viernes, 27 de noviembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad (cont.)




Ninguno que tenga fe en la Revelación divina, o que entienda los conceptos de esencia, sustancia, naturaleza, persona, procesión, relación, misión, inmanencia, generación, espiración, circuninsesión, plenitud, infinitud, eternidad… etc., podrá confundirse ante las dolosas terjiversaciones de los falsos testigos de un Dios no Trinitario.

En cuanto a las expresiones artísticas de la Trinidad, elaboradas por artistas cristianos pasados o actuales, incipientes o consumados, bárbaros o clásicos, todas yerran y ninguna es oficial, pues resulta imposible representar plásticamente el Misterio. Sin embargo, esas manifestaciones artísticas que plasmaron personas de buena voluntad, son un argumento favorable a la doctrina trinitaria, porque hacen constar que siempre y en todas partes ha sido predicado el Misterio Trinitario, cuya fe se exige como condición indispensable para recibir el Bautismo.

La actitud de los misteriosos personajes que gobiernan a esta Secta, nos sumerge en profundas cavilaciones. Vemos que , con el nombre de Hehová, tratan de imponer a Dios bajo una concepción radicalmente veterotestamentaria, y establecer una teocracia universal más humana que divina, más administrativa que salvadora, más financiera que espiritual; teocracia que se va convirtiendo en un imperio humano y esclavizador, y que al presente se está enfrentando contra el mismo Dios.

Nos atrevemos a manifestar estas deducciones porque, dada la procedencia espuria de los fundadores de esta secta, dada su trayectoria serpentina y agresiva y en vista de su odio contra la divinidad de Jesucristo y contra su Única Iglesia Católica, nos dejan el amargo sabor de que no conciben al Único Dios de Ambos Testamentos ni su Plan de Redención Universal. Sepan que el mismo Dios que adoraron Adán y sus Hijos, Noé y su familia, Abraham y su descendencia, Moisés y su pueblo, perfecciona su Antigua Alianza y convierte el Templo y la Sinagoga en la Iglesia Católica mediante la Sangre de su Hijo, Verbo Encarnado que habitó entre nosotros y nos manifestó la Divina Intimidad Trinitaria.


Negar este Misterio es negar al verdadero Dios y tratar de suprimir de un sólo golpe a la Iglesia, que ha sido constituida y forjada en este Santísimo misterio, al engendrar Hijos por el agua y el Espíritu bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Cf. Jn. III; Mthh. XXVIII-19)   


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