jueves, 14 de mayo de 2015

Algunas Objeciones de los Testigos de Jehova(cont.)

Porque dice la Iglesia que Yahvé afirma; pero dice Rutherford que Jehová niega. El que tenga razón, ese es el Dios verdadero. ¿Tú qué dices? ¿Quién pretende suplantara quién?

Hay otra solución: Mahoma escribió en su Corán, no por inspiración divina, sino por su propia iniciativa humana: "... Creed en Dios... y no digáis: Hay Trinidad. Cesad de hacerlo. Esto os será más ventajoso, pues Dios es único..." (Sura IV-169) ¿No te suena a algo conocido? ¿No serían Russell, Rutherford y los dirigentes de la Torre, simples copiones del Corán, y su Jehová una versión del Alah que predicó Mahoma?

Si Mahoma y Rutherford presentan un Dios que niega su Trinidad, o es falso, o lo hacen menos cognoscible. En ese caso, nos dejan a los verdaderos cristianos la dicha de conocer al verdadero Dios, y de profundizar por revelación divina la intimidad de su Esencia: Uno en Esencia, Trino en Personas. Nunca hemos pretendido monopolizar esta revelación, pero tampoco dejaremos que nos la quiten; pues habiéndola recibido de la Iglesia, que custodia y da testimonio de la Revelación, fuimos bautizados en Ella y no renegaremos jamás de nuestro Bautismo: va en ello la salvación de nuestras almas.

B.- Y a propósito del Bautismo. Dices que fuiste bautizado por los Testigos. Pero, ¿cómo bautizan
los Testigos, si Cristo mandó bautizar en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo? No
creo que pronuncien la fórmula Trinitaria, porque se contradirían, y en este caso el bautismo de los Testigos es un simple baño público. Pero si la pronuncian sin creer en la Trinidad, ese bautismo
es absolutamente inválido, pues no cumple las condiciones de fe que señaló Nuestro Señor.

Quiero recordarte que el Bautismo que recibiste en la Iglesia Católica, y que es el Bautismo Verdadero, imprime carácter, esto es, imprime y deja para siempre un sello en el alma, indeleble: siempre estarás consagrado al culto y gloria de la Santísima Trinidad. Y si en caso de equívoco, la misma Iglesia Católica volviera a bautizarte, este segundo bautismo no valdría, pues el primero es
para toda la eternidad. ¿Crees tú que delante: de Dios valió el "bautismo" que recibiste repudiando el Dogma de la Santísima Trinidad? ¿A ese grado olvidaste la enseñanza católica y hasta allá te enajenaron los Testigos? Ponte a pensar muy en serio y en la presencia de Dios.

C.- De lo que me dices del nombre de Dios te diré: En la Sagrada Escritura, por "Nombre" se entiende "poder", presencia, fama, gloria, la persona misma, el poseedor de esa identidad.

Por eso el mismo Dios se definió a Sí mismo como "Yo soy el que soy", esto es, el que tiene el ser por esencia y de Sí mismo. Por tanto, lo que ha de ser glorificado es el Ser Divino, Único y Eterno, ante el ser contingente; el Creador por su creatura. No exactamente las letras o los sonidos del nombre "Yahvé" o del de "Jehová".

Es cosa curiosa que, desde Martín Lutero, todos  los protestantes se apeguen más a la letra o a la
materia, y no trasciendan al espíritu o sentido de la letra, de la frase, del pensamiento de Dios, de
su intención. Martín Lutero seguía una corriente filosófica llamada "Nominalismo", que no concibe lo universal y trascendente, sino sólo lo particular, lo que está frente a los ojos. Por eso, ustedes pretenden que no hay glorificación del Nombre de Dios si no se le nombra con todas las letras de su definición revelada. Pero, en ese caso, antes de la revelación de Su Nombre, ¿cómo fue glorificado el Nombre de Dios? Y vaya que hubo insignes glorificadores de Dios: Adán, Eva, Abel, Set, Henoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob... por enumerar a los más nombrados en la Biblia. ¿Y qué decir de Job, gran siervo de Dios, que llama a Dios con el nombre de "Sadday" nada menos que treinta y una veces, y en la narración se le dice "Eloah" y Yahvé? ¿Y Melquisedec, Sacerdote de Dios Altísimo?

La tercera respuesta es esta: Notemos que Moisés pregunta a Dios su nombre, no porque quiera concretizarlo o reducirlo a sonidos, sino porque los israelitas, después de haber permanecido entre politeístas durante siglos, apenas conservaban noción del verdadero Dios. Se hacía necesario presentarlo distinguiéndolo con un nombre distinto de tantos nombres de dioses que andaban de boca en boca entre los egipcios (Ex. III,13).

De suyo, el simple concepto de "Dios" es absoluto y único. Se distingue por su nombre al individuo
de una colectividad o un género, como un hombre tendrá que distinguirse de los demás seres de su misma naturaleza. Pero el concepto de "Dios" excluye que haya generalización o universalidad.
Basta con decir "Dios" para saber que nos referimos al Único y Absoluto Ser existente necesariamente y por Sí mismo, Eterno, Infinito en toda perfección, Causa de todas las causas, principio y fin de todas las cosas, como aprendimos tú y yo en el Catecismo.

A Dios glorificamos y lo estoy glorificando mientras escribo estas cosas. No excluyo el Invocarlo con su Nombre de Yahvé: pero si no pronuncio el Nombre que los judios llaman "inefable", es decir, Impronunciable-y de hecho, ellos nunca lo pronuncian- si no pronuncio ese nombre, no por eso he dejado de santificarlo o glorificarlo.


Muy bien has aprendido la lección que tanto he oído repetir a los Testigos con las mismas palabras: que no se puede glorificar el nombre de Dios si no se le conoce, que ellos tienen el privilegio de conocer y pronunciar el nombre de Dios... El privilegio lo tenemos todos los que hemos leído el relato de Moisés u oído a la Iglesia. Sin embargo, no sé si a Jesucristo se le haya negado este privilegio de pronunciar y usar el nombre de Jehová y santificarlo, pues no se lee en los Evangelios que haya dicho Jehová, aún leyendo a Isaías en la Sinagoga, que habla de Yahvé, San Lucas nos lo trasmite como "Señor", tal vez porque, leyendo en público, Jesús siguió la costumbre del Nombre "inefable". (Cons. Luc. IV, 16-20). Y al enseñarnos el "Padre Nuestro" y pedir que Su Nombre sea santificado, ¿nos dejó en ayunas al no indicarnos el nombre que habíamos de glorificar? Y dice "Dios" cuándo habla de su Esencia en momentos solemnes, v. gr. Jn. XVI-27. Siempre se refirió al Padre, y no es que no supiera su nombre, sino porque quiso hacerla más accesible y próximo a nosotros.

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