domingo, 25 de mayo de 2014

¿La Biblia sola? (cont.)

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Tomemos ahora un recurso práctico para enseñar a los Protestantes el valor y la necesidad de la Tradición Apostólica y del Magisterio Eclesiástico. Si no saben responder a estas tres preguntas, o por lo menos a una sola, caerá por tierra el fundamento de todo su sistema teológico:

Primera pregunta: Sobre la Divina Inspiración de la Biblia.- ¿De dónde sabéis que ese Libro tan venerado por vosotros es la Palabra de Dios?

Si traéis a colación palabras en que la Escritura diga de sí misma ser Palabra de Dios, pecáis contra la lógica, pues no puede probarse con aquello mismo que debe ser probado. En sana filosofía este argumento se llama "petición de principio" y es rechazado como falso.

Mas si a pesar de no poder probar con la Escritura seguís defendiendo la Biblia como Palabra de Dios es que Alguien divinamente autorizado -que no era la Escritura- os dijo y enseñó que esa es Palabra de Dios. Ese Alguien fue la Tradición Apostólica conservada por la Iglesia Católica, a la que tanto odiáis.

Porque Martín Lutero y Compañía nunca entraron en discusiones sobre si la Biblia era o no era la Divina Palabra; sino que, dándolo por sentado, se apoyaron en Ella: de los labios de la Iglesia habían aprendido su divina inspiración, y no dudaron, porque la reconocieron como administradora del Mensaje de Cristo. Y con esta actitud reconocieron de hecho la Tradición Apostólica y el Magisterio Eclesiástico, aunque de palabra los negaran.

De vuestros Fundadores recibísteis la Escritura y éstos la sustrajeron fraudulentamente de la Iglesia Católica, que la había conservado íntegra y pura. Luego con el hecho de apoyaros en la Biblia, con la certeza de que es Palabra de Dios, hacéis honor a la Tradición Apostólica ya la Iglesia que os la conservó. ¡Y sin Ellas vuestro sistema teológico no subsistiría!

Segunda pregunta: Sobre el Cánon de la Biblia.- Vosotros habéis cercenado de la Biblia los Libros especulativamente llamados "Deuterocanónicos" y afirmáis que son falsos (apócrifos) porque contradicen vuestras herejías. Así Lutero llamaba "Epístola de hojarasca" a la del Apóstol Santiago sólo porque desmentía su falaz interpretación de la Epístola a los Romanos. Por cuenta propia negó la inspiración de Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis.

Poco a poco habéis corregido a vuestro Maestro incorporando nuevamente al Nuevo Testamento los Libros que él había reprobado, hasta restaurarlo en su integridad. Y esto, ¿sobre qué pauta o por enseñanza de quién? (Porque la Biblia no nos presenta una lista de los LIbros Santos) ¿No fue acaso sobre la pauta de la Tradición Apostólica, que nos transmite la lista íntegra de los Libros, y por enseñanza de la Iglesia, que nos entrega dicha Tradición, de esa Iglesia que a pesar de vuestros ataques los conservó tal como Ella los había recibido?

Al mostrar, pues, vuestras Biblias con un Nuevo Testamento íntegro, hacéis nuevo honor a la Tradición Apostólica y al Magisterio de la Iglesia que os lo conservo, y así os lo enseñó desde vuestros inicios.

Pero la pregunta subsiste para los Deuterocanónicos del Antiguo Testamento. La respuesta oficial de las sectas es que nunca fueron admitidos por los judíos, y que, siguiendo el ejemplo de los judíos, los han cercenado.

En este punto se nos presenta un caso curioso: los protestantes, que rechazan con furia el Magisterio Eclesiástico, aceptan dócilmente las falacias de los enemigos Jurados de Jesucristo. Porque al negar sin pruebas que tales Libros son inspirados, al calumniar a la Iglesia de haberlos añadido arbitrariamente, caen en el peor de los engaños sugerido por su recelo y desprecio al Magisterio Ecleslástico: acudir a los judíos y preguntarles qué Libros deben recibir por inspirados.

Sépanse los Protestantes:

1º.- Que los libros Deuterocanónicos siempre fueron recibidos por inspirados entre los judíos de Palestina, así como lo fueron siempre entre los judíos Alejandrinos, Sin que jamás hubiera habido reclamo del Sanhedrín contra sus correligionarios radicados en Alejandría.

2º.- Que después de la muerte de Nuestro Señor Jesucristo, al saber los judíos de Palestina que los Cristianos habían tomado como oficial la colección que usaban los Alejandrinos y hacían entre éstos numerosas conversiones, se propusieron rechazar esta Colección con el pretexto de que se había alterado la traducción de los LXX por adulteraciones cristianas y que se habían introducido Libros y Pasajes no reconocidos.

3º.- Que después de la destrucción de Jerusalén, concibiendo un odio encarnizado contra Jesucristo, que la había profetizado, los Escribas y Fariseos y los mismos Saduceos se reunieron en Sínodo el año 90, llamado "Sínodo de Jamnia", para restaurar su nación y evitar las conversiones al Cristianismo. Y allí, con falacias y fútiles pretextos, proscribieron como no inspirados los Libros que hoy llamamos Deuterocanónicos, y esto por odio a Nuestro Señor Jesucristo y a su Iglesia.

Pues bien, al segregar de sus ediciones bíblicas los llamados Libros Deuterocanónicos, los protestantes se convierten en instrumentos ciegos del judaísmo, creando divisiones y disputas interminables, y esto como consecuencia de haberse dado el gusto satánico de rechazar al Magisterio Católico, que sin dolo y sin engaño expone con verdad infalible lo que la Tradición Apostólica le enseñó sobre el Cánon de la Biblia.

Así se pierden de gran parte de la Revelación, se encastillan en un círculo estrechísimo (sólo los Protocanónicos) y ponen un abismo entre sus sectas y la verdad depositada por Jesucristo en Su Iglesia Católica.

Tercera pregunta: Sobre el "Libre Examen".- Por lo que hace a la libre interpretación de la Biblia, os pregunto: ¿Os parece honrado abandonar la Palabra de Dios a la interpretación particular de cada lector exponiéndolo a quedarse en la sola materialidad del sentido literal, a no entender los pasajes difíciles y a errar en materia tan delicada?

Para la interpretación de la Biblia Dios instituyó un Magisterio infalible cuando dijo a San Pedro: "Confirma a tus hermanos" (Luc. XXII-32); a todos los Apóstoles: "El que a vosotros oye, a mí me oye" (Luc. X-16), y definitivamente: "Id, pues, y haced discípulas a todas las naciones" (Mth. XXVIII-19).

Si todos se convierten en maestros de sí mismos ¿cómo podrá ejercerse este magisterio que radica en San Pedro y los Apóstoles, y después en sus legítimos Sucesores? 

Diréis con desplante luterano que todos somos hijos de Dios con los mismos derechos a ser iluminados para entender su palabra.- Os respondo -y lo probaré en el siguiente inciso- que Cristo no instituyó una democracia ni menos un comunismo espiritual, sino una sociedad Jerárquica y que ha depositado sus poderes en sus Ministros y Representantes, de modo tal que, quien acuda a ellos, tendrá la garantía de que son respaldados con asistencia y sanción divinas: "Cuanto atáreis sobre la tierra, atado será en el cielo, y lo que desatáreis sobre la tierra, desatado será en el cielo" (Mth. XVIII-18), sujeta esta potestad al Primado de jurisdicción que antes había depositado en San Pedro. (Cf.XVI-19).

¿Que la Biblia es clara y quien la lee no necesita asesores? -Leed en los Hechos de los Apóstoles el pasaje del Eunuco de Candace: interrogado por San Felipe si entendía lo que leía, respondió: ¿y cómo podré entenderlo si no hay uno que me guíe?" (Act. VIII-31).- y como regla general oíd lo que escribió San Pedro: "... sabiendo esto ante todo: que toda profecía de la Escritura no es obra de la propia iniciativa; que no por voluntad de hombre fue traída la profecía, sino que, llevados del Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios" (II Petr.I-20.21). Luego no puede ser interpretada por iniciativa privada.- Y en cuanto a los pasajes obscuros nos advierte del peligro cuando trata sobre las Epístolas de San Pablo: "... en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, las cuales los indoctos y poco asentados tuercen, lo mismo que las demás Escrituras, para su propia perdición" (II Petr.III-16).

El testimonio interno de la fe luterana se hace tan impersonal, que aisla a sus sectarios. Al rechazar las decisiones del Magisterio Eclesiástico se convierte en abstracta y subjetiva, y se torna tan fanática, que recusa hasta el ejercicio del raciocinio. Por eso el "teólogo" protestante Rudolf Bultmann ha llegado a desligar de su "Cristo-Mensaje" los milagros y hasta la misma Resurrección de su "Cristo-histórico", por ser argumentos probativos y bases para la fe; pues según su sistema, la profundidad de la fe se mide por su falta de pruebas, ya que toda prueba debilita la fuerza de la fe. Así habla el Protestantismo.

Mas el Catolicismo oye la voz del Verbo Encarnado y le agradece humildemente los muchos argumentos de sus milagros (Cf.Act.I-3) y el Oráculo que, en la Infalibilidad Pontificia, instituyó para inteligencia de la Revelación. Escucha atento sus decisiones por ser la voz de Cristo (Cf. Luc. X-16), quien por ese medio le abre el sentido de las Escrituras mientras va por el camino de esta vida. (Cf. Luc.XXIV -32).


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