jueves, 21 de abril de 2016

Jesucristo es Dios III (cont.)




B) Finalmente, recurren los Testigos al último extremo y lanzan este reto: "Jesús nunca dijo que fuera Dios" (p. 20/ c. 1/ párr. B).

a) Según esta última blasfemia, los "Testigos" quieren que la Biblia se adapte a su modo de pensar, que les hable en sus modismos ingleses, en sus contractos y monosílabos tecnicistas; que el Espíritu Santo les revele su Personalidad, no como El quiere revelarla, sino como ellos la entienden, y reclaman que: "... en una ocasión el espíritu santo apareció en forma de paloma. En otra ocasión se presentó como lenguas de fuego... pero nunca como persona" (p. 21/ c. 1) (¡quieren, ver físicamente el constitutivo metafísico esencial de persona!) Según ellos, es obligado concluir que el Espíritu Santo no es Persona. Más aún: reclaman que en la revelación que hizo Dios a San Esteban cuando vió "a Jesús de pie a la diestra de Dios", mejor hubiera visto la Trinidad; y como no la víó, no hay Trinidad. (Cf. P. 19/ c. 2/ párr. C).

Con la misma "sutileza" y "férrea lógica" de sus cerebros computarizados, quisieran encontrar una acta oficial en que conste, con firma y sello de Notario, que Cristo, con sus propias palabras, en inglés y en la jerga que ellos entienden, afirmó que El es Dios. Sólo así admitirían su divinidad.

Mas para desprecio de quienes pretenden tentar a Dios, El mismo se dignó hablarnos en la Biblia condescendiendo con la mente humana en cuanto al modo analógico de conocer lo divino, y manifestó de modo suave cuanto de sublime había de revelarle: así como hace que la luz del sol sea perceptible suave y gradualmente, y aun en su zenit interpone filtros húmedos en la atmósfera para evitar que su fulgor ciegue nuestros ojos y su calor nos queme. Dios revistió la Revelación de ropaje precioso: un lenguaje colorido con variedad de géneros literarios asequible a todas las épocas y culturas, en un pueblo cuya mentalidad semítica rehuye la abstracción, pero que en sus palabras encierra un dinamismo de trascendencia sobrenatural y eterna.

La Divinidad de Cristo fue revelada suave pero crecientemente,. El mundo no hubiera podido soportar de un solo golpe la tremenda afirmación. El mismo la fue preparando hasta lograr su madurez, primero en unos cuantos, luego en otros más, y por medio de éstos a todo el mundo, hasta el momento presente en que inunda a todo el universo un clima de profunda convicción sobre la divinidad de Jesucristo: "al cual, sin haberle visto - escribe San Pedro a los primitivos - amáis; en el cual ahora, sin verle, pero creyendo, os regocijáis con gozo inenarrable y rebosante de gloria" (1Ptr. 1-8).


Los Apóstoles fueron nombrados Testigos de Cristo por el propio Redentor (Cf. Act, 1-8) y predicaron esta verdad en todo el mundo hasta dar su vida en testimonio de la Redención realizada por el mismo Dios Encarnado, hecho Hombre.


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