miércoles, 14 de septiembre de 2016

Continuación del Santo Evangelio...(cont.)




El Mayordomo Infiel


Continuación del Santo Evangelio según San Lucas. (XVI, V·1-9).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: Erase un hombre rico que tenía un mayordomo, del cual, por la voz común, vino a entender que le había disipado sus bienes. Llamóle, pues, y díjole: ¿Qué es esto que oigo de tí? dame cuenta de tu administración; porque no quiero que en adelante cuides de mi hacienda. Entonces el mayordomo dijo entre sí: ¿Qué haré, pues mi amo me quita la administración de sus bienes? Yo no soy bueno para cavar, y para mendigar no tengo cara. Pero ya sé lo que he de hacer, para que, cuando sea removido de mi mayordomía, halle yo personas que me reciban en su casa. Llamando, pues, a los deudores de su amo a cada uno de por sí, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? Respondió: Cien barriles de aceite. Díjole: Toma tu obligación, siéntate, y haz al instante otra de cincuenta. Dijo después a otro ¿y tú cuánto debes? Respondió: Cien coros de trigo. Díjole: Toma tu obligación y escribe otra de ochenta. Habiéndolo sabido el amo, alabó a este mayordomo infiel, de que hubiese sabido portarse sagazmente; porque los hijos de este siglo son en su generación más sagaces que los hijos de la luz. Así os digo yo a vosotros: Granjeáos amigos con las riquezas, (manantial) de iniquidad, para que, cuando falleciereis, seáis recibidos en las moradas eternas.

COMENTARIO:

Es sorprendente que el mismo propietario defraudado haya hecho alabanza del mayordomo infiel, y más todavía que esta alabanza sea aplicada por Jesucristo al negocio de la eterna salvación.

Advirtamos que se alaga la sagacidad mas no el fraude; pues si por una parte merece castigo este mayordomo que ha dilapidado los bienes que le fueron confiados, por otra, su sagacidad en librarse de una ruina se hace digna de encomio.

Lamenta Jesucristo que los hijos de las tinieblas sean más diligentes y sagaces para sus negocios temporales, los cuales muchas veces los encaminan al infierno, que los hijos de la luz o de la gracia, que generalmente nos portamos perezosos para aumentar nuestros méritos en la gloria y hasta para asegurar nuestra salvación eterna.

Y así es, efectivamente:
Pocos son los cristianos que ponen tanto empeño en su salvación como los impíos en la perpetración de sus maldades.

No descansa el lujurioso en acechar la virtud para despojarla del pudor, tú el avaro en atesorar ilícitamente; no duermen los que pretenden la dominación mientras no consiguen la primacía, tú el hombre de negocios guarda punto de reposo para salvar sus intereses cuando ha previsto una quiebra. Sea lícito o ilícito el intento, vemos que todas las cosas de la tierra tienen un defensor, un entusiasta aficionado, un empeñoso pretendiente, un frenético tutor, un poseedor celoso.

El mismo mal, considerado como tal encuentra fervientes adoradores; pero el bien, como se hace cuesta arriba, es tibiamente abrazado. Mientras los Apóstoles bostezaban en el cenáculo y más tarde dormían en el huerto de los Olivos, Judas recorría las calles, buscaba a sus cómplices, congregaba a los esbirros y marchaba al frente de los judíos para prender a Jesús.

Hoy día la triste condición de la necedad humana pretende que se repitan las mismas experiencias. Echad, si no, una mirada al panorama internacional: las sectas secretas maquinan sigilosamente contra el orden social cristiano con una táctica diabólica que ellos mismos han sintetizado en la comparación de "un ejército silencioso que trabaja en el subsuelo de la historia". No descansan, no duermen, no pierden un minuto.

Mientras tanto, los cristianos vigilamos perezosamente o dormimos en una irresponsabilidad más culpable que la misma deserción. Los intereses de Cristo, que debieran ser nuestros han sido abandonados porque todos nos hemos encastillado en nuestro egoísmo.

Falta iniciativa, falta valor, falta aguzar el ingenio: falta, en una palabra, la pasión por el bien tanto o más ardiente que la que tienen para el mal los servidores del demonio
¡No durmamos, Cristianos, porque Judas no descansa!
¡No sean los hijos de las tinieblas más sagaces en perdernos que nosotros en alcanzar la Gloria!

Portémonos con ánimo esforzado en el negocio de nuestra salvación, pues "el Reino de los cielos padece violencia y los que se la hacen lo arrebatan". (Math. XI-12).

NOTAS:

Coro de trigo.-El Coro era una medida para áridos equivalente a cinco fanegas: Cien coros de trigo son como quinientas fanegas.

Riquezas de iniquidad (mammona iniquitatis). Llama Nuestro Señor a las riquezas con el calificativo de "iniquidad" no porque las repruebe o desconozca la propiedad privada, sino para patentizamos:

a) que son falsas y engañosas, vanidad de vanidades y aflicción de espíritu (Ecles. I-14).

b) que, quien las posee y las desea, fácilmente cae en tentación.

c) que, quien se pone en contacto con ellas, aun cuando sean ajenas, fácilmente se ensoberbece.

d) que, quien no las posee lícitamente, es un inicuo y está obligado a la restitución.

e) que, aun poseyéndolas lícitamente, son de difícil administración, pues el poseedor puede resbalar en injusticia sintiéndose dueño absoluto y no administrador de la Providencia, al negar a sus riquezas la función social.  

Acertadamente añade Torres Amat su explicativa "manantial" que dejamos encerrada entre paréntesis.

Seáis recibidos.-He aquí la preciosa conjugación de la justicia social cristiana: el buen uso de las cosas temporales, la interdependencia de las clases: el equilibrio social logrado por la equidad sin destruir el orden existente, la comunión de los santos que es la participación de los bienes espirituales en recíproca correspondencia por los beneficios temporales.

"Un ejército silencioso que trabaja en el subsuelo de la historia".-Es la expresión de algunos masones que mejor: define el carácter secreto y misterioso de la masonería. El Canon 2335prohibe, a todo católico bajo pena de excomunión simplemente reservada a la Sede Apostólica, pertenecer y hasta dar su nombre a una secta secreta cuando ésta maquina contra la Iglesia o contra las potestades civiles legítimas, de modo público u oculto.

NOTAS al siguiente comentario (Luc, XIX-41-47)

"Hosanna".-Palabra hebrea intraducible que equivale a nuestro ¡Viva! La delicadeza de la expresión hebrea exigiría una traducción más delicada como "Salud", "Salve"; pero encerrando cierto deseo de bendición. Por esta razón ha pasado íntegra a todos los idiomas. El traducirla por una expresión nacional vulgarizaría hasta lo prosaico la preciosa exclamación. Scío explica que la original es Hoschigna nah, y equivale a: "Salvad, yo os ruego".  Posteriormente los pueblos cristianos aclamarían a sus reyes con una expresión semejante: "Dios salve al Rey". Este es, a nuestro entender, el concepto mas aproximado a la aclamación "Hosanna".

Tolle, Tolle! -Palabras latinas: ¡Quita, quita! con que la Vulgata traduce el repudio que de Jesucristo hicieron las turbas alborotadas en el juicio de Pilatos. (Consultar Jn. XIX-15).

Benedictus.- (Lat.) bendito, bendecido. (Math. XXI-9; XXIII-39; Marc. XI-10; Luc. XIII-35). Aclamaban las turbas a Jesús como "el que viene en el nombre del Señor", es decir, al enviado de Dios, al Mesías.

Reversibilidad.- Capacidad de recorrer en sentido inverso la misma línea de sucesión para poder desarrollarse nuevamente. De tal manera repugna la aplicación de esta idea a la sucesión natural del tiempo, que aun en las narraciones de ciencia-ficción, se engendra un conflicto y trauma psicológico en quienes quisieran desentrañar este abismo. Compruébese esto siguiendo la serie de T.V. "El Tunel del Tiempo" que confunde fatídicamente al tiempo con el espacio la sucesión con la permanencia.







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