lunes, 1 de junio de 2015

Algunas Objeciones de los Testigos de Jehova(cont.)

OBJECIÓN 25.- BIENAVENTURANZA.- (Posesión de la tierra)

Si todos los millones de gentes buenas se fueran al cielo y las malas al infierno, la tierra se quedaría sola, y en Salmos y en Isaías hay muchos textos que dicen expresamente que la tierra seria bendecida con todas las abundancias de exquisita manera. Y en Mateo 5, Jesús nos promete que los mansos o justos son los que poseerán la tierra. No dice "el cielo" ¿Cómo explica usted  esto?

SOLUCIÓN 25.- LA POSESIÓN DEL REINO DE LOS CIELOS.- POSTRIMERÍAS

Por lo que hace a la Bienaventuranza: "los mansos poseerán la tierra", dicen los comentaristas católicos que con este semitismo se hace alusión a la tierra de promisión, figura a su vez, del Reino de los Cielos, a donde se encamina nuestra peregrinación terrena.

Imagínate lo que sucedería si me pusiera yo a entender la tierra con exclusión del cielo. Dice Isaías en VI-3: "llena está toda la tierra de su gloría". Dice la tierra, no dice el cielo. Podría yo concluir que Dios no está en el cielo. Inmediatamente me corregirías, y con razón.

Es muy triste que los dirigentes de la torre quieran hundir en el materialismo a sus adeptos. Como les han infundido que no existe el alma (contradiciendo a la Biblia), quieren compensar el ansia de supervivencia sobrenatural innata en el hombre, con los goces temporales de una tierra convertida en paraíso terrenal restaurado. De ahí sus libros "De paraíso perdido a paraíso recobrado" y tantos otros que andan vendiendo los Testigos de Jehová. Todos ellos concluyen con un paraíso terrenal de goces, satisfacciones, bondades y virtudes por mil años; años de 365 días... ¿y después?

Así me explico lo que me propones, y preguntas mi opinión. Pero no me lo explico por mi propia autoridad, sino fiado en la autoridad doctrinal infalible de la Iglesia.

El destino de todos los buenos, o sea, de los que perseveran y mueren en Gracia de Dios, es el Celo; y el de todos los malos, o sea, los que mueren en pecado mortal, es el infierno. Así lo dice expresamente Nuestro Señor Jesucristo, a quien hay que creerle más que a los "Testigos" de fantasías. Léelo en Mth. XXV, 31-46. Tormento y Vida son allí calificados de "eternos". Nada de milenio terrenal, pues esos mil años que se expresan, son un lapso indefinido de la historia humana antes de la batalla definitiva de los últimos tiempos (cons. Apoc. XX, 4-6).

Porque si fuera realidad lo de los mil años con toda la tierra paradisíaca, ¿por qué existirán simultáneamente "gentes que están en los cuatro ángulos de la tierra" que serán seducidas por Satanás, y a los enemigos de Dios simbolizados por Gog y Magog, aludiendo a Ez. XXXVIII? Lee bien este detalle en Apoc. XX, 7-8.

Nuestra Fe Católica nos habla con esta claridad: La humanidad continuará su historia de luchas, penas y anhelos en el servicio de Dios, y al fin de los tiempos, precedidos por señales claras (ver II Tes. 11), habrá una lucha definitiva entre las huestes de Satanás y las huestes de Cristo. Vendrá el fin del mundo; luego resucitarán los muertos. Cristo vendrá y juzgará a la humanidad entera y dará sentencia de premio eterno o castigo eterno.

Te duele que la tierra termine porque te han enseñado a esperar en ella, su restauración como paraíso de goces terrenales ... Y sin embargo, terminará y de manera trágica. Dice San Pablo: "Pasa la configuración de este mundo" (I Cor. VII-31). Y San Pedro: "... día en que los cielos estrepitosamente pasarán y los elementos abrasados se disolverán, y la tierra, con cuantas obras hay en ella, será alcanzada por el fuego. Pues que todas las cosas se han de disolver... los cielos, abrasados, se disolverán y los elementos, ardiendo, se derretirán ..." (II Pe. III-10...12).

Se acabará esto material, que no fue la finalidad, sino el medio para nuestra eterna salvación. Por eso inmediatamente San Pedro nos abre la perspectiva del Reino de Dios, del Cielo, de la Vida Eterna: "... Nuevos cielos, empero, y nueva tierra aguardamos, según su promesa, en la cual habita la justicia". Repite la profecía de Is. LXV-17 y LXVI-22; misma que se repite y es confirmada en Apoc. XXI-1.


Estos "Nuevos Cielos y Nueva Tierra", preciosa y colorida figura dirigida a la exhuberante y riquísima imaginación oriental antigua, significan el Cielo o Gloria de los que entrarán en posesión y goce del conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. Porque si los cielos y la tierra que vemos y habitamos hoy, con todos sus elementos se consumirán, ya no habrán estos cielos ni esta tierra materiales; y lo que nos dice "nuevos cielos y nueva tierra", no serán los mismos, que habrán sido destruidos, ni una nueva creación física sacada de la nada; sino el Reino de los Cielos sobrenatural preparado y prometido por Nuestro Señor Jesucristo, y que dará a todos los que cumplieron la Voluntad de Dios en el día de su Advenimiento, que será el día del Juicio Universal, en que la sentencia dada a cada quién en el momento de su muerte (juicio particular) será ratificada y confirmada por toda la eternidad. (Ver Mth. XXV, 31-46).

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