sábado, 5 de julio de 2014

Sobre las sectas protestantes (cont.).


Cuanto dejamos dicho del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es enseñanza del Magisterio Eclesiástico, que es Infalible, y lo concluye de la Revelación (Biblia y Tradición Apostólica).

Este Dogma, en sí mismo, es un misterio cuya existencia no conoceríamos si el mismo Cristo no se hubiera dignado revelárnoslo. Pero el misterio no puede ser explicado porque dejaría de ser misterio y porque excede la capacidad de nuestra pobre inteligencia. No es posible que la inteligencia humana abarque y domine a la Esencia Divina.

Solo Dios se entiende, se conoce y se comprende perfectísimamente a Sí mismo. Nosotros, aquí y en el tiempo, tenemos un anticipo mediante la Fe y la Revelación, pero poseeremos plenamente la verdad integral cuando estemos en la Gloria de la Eternidad, a proporción de nuestra simple condición de creaturas elevadas al orden sobrenatural e iluminadas con la "luz de la gloria". El conocimiento de aquí abajo es parcial y nebuloso; el del cielo será claro y profundo, pero no en la plenitud de la infinitud divina sino en relación con nuestra capacidad. Así dice San Pablo: "... ahora vemos por medio de espejo, en enigma; mas "entonces cara a cara. Ahora conozco parcialmente; entonces conoceré plenamente, al modo que yo mismo fui conocido." (I Cor. XIII - 12).

Y aquí conviene hacer notable la mala fe de los "Testigos": en todo lo que fácilmente se percibe en la Sagrada Escritura, tuercen la verdad por la tergiversación de los textos; mas en lo que es de suyo ininteligible, niegan con aire dogmatista, exigen razones lógicas y matemáticas, cuando que las mismas ciencias exactas se estrellan ante el misterio de Tres en Uno y Uno en Tres. Porque la Verdad de que se trata excede nuestras fuerzas naturales, y sólo auxiliados por la gracia discurrimos con la Metafísica y la Teología distinguiendo entre Naturaleza y Substancia, entre Persona y Esencia, entre Procesiones y misiones, entre propiedad, unidad e igualdad.

Es Cristo quien, al brindar la aplicación de su Redención, al abrir las puertas de la Iglesia y de la salvación, exige la aceptación de este Misterio: " ... bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mth. XVIII - 19). "El que creyere (dijo; no el que comprobare con las matemáticas ni el que gastare más saliva en discusiones) será salvo". Y si los cálculos de los Testigos de Jehová, si su nominalismo teológico, si su empeño judaizante en retener una teocracia monolítica de corte veterotestamentario desconociendo la apertura gradual de la Revelación hasta la culminación meridiana del Nuevo Testamento, - quieren oponerse a esta gran verdad - caerán en la segunda parte de esta sentencia: "el que no creyere, será condenado". (Mc. XVI - 16).

Al tratar de la Santísima Trinidad se impone la Fe, y es la Iglesia quien nos guía, primero presentándonos la existencia del Misterio y después garantizando por la veracidad de su Magisterio, que por voluntad de Cristo nos confirma con Verdad infalible: "Yo he rogado por ti - dijo a San Pedro - para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos". (Luc. XXII - 32).

En el Catecismo, que es la síntesis didáctica y gradual de todas las disquisiciones de la Teología, que a su vez sistematiza las conclusiones de la Revelación; en el Catecismo, digo, se nos entrega desde nuestros primeros años, la doctrina bimilenaria del verdadero Cristianismo.

En cuanto a este Misterio, pide fe y dice: "La fe de este misterio ... " No entrega una noticia matemática, sino que pide creencia: "consiste en creer ... " 

Esta es la fórmula que nos entrega el Catecismo de Ripalda, y que debieron haber tenido presente cuantos escucharon a los Testigos de Jehová, para horrorizarse de sus imperdonables blasfemias y rechazar su horrible herejía. Dice así el Catecismo:

"La fe de este Misterio consiste en creer que hay un solo Dios en el orden sobrenatural, y que Este es Eterno, infinitamente Bueno, Santo, Sabio, Poderoso, Principio y Fin de todas las cosas, Causa de todas las causas, y que encierra en Sí todas las perfecciones posibles e imaginables.

Que Dios es Uno en Esencia y Trino en Personas.

La Primera Persona de la Santísima Trinidad se llama PADRE. Esta Divina Persona no es hecha ni creada ni engendrada, sino que es por Sí misma. 

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad se llama HIJO. Esta Divina Persona no es hecha ni creada, pero sí engendrada por el entendimiento del Padre, que, entendiéndose o mirándose desde su eternidad en su esencia divina, como en espejo purísimo, produjo una imagen infinita, eterna, inmensa e igual en todas perfecciones, comunicándole por el entendimiento su propia esencia y voluntad y demás atributos que en El se hallan. Y así se llama y es verdaderamente y con todo rigor y propiedad, Hijo Eterno del Eterno Padre.

La Tercera Persona de la Santísima Trinidad se llama ESPÍRITU SANTO. Esta Divina Persona no es hecha, ni creada, ni engendrada, sino que procede del Padre y del Hijo como de un principio, que amándose el Padre y el Hijo espiran un término de Amor, que es el Espíritu Santo, consubstancial y perfectísimo.

Y aunque en este santísimo Misterio decimos que el Padre engendra al Hijo y que del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo, no por eso hemos de decir que el Padre es más perfecto que el Hijo y el Hijo más perfecto que el Espíritu Santo. Y la razón es que, en las Tres Divinas Personas, tanta perfección es el engendrar como el ser engendrado, y tanta el espirar como el ser espirado.

Asimismo, aunque en este Santísimo Misterio decimos que la Primera Persona es el Padre, la Segunda es el Hijo y la Tercera es el Espíritu Santo, no por eso hemos de decir que el Padre es primero que el Hijo y el Hijo primero que el Espíritu Santo, porque en esta Trinidad de personas, ninguna es mayor que otra ni primero que otra, sino que todas Tres son igualmente Infinitas, Perfectas y Eternas. En esta Trinidad de Personas tan Dios es el Padre como el Hijo y tan Dios es el Hijo como el Espíritu Santo, y no son tres dioses, sino un solo Dios en esencia y Trino en Personas."

Con esta profesión de fe, como si fuera un exorcismo, se rechaza la saña diabólica de los Testigos de Jehová, sus malabarismos de palabras, etimologías y semántica, su pretendida filología y discurso a textos originales, sus disputas interminables, su ampulosidad en determinarlo todo, su soberbia. Recházase así la burla que ellos hacen de este Misterio despersonalizando al Espíritu Santo hasta reducirlo a simple dinamismo; exigiendo que se atribuya al Verbo Eterno subsistente en la eternidad, lo que el mismo Verbo ya Encarnado desarrolla en el tiempo, y viceversa; sin distinguir la Naturaleza Divina de la Humana, y pretendiendo omitir que en Cristo no hay persona humana, sino únicamente la Divina.

Ya antes habían disputado muchos herejes antitrinitarios y fueron, anatematizados por los primeros Concilios. Ahora estos "falsos testigos" resucitan las antiguas herejías trinitarias y arrianas, y siguen disputando movidos por quien inyecta la soberbia.

Todo esto los señala como verdaderos herejes, carentes del Espíritu Santo, enemigos de Dios y de su Cristo (Sal. 11-2), de quien escribía San Juan: "Muchos seductores han venido al mundo: los que no confiesan a Jesús como Mesías venido en carne. Esa gente es el seductor y el anticristo" (II Jn. 7).

Las consecuencias que se siguen de esta negación de la Santísima Trinidad son gravísimas:

1.- La ridiculez de quienes se llaman testigos y no dan testimonio del Misterio en Dios, revelado por Jesucristo: Uno en esencia y trino en Personas: fórmula teológica que ellos buscan literalmente en su Biblia y no la encuentran a la letra, pero tampoco en el resplandor que, a la luz de la Tradición Apostólica, emiten los textos y contextos. Su amañada exégesis los priva del verdadero conocimiento: no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Nuestros niños, humildemente convencidos por la fe de su bautismo, repiten estas formulas: 

"¿El Padre es Dios? - Sí es. 
¿El Hijo es Dios? - Sí es. 
¿El Espíritu Santo es Dios? - Sí es. 
¿Son por ventura tres dioses? - No, sino Uno en Esencia y Trino en Personas... Aunque en Dios 
Hay tres Personas, toda son un mismo Dios, porque tienen el mismo Ser y Naturaleza Divina."

Esta es la humildad de aquellos de quienes dijo Cristo: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios"(Mt. V-8).

2.- Cierran la Redención a las almas.- porque al negar la existencia de la Santísima Trinidad anulan la validez del Bautismo, único Sacramento que da la justificación primera aplicando la Redención.

El mandato de Cristo es tajante: debemos ser bautizados en Nombre y Virtud de la Santísima Trinidad, Y esto  bajo pena de condenación: (Mt. XXVIII-19; Mc. XVI- 16).

No vale el Bautismo de quien no acepta el Dogma de la Unidad en trinidad, ni puede aplicarse bautismo válido si no se realiza en esta fórmula trinitaria o si el ministro no cree en este Dogma fundamental.

Así se puede razonar para demostrar que bastaría la negación de este Misterio para asegurar que la Secta de los Testigos de Jehová es enemiga de Dios y de la salvación de las almas.

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