jueves, 17 de diciembre de 2015

Jesucristo es Dios (cont.)




De modo simultáneo lleva una vida terrena completa y no se aparta de su Vida Divina que es, en sí, perfecta, pues dice de Sí mismo: “Nadie ha subido al cielo si no es el que ha bajado del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Jn. III-13).  El puede obrar y hablar de Sí mismo como Hombre y como Dios; como interior al Padre y como igual a El, como existente desde la eternidad y como venido al tiempo. (Cf. Mc. VIII-2; M VII – 29. Mc. XIV -36; Jn. VIII -58; Jn. III – 17). Jesucristo, empero, no es un hombre divinizado, sino Dios – Hombre, un Hombre – Dios. Todo El es una sola entidad: una unidad humano – divina; de donde sus operaciones son llamadas “teándricas”: que así como en este vocablo solo se unen y distinguen dos raíces (Théos = Dios; ántropos = hombre), así en su Divina Persona se unen sin confundirse las naturalezas Humana y Divina, en una sola Persona.      





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