miércoles, 13 de abril de 2016

Jesucristo es Dios III (cont.)




4.-SUS DOS ULTIMOS RECURSOS DESESPERADOS

A.- Amafiados los “Testigos” con todos aquellos que conspiran “contra Yahvéh y contra su Ungido” (Ps. II-2), tocan ahora la Patrología y se remontan a los principios para asegurar gratuitamente que “… nadie en el primer siglo siquiera pensó que El fuera Dios Hijo”. (P. 16/ c. 2/ párr. b.)

    a)     En respuesta, deben saber que, a principios del S. II, año 107, fue martirizado a sus setenta años de edad San Ignacio, Obispo de Antioquiá. Ya antes, en su camino al martirio, se ha dirigido por escrito a sus contemporáneos, y en sus siete cartas plasma el pensamiento católico universalmente sostenido y que él viene profesando desde su bautismo en la segunda mitad del S. I, en vida de los Apóstoles.            Sobre la divinidad de Jesucristo escribe con claro pensamiento a los cristianos de Efeso (18-12) con la familiaridad de quien habla el mismo idioma teológico, que “Dios nació de María”; a los cristianos de Roma (6-13) les recuerda, “la Pasión de Dios”, y exhorta a los de Efeso por “la Sangre de Dios” (1-1).

    Estas expresiones de San Ignacio, traídas de la Iglesia del S. I, no se apartan un ápice del pensamiento apostólico, pues San Pablo – que indudablemente es del S. I, - exhorta a los Presbíteros de Efeso “puestos por el Espíritu Santo para pastorear la Iglesia de Dios, que El hizo suya con su propia Sangre” (Act. XX-28; Cf. Gál. IV-4).  
    
     Nos place recordar que San Ignacio fue discípulo directo de los Santos Apóstoles Juan y Pablo, y que el luterano Adolf Von Harnack aplicó en todo su rigor la crítica histórica a la personalidad y cartas de San Ignacio, y tuvo que concluir que son auténticas.
   

     b)    En el Martyrium de San Policarpo, (muerto entre los años 153 y 155 a sus ochenta y seis años de edad, bautizado desde su más tierna infancia - ¡vivió casi todo el primer siglo de la Iglesia! – discípulo directo de San Juan Evangelista y que tuvo trato ocasional con otros Apóstoles), leemos que los paganos y los judíos residentes en Esmirna querían impedir que los cristianos recogieran los restos del Mártir, “no sea que esa gente cristiana abandone a su Crucificado y empiece a rendir culto a éste”. Luego los judíos y hasta los paganos sabían con certeza que los primitivos cristianos rendían culto a Jesucristo. Este culto es de latría, pues el cronista comenta: “Mas ignoraban … que nosotros, ni podremos jamás abandonar a Cristo, ni hemos de rendir culto a ningún otro fuera de El. Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos, con toda justicia, el homenaje de nuestro afecto” (Mrtyrium, XVII).



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