martes, 21 de enero de 2014

Quién y qué es un cristiano (cont).


Bautismo, Confirmación, Comunión.- En la segunda parte trata de los fieles laicos: de los Catecúmenos, el Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión. Aquí se contiene el más antiguo ejemplar del primitivo Símbolo Romano. Notable es el paralelismo que existe en los ritos de la Confirmación de entonces y los de hoy: "... luego, derramando con la mano óleo santificado e imponiéndolo sobre la cabeza de ellos, diga: "Yo te unjo con óleo del Señor, el Padre Todopoderoso, y en Jesucristo y en el Espíritu Santo. " después de haber hecho la consignación en la frente, que les dé el ósculo de paz y diga: "El Señor sea contigo" La Misa es igualmente impresionante para quien sabe contemplar la esencia del Sacrificio Eucaristico.

Misa dominical. Liturgia.- En la tercera parte trata de la Misa dominical y las costumbres de los laicos, el lucernario, el ayuno, la oración litúrgica, la Comunión diaria y una perfecta distinción entre la Eucaristía y el Ágape: "Este pan (el ágape) es una eulogía; pero no la Eucaristía, que es el Cuerpo del Señor".

Padres Apostólicos.- Quien quiera saber lo que de viva voz enseñaron los Apóstoles, que consulte a sus discípulos inmediatos. La Iglesia reconoce a cuatro principales que llama "Padres Apostólicos"; estos son: Clemente Romano, Papías, Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmima. En sus escritos descubrimos la misma fe que ahora profesamos; contemplamos a la Iglesia tal como ahora la vemos; la Jerarquía, así como hoy la tenemos, constituida de Obispos, Presbíteros y Diáconos, estando a la cabeza para apacentar a todos , el Obispo de Roma, Sucesor directo del Apóstol San Pedro y heredero de sus poderes sobrenaturales y prerrogativas jurisdiccionales.

Interesa notablemente a los investigadores modernos la figura excelsa de San Ignacio, Obispo de Antioquía, dada la importancia histórico-doctrinal de las Cartas que escribió cuando, aherrojado, era trasladado a Roma para ser martirizado. "Estas cartas proyectan una luz preciosa sobre las condiciones internas de las comunidades cristianas primitivas", escribe el Prof. Johannes Quasten en su Patrologia (1, 72).

Este Santo Obispo conoció personalmente a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y fue discípulo directo del Apóstol San Juan. Fue martirizado el año 107 bajo Trajano, a los setenta y dos años de su edad, sólo nueve años desués de la muerte del Discípulo Amado, su Maestro.

Ávido de morir por Cristo, se compara con el trigo que ha de ser molido por los dientes de las fieras: "Trigo soy de Dios y por los dientes de las fieras he de ser molido, a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo" (Ad Rom. IV-4).

Eucaristía. Jerarquía Eclesiástica. - San Ignacio habla claramente de la Eucaristía, usando este mismo término que por primera vez en la literatura cristiana primitiva encontramos en la Didajé para designar el Sacrificio del Cuerpo y la Sangre del Señor. ¡Admirable correspondencia si se tiene en cuenta la distancia de tiempo y espacio! Así declara la fe de la Iglesia: "La Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo la misma que padeció por nuestros pecados, la misma que, por su bondad, resucitóla el Padre" (Ad Smyrn VII-1).

Es interesante su mención de la Jererquía, su división de oficios, su dignidad y el respeto y obediencia que se les debe: "Yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, presidiendo el Obispo, que ocupa el lugar de Dios, y los Presbíteros, que representan el Colegio de los Apóstoles, y teniendo los Diáconos, para mí dulcísimos, encomendado el ministerio de Jesucristo" (Ad Mgn. 6.1).

La Iglesia.- A la Iglesia la llama "el lugar del Sacrificio", porque se caracteriza por el Sacrificio Eucaristico; y a la Diócesis de Roma le reconoce su presidencia en toda la vinculación de las Diócesis del mundo: "puesta a la cabeza de la caridad" (Ad Rom.).

Amor a N. S. Jesucristo.- Su ardiente amor a Jesucristo quisiera transfundirlo en todos sus lectores: "Hagamos, pues, todas las cosas con la fe de que El mora en nosotros, a fin de ser nosotros templos suyos, y El en nosotros Dios nuestro. Lo cual así es verdad y así se manifestará ante nuestra faz." (Ad Ef. 15,3).

Liturgia de la Misa.- El testimonio de San Justino mártir (+ 165 en la cuarta persecución bajo el Emperador Marco Aurelio), es sorprendente, sobre todo en lo que se refiere a la Santa Misa. El valiente apologista, en su primera defensa dirigida al anterior Emperador Antonino Pío (138 - 161) en favor y justificación de los Cristianos, hace una clara descripción del Sacrificio Eucaristico. En ella nos place encontrar, paso a paso, todas y cada una de las partes de la Misa: Lecturas bíblicas, Lectura del Evangelio, Homilía, Ofertorio, Cánon, Epíclesis, consagración y Comunión. Hasta la colecta pecuniaria en favor de la Iglesia, del culto, de los necesitados, ha sido incluída en su sencilla pero detallada descripción.

Eucaristía.- Y para que conste cuál es la esencia del Culto cristiano en la Eucaristía, penetra hasta el fondo sobrenatural de la Misa: "...y este alimento se llama entre nosotros "Eucaristía", de la que a nadie es lícito participar, sino al que cree ser verdaderas nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y viva conforme a lo que Cristo enseñó. Porque no tomamos estas cosas como pan común ni bebida ordinaria, sino que, a la manera que Jesucristo Nuestro Salvador, hecho carne en virtud del Verbo de Dios, tuvo carne y sangre por nuestra salvación, así se nos ha enseñado que por virtud de la oración al Verbo que de Dios procede, el alimento sobre que fue dicha la acción de gracias - alimento de que, por transformación, se nutren nuestra sangre y nuestras carnes- es la Carne y la Sangre de aquél mismo Jesús encarnado. Y es así que los Apóstoles en los Recuerdos por ellos escritos, que se llaman Evangelios, nos trasmitieron que así les fue a ellos mandado cuando Jesús, tomando el pan y dando gracias, dijo: "Haced esto en memoria mía, éste es mi Cuerpo". E igualmente, tomando el cáliz y dando gracias, dijo: 
"Esta es mi Sangre"; y que sólo a ellos les dio parte ..." (Apol. I-65-66).

Matrimonio, Procreación.- De la vida íntima de los primitivos cristianos habla Atenágoras de Atenas en su "Súplica" que hacia el año 177 compuso y dirigió a los Emperadores Marco Aurelio Antonino y Lucio Aurelio Cómodo en favor de los Cristianos. De la generación dentro del matrimonio cristiano, atestigua: "Como tengamos, pues, esperanzas de la vida eterna, despreciamos las cosas de la presente y aún los placeres del alma, teniendo cada uno de nosotros por mujer a la que tomó conforme a las leyes que por nosotros han sido establecidas, esto con miras a la procreación de los hijos. Porque al modo que el labrador, echada en tierra la semilla, espera a la siega y no sigue sembrando; así para nosotros, la medida del deseo es la procreación de los hijos".

Enmedio de los horrores del mundo pagano, responde a la calumnia de asesinato al proclamar: "Nosotros afirmamos que los que intentan el aborto cometen un homicidio y tendrán que dar cuenta a Dios de él. Entonces, ¿por qué razón habíamos de matar a nadie? No se puede pensar a la vez que lo que lleva la mujer en el vientre es un ser viviente, objeto por ende de la Providencia de Dios, y matar luego al que ya ha avanzado en la vida; no exponer lo nacido por creer que exponer a los hijos equivale a matarlos, y quitar la vida a lo que ha sido ya creado." (Súpl. 35).

Vida Religiosa.- De la Vida Consagrada a Dios, Atenágoras nos informa: "...y hasta es fácil hallar entre nosotros a muchos, hombres y mujeres, que han llegado a la vejez célibes, con la esperanza de más íntimo trato con Dios" (Ib. 33) A este propósito, Metodio, Obispo de Olympia (+ 311), ya a finales del S. III canta a la virginidad y pone en labios de las vírgenes cristianas, entre estrofas laudatorias a Cristo, a la Virgen Inmaculada y a la Iglesia, esta antífona que nos hace entrever la codificación canónica y litúrgica de la Vida 
Consagrada: "A Ti consagro mi pureza, ¡oh divino Esposo! y voy a tu encuentro con la lámpara brillante en la mano" ("El Banquete de las diez Vírgenes").

Vida Eterna. Sufragios. Culto a los Santos.- La Iglesia Primitiva espera en la eternidad bienaventurada. Escribe Teófilo de Antioquía (después del año 180): "A los que, conforme a paciencia, buscan la incorrupción por las buenas obras, les hará gracia de la vida eterna" (A Autólico, I-14). En Ella se hacen sufragios por el eterno descanso de las almas de los muertos, y hasta se tiene día fijo para hacerlos, como atestigua Tertuliano: "En el día aniversario hacemos oblaciones por los difuntos" (De corona, 3).

Los epitafios de las sepulturas cristianas lo atestiguan: "...No os olvidéis de recordar en vuestro pensamiento a Agapé, a fin de que Dios Omnipotente guarde a Agapé para la vida eterna" (S. II). "A la muy dulce esposa Lucifera, toda dulzura. Dejó a su esposo en gran dolor. Y así, se ha puesto esta inscripción para que todo hermano, al leerla, ore a Dios para que su alma sea acogida, pura y santa, junto a El" (S. II).

Y se pedía la intercesión de los que habían muerto: "Anatolio, nuestro primogénito, que nos fue dado por poco tiempo, ruega por nosotros" ( S. II). "Atticus. Descansa en paz . En adelante, tiene la seguridad de ser invulnerable. En tu solicitud, intercede por nuestros pecados" (S. II).

En la Iglesia primitiva se rinde culto de dulía a los Mártires, sin menoscabo, antes con lustre del culto de Latría debido únicamente a Dios. Así nos lo enseña en el S. II el Autor del Martyrium de San Policarpo, acaecido el año 155, con estas palabras que responden con profundidad teológica a las sangrientas burlas de paganos y judíos: "Es que ignoran que, ni podemos abandonar jamás a Cristo, que murió por la salvación de los que se salvan en el universo mundo -El, Inocente, por nosotros pecadores-, ni rendir culto a nadie fuera de El. Porque a El adoramos como a Hijo que es de Dios; pero a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto por el amor insuperable que mostraron a su Rey y Maestro" (XVII) Y tenían celebraciones aniversarias en honor de los mártires: "Allí, (en el lugar del martirio), según nos fuere posible, reunidos en júbilo y alegría, nos concederá el Señor celebrar el natalicio del martirio de Policarpo, para memoria de los que acabaron ya su combate y ejercicio y preparación de los que tienen aún que combatir" (Ib. XVIII) (Llamaban "natalicio" al día de la muerte de los santos, porque precisamente con la muerte temporal se nace a la Vida Eterna).

Y si tal era la comunicación que tenían con la Iglesia Purgante y con la Triunfante, a nadie extrañará encontrar en la literatura cristiana del S. III el ejemplar más antiguo de esta oración que aun en nuestros días seguimos elevando a la Virgen María: "Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios. No desoigas nuestras súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todos los peligros, ¡Oh Virgen Gloriosa y Bendita!" (Hallada en un papiro del S. III).


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