miércoles, 28 de mayo de 2014

¿La Biblia sola? (final)

El Primado de San Pedro.


"Cristo es Cabeza de la Iglesia" (Ef.V-23), pues todo tiene "a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ef.I-10). Mas al subir a los cielos dió a San Pedro el Primado de Jurisdicción aun sobre los Apóstoles, dejándolo por Representante suyo, para que su presencia sensible unificara a la Iglesia visible. No quiso entenderse directamente con cada uno de los hombres, sino que estableció su Representante invistiéndole de poderes sobrenaturales, y de esta manera los mantiene en unidad visible y estable.

Es, pues, patente, que Cristo constituyó su Iglesia: no bajo un Régimen Democrático, ni tampoco bajo una autoridad colegiada, sino que la colocó bajo una Autoridad Monárquica. (Tomamos la palabra "monárquico" en su acepción etimológica: MONOS = un solo; ARXE = principio, autoridad, poder, Jefe).

No bajo el Régimen Democrático, pues aunque el nombre EKKLESIA significa "asamblea" o "reunión de muchos" , éstos no podrían reunirse permanentemente sin unificarse en un solo; éste es el Jefe.- La Misión Apostólica implica necesariamente sujetos en quiénes ejercerla, y esto envuelve el concepto binario de "Superior-Súbdito".

No bajo una autoridad colegiada, esto es, bajo la docencia y mandato de todos los Apóstoles en conjunto y de común acuerdo, porque debían dispersarse por toda la tierra, y porque una Sociedad Perfecta no se diversifica en el ejercicio del poder. El mismo Cristo, expresa y claramente constituyó a San Pedro Superior de todos los Apóstoles, cuando le distinguió prometiéndole sólo a él hacerlo piedra fundamental de la Iglesia: Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mth. XVI-18).

Luego fundó su Iglesia bajo el régimen de un solo Jefe o Cabeza visible, es decir, bajo el régimen monárquico. Y se prueba en varios pasajes del Santo Evangelio: Sólo a San Pedro constituye encargado) portador de las llaves del Reino de los Cielos; es decir, poseedor de una potestad suprema en el orden sobrenatural, administrada sobre la tierra en favor de los hombres: "A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos" (Mth.XVI-19).

Sólo a San Pedro establece como Pastor Supremo de su rebaño (la Iglesia compuesta de Jerarquía y fieles), confiriéndole con esto el Primado Universal de Jurisdicción: "Apacienta mis corderos ... Pastorea mis ovejas ... Apacienta mis ovejas". (Jn.xXI-15...16...17).

Sólo por San Pedro ruega para reafirmarlo en la fe en beneficio de los otros: todos serán zarandeados por Satanás, mas los ruegos de Cristo serán exclusivamente por el Jefe, y éste salvará a los demás: "Simón, Simón, mira, Satanás os reclamó para zarandearos como el trigo; pero Yo rogué por ti para que tu fe no desfallezca". (Luc.XXII-31-32).

Sólo a San Pedro le encarga confirmar a los demás Apóstoles de modo contrario a la triste apostasía en que caería desconociendo a Cristo; esto es: confirmarlos en el testimonio de la fe que ya antes había proclamado en Cesarea: " ... y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos" (Luc.XXII-32).

Esta confirmación, como lo indica el vocablo, no puede ser vacilante, dudosa, aproximada, cambiante, intermitente, tímida, cobarde, penumbrosa, latente, débil, insegura, probable, opinable, relativa, evolutiva, esclavizada, forzada ... Sino: firme, roborante, cierta, exacta, estable, continua, entera, clara, patente, fuerte, segura, absoluta, definitiva, evidente, libre, espontánea ... cual conviene a la Verdad.

Pues bien, quien así ha de declarar la verdad para confirmación de las mentes y las conciencias que, incorporadas a una Institución Sobrenatural, caminan hacia Dios; quien ha de hacer patentes las particularidades latentes en la Revelación y declararlas Dogmas de fe, debe gozar del Carisma de la Infalibilidad.

Y como el Primado de San Pedro mortal es inmortal, firme como la roca e indeficiente hasta la consumación de los siglos, el mismo San Pedro debe tener Sucesores, y éstos deben heredar el Primado con todas sus prerrogativas, para que la Iglesia no se mude, sino que permanezca substancialmente la misma, tal como Cristo la fundó.

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Esta es la demostración de la constitución esencial de la Iglesia, con su triple potestad de Orden, Magisterio y Régimen. Esta es la mejor refutación a los devaneos de Martín Lutero, quien, al rechazar el verdadero concepto de Iglesia, al evaporarlo con su falacia en que la presenta como espiritual e invisible y hasta incógnita, al independizarla de la presencia y ministerio de un hombre que posee poderes sobrenaturales recibidos de Cristo a través del Apóstol San Pedro:

a) echó por tierra la constitución jerárquica y monárquica de la Iglesia (Potestad de Régimen);

b) desconoció toda potestad de Orden o Santificación por la administración de la Gracia;

c) rechazó la potestad de Magisterio negándose a reconocer sus enseñanzas;

d) apostató del Espíritu Santo, que opera en el seno de la Iglesia a manera de Alma que 
vivifica al Cuerpo Místico de Cristo.

Con toda razón el Doctor Juan Eck, Sacerdote Católico que disputó personal y directamente con Lutero en la Universidad de Leipzig, puso broche de oro a su triunfal exposición refutando el último subterfugio del Heresiarca con estas palabras de Cristo: " ... si tampoco oye a la Iglesia, ténlo por gentil y publicano". (Cf.Mth.XVIII-17).


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Por todo esto, el Protestantismo recurrió a la Biblia y únicamente a la Biblia, y la convirtió en única regla suprema de fe, visible y tangible, pues sus fundamentos filosóficos son nominalistas y degeneran hoy en un crudo existencialismo.


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Mira, pues, Lector Católico, cuál es la raíz de muchos de los errores que propalan los protestantes: su desconocimiento total acerca de lo que es en realidad la Iglesia de Cristo.

a) De este desconocimiento surge su odio al Papa, a los Obispos y Sacerdotes, y el que motejen a la Iglesia Católica con los más ignominiosos epítetos.

b) Así se explica su rechazo del Magisterio Eclesiástico.

c) Esta es la raíz de su fanático apego a la letra de la Biblia, con desconocimiento de la Tradición Apostólica.

d) Esta es la causa de que cada secta protestante viva independiente y que cada adepto que albergan las sectas se sienta absoluto para la interpretación de la Biblia.

e) De aquí la proliferación incontenible de nuevas sectas y la divagación de las llamadas "teologías" protestantes, que deambulan desorientadas por caminos novedosos hasta caer en los extremos irreconciliables del Protestantismo Racionalista o del Pietista; del Protestantismo Dialéctico o del Neo-Protestantismo, de su retorno al Protestantismo Luterano-ortodoxo o al Reformado-Calvinista ... o de que muchos se hayan recrudecido en el Protestantismo Liberal o en el Racionalista destrozando con crítica despiadada la Inspiración y hasta los textos de la Biblia.

En cada tendencia se hallan soluciones nuevas, antiguas, recalcitrantes, indiferentes, aproximadas, ajenas, que cada quien aporta a los problemas doctrinal es que entre ellos permanecen indefinidos. Unos tienden al existencialismo fundamentándose en lo tangible trascendente, convirtiendo la Cristología en pura Soteriología; otros van al angelismo aislándose en su Iglesia Invisible y desentendiéndose de la problemática social; aquellos especulan con los dogmas y se pierden en embotadas sutilezas, achatadas a fuerza de terquedad; éstos se enfrascan en costumbres rigidísimas sin importarles las verdades fundamentales de la Religión; los vemos que practican ciertas liturgias y hasta algunas simulaciones de Sacramentos, y los vemos abandonar toda práctica ritual hasta el grado de excluir al Bautismo, que es, de por sí, indispensable.

En fin, que las contradicciones del mundo protestante se revuelven con su terjiversado concepto de Iglesia y se alborotan por falta de una Autoridad Doctrinal. La Biblia sola no los ha sacado de enredos, ni los sacará, pues aunque ciertamente es la Palabra de Dios, Dios mismo estableció un Magisterio que, conforme a la Tradición Apostólica, la cuidara de adulteraciones y la interpretara infaliblemente. Y este Magisterio se encuentra sólo en la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Y ya hemos demostrado en el anterior inciso que, sin la Iglesia Católica, sin el Divino Depósito de la Revelación que Ella guarda, sin su Potestad de Orden, sin su Régimen y sin el Magisterio infalible del Romano Pontífice, los Protestantes de buena fe no conocerían la Biblia, ni tendrían la Biblia, ni leerían la Biblia, ni podrían morir en la Gracia de Dios.

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