miércoles, 28 de septiembre de 2016

Continuación del Santo Evangelio. . .(cont.)




Jesús cura a un Sordomudo

Continuación del Santo Evangelio según San Marcos, (VII, 31-37).

En aquel tiempo, dejando Jesús otra vez los confines de Tiro, se fue por los de Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápolis. Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese su mano sobre él para que le curase. Y apartándole Jesús del bullicio de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con saliva le tocó la lengua. Y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro, y díjole: Effeta, que quiere decir, abríos, y al momento se le abrieron los oídos, y se le soltó el impedimento de la lengua, y  hablaba claramente. Y mandóles que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba, con tanto mayor empeño lo publicaban y tanto más crecía su admiración, y decían: Todo lo ha hecho bien: ha hecho oir a los sordos, y hablar a los mudos.

COMENTARIO:

Un nuevo milagro de Jesús, la curación del sordomudo, nos debe hacer pensar en las miserias propias de nuestra alma, pues, como explica San Jerónimo, las enfermedades corporales narradas en el Evangelio son como una figura de las afecciones espirituales que a menudo nos aquejan.

Hay, en efecto, una sordera espiritual seguida de una mudez de la misma naturaleza.
Si es verdad lo que dice el pueblo, que “no hay peor sordo que el que no quiere oir”, debe aplicarse con razón a quienes no desean escuchar la voz de Dios.

Voz de Dios es el clamor de la naturaleza, que con su presencia nos grita la grandeza y el poder de su Creador. Voz de Dios es el ejemplo de los buenos, que con su virtud reprueban el pecado. Voz de Dios es la presencia de la Iglesia que con sola su existencia lanza un mentís a quienes la detestan. Voz de Dios es la acción sacerdotal con la administración de los Sacramentos y la predicación de la divina palabra.

¡Y cuántos hay que todavía resisten a esta voz y dicen que no existe, con mayor necedad que la de un sordo que ridículamente negara la existencia de los sonidos musicales ante un conjunto sinfónico ejecutando el pleno de un fortísimo!

Este último llegaría a tener excusa aunque puede aún argüírsele por el sentido de la vista. Pero el  que no puede tener excusa es el que no quiere ceder a la insinuación de Dios, precisamente porque su mal se localiza en la voluntad, que por ser esencialmente libre, es el principio de la responsabilidad personal.

Pero nuestra acción relacionada con la gracia no sólo ha de ser pasiva como la del que escucha, sino también activa como la del que habla.

Quiero decir que no solamente hemos de recibir las gracias de Dios con avidez, sino también hacerlas fructificar hasta centuplicarlas.

Quienes no obran bien se equiparan al mudo, que no profiere palabra y no comunica ideas.

Sobre todo hay mudez cuando, a las insinuaciones de Dios o de la Iglesia, no existe la respuesta de las obras efectivas de virtud o la obediencia a la Ley, o el respaldo social a la acción de los Pastores.

Hay otra mudez propia de ciertas personas que aparentemente usan del lenguaje espiritual, y es la falta de integridad, culpable, en la declaración de sus pecados. Quienes callan, por vergüenza y a sabiendas, sus pecados en Confesión, no solamente no han obtenido el perdón de los pecados declarados, sino que, además de retenerlos sin el perdón, añaden el horrible pecado del sacrilegio.

Muchas veces la sordera y mudez espirituales comienzan por la indiferencia en materia de religión, continúan con el desprecio de la Gracia y concluyen con el endurecimiento del corazón y la impenitencia final. ¡Vivir mal y morir bien, cuán pocos casos se ven!, dice el pueblo cristiano.

Cuál sea la gravedad de este mal, nos lo indica la actitud de Jesucristo, que gimió amargamente al ver al sordomudo.

¡Cuántos gemidos y lágrimas hemos arrancado nosotros al Corazón de Jesús, a causa de nuestra sordera y mudez espirituales en nuestros desvíos, en nuestros años de descarrío!

Que la gracia toque nuestra alma y mueva nuestro corazón para prontitud a sus llamamientos, pues nos dice la Escritura: “Si hoy escucháreis Su voz, no queráis endurecer vuestros corazones”. (Ps. XCIV).

NOTAS:

Tiro.- Antiguo puerto de Fenicia fundado mucho antes del siglo X A.C. Los textos bíblicos lo llaman Tso o Tsur.- Su historia se hermana con la historia del comercio. Durante su larga existencia tuvo innumerables vicisitudes y tragedias. Su primera construcción fue en la costa y luego se trasladó a una isla roqueña que emergía al frente sin dejar lo construido en el continente. Siempre había sido idólatra. Durante la dominación romana se daba culto preferente a Hércules. En la época de Nuestro Señor ya era proverbial su corrupción: (Mth. XXI-24). Sin embargo, algunos de sus habitantes fueron expresamente a oir la predicación de Jesús y formaron una comunidad cristiana visitada posteriormente por San Pablo.

Sidón.- Antigua ciudad marítima fenicia situada como a 35 Km. al  N. de Tiro. Sus habitantes fueron primitivamente llamados Sidonios. Dos veces fue destruida y reedificada. Sufrió las invasiones de Asiria y Roma. Es citada por N. Señor como participante de los vicios de Tiro su Rival. Actualmente se identifica con la ciudad de Saida.


Decápolis.- Eran diez ciudades de palestina situadas al S.E. del lago de Genesaret, pobladas de griegos y regidas por leyes griegas. Habían formado una confederación para defenderse de las tribus circunvecinas. En tiempo de Nuestro Señor gozaban de excepción y dependían directamente de Roma. Su población era pagana, pero había en ellas muchos grupos de judíos.- Se sigue del contexto que el sordomudo le fue presentado a Jesús en esta región, pero no se sabe si era judío o era gentil.   


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