miércoles, 10 de agosto de 2016

Cristianos Verdaderos y Falsos Cristianos(cont.)




GONZALO VEGA Y SUS CÓMPLICES

 PROPICIARON UNIONES

MATRIMONIALES DE JÓVENES NACIDOS

Y EDUCADOS EN EL CATOLICISMO CON

 JÓVENES NACIDOS Y EDUCADOS EN EL

PROTESTANTISMO

a) Provocó uniones. Algo así como lo hicieron los Asirios después de la primera deportación, que a los israelitas restantes en Samaria juntaron razas extrañas y paganas, de donde nació una generación mestiza que se llamó samaritana de sangre  y herética de religión.

Comprobamos con esto el odio a lo católico y la infernal saña con que quiso comprometer la apostasía y asegurarla corrompiendo la fe de nuestros hijos con trascendencia a las siguientes generaciones.

No fue un afán ecuménico, sino sádico, pues buscó el contacto con protestantes precisamente por ser protestantes y para absorber su herejía; ya que no fue un intercambio social, ni cultural, ni en aspecto económico, técnico ni científico, sino una mezcla de religiones tendiente a provocar un alejamiento perpetuo y lograr un tercer elemento: sus proyectados “cristianos”, que con este experimento resultarían menos cristianos aún.

Los venidos del protestantismo nos vieron y nos siguen viendo con desconfianza por nuestro origen católico. De parte nuestra, sentimos un ambiente extraño en sus costumbres, en su modo de hablar mal – ajustado a las frases bíblicas, en su virtud acartonada, en la tristeza de su rostro, en su angustia por la salvación, en su escándalo farisaico por nimiedades y en no percibir los pecados internos. . .

Lo que hizo Gonzalo Vega con esta mezcla se opone a la prohibición expresa por el Apóstol San Juan: “Todo el que va más allá y no se mantiene en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios. . . Si alguien viene a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa ni le digáis: “¡Salud!”; el que le dice “¡Salud!” entra en comunicación con sus malas obras (II Jn. 10-11). San Pablo recomendaría a Tito rehuir “al hombre que introduce divisiones” (Tit.III – 10)

En nuestro caso, no solamente se saludó y comunicó con los herejes por ser herejes, sino que se comunicó para siempre con su herejía, formando con ellos nuevos hogares, precisamente para confirmar la división.

Los primitivos y auténticos cristianos se apartaban de los falsos cristianos. San Ignacio Mártir, Obispo de Antioquía enseñaba a los primeros cristianos de Filadelfia: “Apartaos de las malas hierbas que no cultiva Jesucristo, pues no son los herejes plantación del Padre”. (III – 1-3). 
   
El mismo Santo Mártir suplicaba a los cristianos de Trales: “Os ruego encarecidamente, pero no tanto yo como la caridad misma de Jesucristo os ruega, que sólo uséis alimentos cristianos y que os abstengáis de toda planta extraña: me refiero a las herejías”.

¿Y qué hacer si alguno, como Gonzalo Vega y sus compadres protestantes, habla siempre elogiosamente de Nuestro Señor Jesucristo? Leamos lo que inmediatamente escribe el Santo Mártir: “Para conseguir la confianza, los herejes mezclan a Jesucristo con sus errores. Obran de la misma forma que aquellos que vierten un veneno mortal en una sola copa llena con vino y miel. El que lo bebe sin saberlo, bebe con gusto su propia muerte”. (I – 1).


Lo único que nos garantiza la verdadera doctrina, es la Sucesión Apostólica: en los auténticos sucesores de los Apóstoles, que son el Papa y los Obispos se encuentra la verdad. A Gonzalo Vega no le fueron impuestas las manos del Obispo ni se le envió a predicar con misión apostólica: no está en él la verdad aunque nos hable de Jesucristo, porque predica a un Cristo separado de la Iglesia, que es, según el Apocalipsis, la Esposa del Cordero, de Jesucristo, que “amó a la Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella para santificarla, purificándola con el baño del agua por la palabra, a fin de hacer parecer ante Sí gloriosa a la Iglesia, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada”. (Ef. V – 25-27; Apoc. XXI – 9).



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