – acercáronse a Jesús los Escribas y Fariseos - dijo Jesús a las turbas de los judíos. . .” que proporcionaban el marco histórico del acontecimiento o la doctrina expuesta. Hemos procurado, además, que el texto sea íntegro como en el Misal aunque nuestro comentario fije su atención en un solo hecho o dicho de los varios que entran en la sección.


Cuanto a los textos citados en el curso de la homilía, unos son tomados de la traducción que de la Biblia hicieron Bover-Cantera; otros de         Nacar-Colunga o Colunga-Turrado; otros de los traducidos por Fr. Serafín de Assuejo y de otras versiones católicas que tuvimos a la vista cuando preparábamos estas homilías con la intención de predicarlas a los Fieles.  

    

No hay comentarios:

Publicar un comentario