sábado, 22 de febrero de 2014

Devocionario para Cuaresma y Semana Santa (cont).

2.-LAS PENITENCIAS CORPORALES.



La penitencia corporal es una santa y saludable práctica que arranca desde los inicios de la humanidad; pues, ¿qué otra cosa fue el destierro de Adán y sus trabajos sobre la tierra ingrata, sino una penitencia continua sufrida durante 930 años?

El hombre religioso se ha impuesto a sí mismo las austeridades en variadas formas. Las principales son:

* Abstinencias.- (Privación de determinados alimentos)

* Ayunos.- (Limitación del sustento).

* Vigilias.- (Privación del sueño para vacar la oración).

* Maceraciones.- (Castigo físico de sí mismo y por propia mano).

Todas estas penitencias, llevadas a cabo por motivos sobrenaturales, han sido practicadas desde el Antiguo Testamento por todos los Siervos de Dios y, en ocasiones, hasta por pueblos enteros. Siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia las continúa y las impone a sus fieles en tiempos de oración, como la Cuaresma.

En este Santo Tiempo, la Iglesia manda:

a) Ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (bajo pecado mortal).

b) Abstenerse de carne todos los viernes de Cuaresma (bajo pecado mortal).

La Vigilia se practica -sin obligación- en la adoración de Jesucristo Sacramentado en el Monumento el Jueves Santo, y en los Oficios Litúrgicos que se realizan desde la noche del Sábado Santo hasta la madrugada del Domingo de Resurrección, llamados por este motivo "Vigilia Pascual".

Por lo que hace a las maceraciones, las impone implícitamente al pedir a los fieles devota compostura en el Templo y durante los Oficios Litúrgicos, así como el esfuerzo nada fácil de las procesiones. La postura de rodillas es de adoración, y, si se prolonga, se convierte en una mortificación acepta a Dios.

Sin embargo, es necesario ampliar por cuenta propia este último punto. Es bueno que cada uno de los fieles se esfuerce en castigarse siempre y cuando lo consulte con un prudente Confesor (su Director Espiritual) y le informe con verdad sobre el estado de su salud. Debe sujetarse religiosamente a sus indicaciones y permisos.

La mortificación corporal fue siempre una práctica laudable entre nuestros mayores. Con ella lograron hacer penitencia de sus pecados, refrenar los instintos de la concupiscencia y alcanzar de Dios gracias muy especiales.

No todos los cuerpos resisten la mortificación corporal; pero sí pueden todos castigarse en el uso de sus sentidos refrenándolos y limitándolos a lo lícito y hasta cercenándoles el gozo de lo lícito.

Para lograr la perfección, estas prácticas de mortificación han de amalgamarse con una absoluta conformidad a la Voluntad Divina, pues bien sabe Dios cuándo, 'cómo y dónde ha de apretar. Aceptar esta disposición divina de enfermedad, pesares o deshonras en espíritu de penitencia, es tanto como decirle con San Agustín: "Quémame aquí, golpéame aqui, córtame aquí, con tal que eternamente me perdones".

Sin este control de los sentidos. sin esta conformidad a la Voluntad de Dios, es vana toda penitencia. Con' este control de los sentidos y sobre todo con la amorosa conformidad a la Voluntad de Dios, se suple con creces lo que por flaqueza corporal no fue posible ofrecer a Su Divina Majestad.

Añade a la penitencia y al recato las obras de caridad sacrificando algo de lo tuyo y tu propio bienestar en beneficio de tus hermanos necesitados.


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3.-ADVERTENCIAS PREVIAS A LOS EJERCICIOS.


Es muy conveniente que, durante esta Cuaresma, acudas al Templo para hacer los Ejercicios Espirituales recibiéndolos de boca del sacerdote, el cual, al hablar a las almas, transmite la Palabra de Dios.

Mas si, por alguna causa seria, no hay predicador disponible o tú mismo estás impedido de asistir a tan fructuosa práctica, no los omitas: puedes hacerlos meditando lo que en este devocionario se contiene para suplirlos.

Si por tu estado has de cumplir obligaciones de trabajo y trato con los prójimos, dedica las últimas horas de la tarde para tus ejercicios.

Medita en el silencio de tu aposento o en el recogimiento de un templo solitario.


Disposiciones del alma que entra a Ejercicios.

* Verdadero recogimiento interior, que debe prolongarse durante el día.

* Poner el alma a disposición incondicional de la Voluntad Divina para desprenderse de los defectos y malas costumbres, y emprender con entusiasmo el buen camino que le inspire el Señor.


Para meditar:

Si eres capaz de platicar, lo eres también de meditar. Platica con Dios de los afectos que genere una seria reflexión de tu persona o de una verdad teológica.

Para que tengas un camino seguro en esta práctica espiritual te daré las siguientes orientaciones:


De rodillas:

- Ponte, en la presencia de Dios.
- Humíllate ante su divino acatamiento.
- Pídele gracias para meditar con fruto.


De rodillas o sentado (rara vez de pie):

- Lee despacio todo el texto de la Meditación.

- Capta globalmente y resume en la mente el argumento y, tema central.

- Repasa párrafo por párrafo (leyéndolos), deteniéndote a pensar en cada uno, prolongando, sin prisa de pasar adelante, aquel punto que más te mueva a afecto o reflexión. (Aunque en ese solo pensamiento se vaya todo el tiempo que has destinado a la meditación).

- Deja correr los sentimientos espontáneos de tu alma: repaso, reflexión, aplicaciones particulares y circunstanciales, amor, dolor, compasión, reconstrucciones imaginativas pertinentes al tema si es histórico, pasmo, admiración y humilde sumisión si se trata de un misterio... No cuides de ordenar por secciones distintas las reacciones de tu alma, pues éstas deben ser espontáneas, no artificiosas, con tal que encaucen tu espíritu por el mismo tema hacia Dios. Tampoco te desanimes por las distracciones; si te sorprendes en ajenos pensamientos, con toda suavidad regresa al tema de tu meditación, como quien vuelve la hoja de un libro y sigue el párrafo interrumpido.

- Haz un propósito práctico para tu conducta.

- Termina de rodillas platicando afectuosamente con tu Dios.

- Reserva un pensamiento central o un texto de la Escritura, que después repasarás entre día.

El tiempo que dure tu meditación ha de ser de 15 minutos como mínimo; o de media hora como normal, o de 45 minutos como máximo. Proponte una de estas tres duraciones para lograr disciplina, teniendo en cuenta las demás obligaciones a que te requiere tu estado.

Muchas almas buenas practican la Oración de Meditación todos los días, ¡y logran la perfección cristiana!

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