miércoles, 15 de julio de 2015

Algunas Objeciones de los Testigos de Jehova(cont.)

OBJECIÓN 35.- LAS GUERRAS, APOYADAS POR LA IGLESIA CATÓLICA

En los tiempos modernos, podemos comprobar que el Papa y los Obispos han apoyado las guerras que están del lado de su País; como los Obispos alemanes en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, daban ánimo a las tropas y las bendecían. Lo mismo hacían los Obispos del lado de
los Aliados, y les decían "Dios está con nosotros".

SOLUCIÓN 35.- EL SOLDADO ES UN AUTÓMATA CON ALMA. LA IGLESIA, EN SU NEUTRALIDAD, LO ASISTE ESPIRITUALMENTE

Lo que toca a las guerras es un tema doloroso para toda la humanidad que conoció la muerte violenta en el fratricidio de Caín (Gen. IV -8) Y se vio a si misma hija de ira (Ver. Ef. 11-3), consecuencia del pecado original. Toda muerte colectiva y organizada debe ser repudiada. Pero ¿qué incomprensible situación se encierra en esto, que el mismo Dios mandó a los israelitas conquistar por la guerra la tierra prometida y exterminar a sus antiguos moradores?                (Cons. Jos. VI- 21).

Para no alargarme, sólo te digo que hay guerras justas e injustas y que, por desgracia, el soldado se convierte en un robot: la fuerza bruta y ciega de los gobernantes, controlada sólo por su conciencia, que decide sea para mal cuando la guerra es injusta, sea para bien cuando es justa y defensiva.

La responsabilidad de las guerras recae directamente sobre los gobernantes.

La iglesia no está por las guerras injustas, y cuando hay justicia desea que se evite la guerra mediante arreglos y concertaciones pacíficas antes de exponer las vidas. Así lo aconseja Nuestro Señor Jesucristo. (Cons. Luc. XIV-32).

En cuanto a la posición que corresponde a los Obispos en los territorios que se hallan en conflicto, ellos deben procurar la paz, y si no la logran, auxiliar en sus respectivos sitios a los soldados porque están en peligro de muerte. No se pondrán por ellos como soldados, sino como almas que probablemente habrán de comparecer ante Dios en esos momentos. No deben desmoralizarlos, aunque tampoco arengarlos; las arengas, corresponden a los generales de los ejércitos. No se sabe de nadie que haya bendecido armas o arengado a los soldados. El deber del Capellán Castrense se limita al auxilio espiritual, sobre todo de los moribundos, consuelo y auxilio espiritual a los prisioneros de guerra, etc.

Así verás que la Iglesia trasciende fronteras y conflictos bélicos: le toca auxiliar a las almas y pedir a Dios la paz, procurar remedio a las viudas y huérfanos en el hambre, el frío, el desamparo...

En fin, la Iglesia sufre con el pueblo las consecuencias de la guerra, pero sin partidismo. Únicamente mantiene su presencia por el bien de la paz y de las almas.

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