martes, 7 de julio de 2015

Algunas Objeciones de los Testigos de Jehova(cont.)

¡Nuevos ataques a la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo! No me extraña: el Jehovismo es copia exacta del arrianismo; sólo que Arrio era más elegante y sutil en sus argumentaciones, y los Testigos de Jehová son burdos y heredan el pragmatismo norteamericano.

Son tantos los textos que prueban la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, que si los pusiera ante tus ojos, yo me haría interminable. Por favor, lee mi solución en la respuesta que di a otra objeción semejante, en las páginas anteriores.

Ya te probé con la Escritura que Cristo sí afirmó su divinidad y así lo entendieron los judíos.

Te espantarías si te propusiera todos los textos que me han sido suministrados, pero no lo haré porque tus prejuicios te incapacitan para comprenderlos, y ya mismo alargaría esta carta hasta lo infinito. Pero los que vaya darte exigen serenidad, meditación y sobre todo la luz de la fe que por desgracia ya has perdido. Medita esto:

"¿Creéis en Dios? Creed también en Mi." (Jn. XIV.-1). San Agustín comenta: "Lógico es Que si  creéis en Dios creáis también en Mi; lo cual no sería lógico si Cristo no fuera Dios." (Sobre el Ev. de San Juan, 67).

Dice San Juan: "Dios es luz y en El no hay tinieblas. Si dijéremos Que tenemos comunión con El y camináramos en tinieblas, mentimos y no obramos la verdad" (Jn. I 5-6). "De nuevo, pues, les hablo Jesús diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no tema caminar en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". (Jn. VIII-12).

"De nuevo el Sumo Sacerdote le interrogaba y le dice: "¿Tú eres el Mesías, el Hijo del Bendito? Le dijo Jesús: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo entre las nubes del cielo"  (Mc. XIV, 61-62).- "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies" (Sal. CII-1).- "Proseguí viendo en la visión nocturna, y he aquí que en las nubes del cielo venía como un hombre, y llegó ante el anciano y fue llevado ante El. Y concediósele señorío, gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío es un señorío eterno que no pasará, y su imperio un imperio que no ha de ser destruido". (Dan. VII, 13-14).

Sobre esto último lee, por favor, todo el Capítulo primero de la Epístola a los Hebreos. Léelo despacio en una Biblia católica.

Y si quieres algo más que te va a helar la sangre de impresión, lee Jn. XII, 37-41.- San Juan nos remite a Isaías, y esas palabras sólo se encuentran en el Cap. VI. Allí el profeta vio la gloria de Yahve... Meditalo a la luz del Espíritu Santo y humíllate ante Cristo, Consubstancial al Padre y al Espíritu Santo.

En tu carta me repites los mismos textos de la anterior. No lo examinaré porque ya lo hice en mi anterior respuesta con las interpretaciones de la Iglesia Católica. Ahora te pido FE. Mientras no creas en la Unión Hipostática: dos naturalezas en una sola Persona que es la Divina seguirás tergiversando los textos y no hallarás solución.

Únicamente me presentas un texto distinto: el de Mth. XVI-16. Pues bien, este texto habla contra tus concepciones heréticas, pues el Padre Celestial reveló a San Pedro que Jesús es "el Mesías, el Hijo del Dios viviente". Con ojos y mentalidad católica, esto es claro como el agua pura: Cristo es Dios por ser Hijo del Dios vivo; porque "como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en Sí mismo". (Jn. V-26). Esto es: el Padre viviente, genera al Hijo viviente. Esta vida es por sí misma en el Padre, y por Sí misma en el Hijo, pues es vida inmanente de Dios en Dios. Por

eso emplea la misma expresión para el Padre y para El: "en Sí mismo". Y el origen de esta vida: "dio al Hijo tener vida en Sí mismo", manifiesta la eterna generación del Verbo; -(ver Jn. I,1), la relación de paternidad afiliación, el origen por generación eterna en la misma eternidad del Padre. Te confunde el hecho innegable de que "el Verbo se hizo carne" (Jn. I-14); pero sin dejar de ser Dios ni de permanecer en el Seno de la Santísima Trinidad: "Nadie ha subido al Cielo sino el que ha bajado del Cielo, el Hijo del hombre, que está en el Cielo" (Jn. III-13).

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