martes, 1 de diciembre de 2015

Creo en la Santísima Trinidad(cont.)




Si los “Testigos” conservan todavía un ápice de sentido común, no podrán negar la existencia del Misterio de la Santísima Trinidad ante la enorme lista de textos escriturísticos que hemos aducido en este folleto. Se convencerán que sus dirigentes los han engañado. No podrán vomitar su ponzoña contra la divinidad de Jesucristo ni contra la Personalidad del Espíritu Santo. En los Textos aducidos tienen una amplia respuesta. Son textos genuinos, libres de adulteración, no como los de su sacrílega “Traducción del nuevo Mundo”. Que pidan a Dios les devuelva la fe y se abrirán sus ojos. Que oigan a la Iglesia y lucirá la verdad en sus entendimientos.



La fe del Carbonero


Llamase así con gracioso epíteto, a la fe sencilla del pueblo, que no está obligado a especular entre las sutilezas de los teólogos. Pero esta fe es decisiva, porque encierra el “sensus fidei” o “sentido de la fe” que pervade a toda la Cristiandad en fuerza de la fe sobrenatural que le fue infundida en el Bautismo.

¿Y qué dice el sentido de la fe cristiana?

a) Que las pruebas bíblicas en favor del Misterio de la Santísima Trinidad son claras y abrumadoras.

b) Que entre dos autoridades que testifican: una antigua y tradicional, y la otra novísima y revolucionaria, es más seguro asentir al testimonio de la autoridad antigua y tradicional y debe ser rechazada como escandalosa y temeraria la que de último momento se presenta improvisando aseveraciones que contrastan con la doctrina de tantos siglos recibida en todo el universo.

La Iglesia Católica tiene veinte siglos de enseñar Dogma, Moral y Culto, no por sí misma, sino por mandato de Cristo, basada en la Revelación y gozando del carisma de la Infalibilidad.


De labios de su Divino Fundador, Jesucristo, recibió este Santísimo Misterio, y así lo ha trasmitido. Ha sostenido luchas seculares contra los sistemas heréticos que lo han atacado, y siempre lo ha conservado incólume, salvándolo y presentándolo ante el mundo con mayor firmeza y claridad. Los Santos Padres, varones de admirable sabiduría y santidad, lo han defendido impertérritos hasta con su vida.  

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