miércoles, 19 de febrero de 2014

Quién y qué es un cristiano (final).

IX.- Distingamos en conformidad con la mente del Concilio.


El pecado de herejía es gravisimo, y así lo ha considerado la Iglesia desde los tiempos apostólicos, apoyada en la Sagrada Revelación (Cf. Luc. IX-62; Mth. X-23; Hebr. VI-4-8; C.I.C., Cn. 751; Cn. 1364).

Pecan de herejía quienes, con pleno conocimiento de su entendimiento y firme decisión de su voluntad, después de haber recibido el Bautismo y conservando el nombre de cristianos, niegan pertinazmente o ponen en duda algunas de las verdades que han de ser creídas con fe divina y católica. (Cf. C.I.C /17, Cn. 1325).

En consecuencia, consideramos que sólo han cometido este pecado los Heresiarcas o fundadores de toda secta herética de cualquier tiempo o historia, y sus directos colaboradores. A quienes fueron arrastrados por la corriente de esa rebelión, les cabe una personal responsabilidad de gravedad proporcionada al grado de conocimiento, a la audacia de su voluntad y al desprecio más o menos obstinado que hicieron de los razonamientos y advertencias de los hermanos católicos y de la Iglesia en general, así como de las gracias internas con que el mismo Dios les amonestó. Si hubo un momento en que vieron claramente la verdad, ahí comenzó su alejamiento de la Iglesia y su adhesión a la herejía.

Su descendencia y las generaciones subsiguientes deben ser juzgadas bajo otro criterio: el aislamiento geográfico, el ambiente social, y la educación recibida en el hogar, atenúan y hasta anulan toda responsabilidad y culpa. Quienes nacieron en hogar y ambiente invenciblemente alejados de la fe católica, carecen en absoluto de culpa.

Por otra parte, los fundadores de las sectas, directos responsables del pecado de herejía, separación y escándalo, al separarse de la Iglesia, distorsionaron, adulteraron o suprimieron muchos dogmas y prácticas católicas; pero conservaron intactas muchas otras, como el bautismo, la fe en Dios Uno y Trino, la fe en el misterio del Verbo Encarnado y Redentor, Jesucristo; la Sagrada Escritura en sus lineamientos fundamentales, la Remuneración, etc...

Esas generaciones posteriores, al conservar y aplicarse estos elementos sobrenaturales pertenecientes a la Iglesia Católica, en cierto modo oculto y misterioso pero real, entran en comunión con Ella: allá se extiende la Iglesia a donde llega la Gracia. Aunque sigue siendo un hecho que en muchos aspectos están separados de la Iglesia y que estos aspectos son y serán siempre nocivos y peligrosos a la integridad de la fe de los católicos.

De ahí que el concilio haya reconocido su realidad cristiana, aún cuando, simultáneamente no estén en perfecta comunión con la Iglesia. Estas son sus palabras: "...Sin embargo, quienes ahora nacen en esas comunidades y se nutren de la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de separación, y la Iglesia los abraza con fraterno respeto y amor... " "Justificados en el Bautismo por la fe, están incorporados a Cristo y, por lo tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos..." (Unit. Red., 3).

El Concilio se refiere a las personas nacidas en las comunidades que conservan el punto de partida de la disidencia original. Estos miembros creyentes de buena fe, no atentan contra la integridad católica, y sí están dispuestos a investigar la verdad. A éstos llama la Iglesia al diálogo ecuménico; ojalá que todos los católicos contribuyamos con la oración y las buenas costumbres a que ellos vuelvan a la Casa Paterna.

Sin embargo, en la actual situación de América Latina, han irrumpido sectas heréticas cuya febril actividad se dirige directamente contra la unidad religiosa latinoamericana, con miras visiblemente imperialistas. Creemos que a esto alude el Papa cuando escribe: "Estamos llamados a un esfuerzo cada vez más activo, para que se vea aún más claramente que los motivos religiosos no son la causa verdadera de los conflictos actuales, aunque, lamentablemente, no haya desaparecido el riesgo de instrumentalizaciones con fines políticos y polémicos." (Ut unum Sint, 7). Estas organizaciones por su mala fe y el dolo con que proceden se apartan voluntariamente de la mirada ecuménica del Concilio.

El presente escrito está dirigido contra dichas sectas; no contra los engañados, sino contra los engañadores y sus errores doctrinales. Ha sido redactado en el fragor de la lucha que sostenemos por conservar la fe católica de nuestra Patria. Porque esas sectas atacan dentro de una Nación secularmente católica, en un ambiente católico, tomando por asalto los hogares católicos, contra personas de origen puramente católico, abusando de su carácter afectuoso, hospitalario, comunicativo y sencillo.

Es responsabilidad sacerdotal defender a los fieles; advertirles e instruirles, y hacerles considerar que, por su raigambre católica, se exponen a caer en la herejía con peligro de su salvación eterna, si, embelesados por esas "artificiosas palabras", desvían sus oídos de la verdad y los vuelven hacia las fábulas heréticas. (Cf. II Petr. II.13; II Tim. IV-3-4).

Al descubrir las tortuosidades de los sectarios, nos mueve el celo de la salud de las almas de todos: no debemos olvidar las palabras del Vicario de Cristo: "La Iglesia de Dios está llamada por Cristo a manifestar a un mundo esclavo de sus culpabilidades Y de sus torcidos propósitos, que, a pesar de todo, Dios puede, en su misericordia, convertir los corazones a la unidad, haciéndoles acceder a su comunión." (Ib.93).


X Resumen.


1._ Cristiano es todo aquel que, habiendo sido bautizado en la Iglesia de Cristo, cree y profesa las verdades reveladas por Dios, guarda sus mandamientos y se sujeta al gobierno y magisterio de la Iglesia.

2.- La verdadera Iglesia de Cristo es la Católico-Romana, que el Credo define: Una, Santa, Católica y Apostólica; está regida por Cristo y por Su Vicario en la tierra, el Romano Pontífice, Sucesor del Apóstol San Pedro, quien fue el primer Papa y murió siendo Obispo de Roma.

3.- "Católico" significa "Universal", e implica la nota de autenticidad, por cuanto la verdad es una y tiene derecho a subsistir en todo tiempo y lugar. No puede haber un verdadero cristiano que no sea católico, es decir, que no profese la auténtica y universal doctrina de Cristo.

4.- La Sagrada Escritura y los documentos patrísticos de los Siglos I y II, como de los siglos subsiguientes, atestiguan que la fe y costumbres de las primeras generaciones cristianas, en el seno de la Iglesia, son esencialmente las mismas de la Iglesia Católica de hoy.

5.- Al comparar fe, costumbres y organización eclesiástica de los primeros cristianos, con la fe, costumbres y organización de las sectas heréticas, se demuestra que éstas no son el auténtico cristianismo, aunque se disfracen con el nombre de "cristianas".

6.- Los fieles católicos, bajo una grave responsabilidad de conciencia y por la salvación de su alma, deben remover y evitar las causas de una posible adhesión a la herejía, neutralizando así los engaños de las sectas con una sobrenatural prevención.

7.- Además de las precauciones y una vida sincera y auténticamente cristiana, la labor ecuménica de los fieles laicos consiste en la oración y los buenos ejemplos. La confrontación doctrinal compete a teólogos y Jerarcas.

8.- Los que han nacido fuera de la Religión católica y, bautizados válidamente, profesan - aunque con graves deficiencias- la fe de Cristo, no son culpables de separación, y por su bautismo son reconocidos por la Iglesia como cristianos, aunque separados. De ellos espera la Iglesia un diálogo por la Verdad.


XI.- Conclusiones y propósitos:


"Si alguno os anuncia un Evangelio diferente del que recibísteis, sea anatema" (Gál. 1-9).

"¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación?, ¿angustia?, ¿persecución?, ¿hambre?, ¿desnudez?, ¿peligro?, ¿espada? Según está escrito que "por tu causa somos matados todo el día, fuimos contados como ovejas destinadas al degüello. Mas en todas estas cosas soberanamente vencemos por obra de Aquel que nos amó. Porque seguro estoy que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni cosas presentes ni futuras, ni poderíos, ni altura ni profundidad, ni otra alguna criatura será capaz de apartamos del amor de Dios que está en Cristo Jesús, Señor Nuestro. "(Rom. VIII-35-39).

"... esta es la victoria que venció al mundo: ¡nuestra Fe!" (I Jn. V-4).


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