lunes, 11 de enero de 2016

Jesucristo es Dioscon.)




Ciencia Infusa.- Es la que el mismo Dios infunde sin industria humana. Cristo gozó de esta infusión desde el primer instante de su Ser. Con ella Cristo conoció clara y profundamente cuanto el hombre puede conocer en el orden natural y en el sobrenatural. Así convenía a su dignidad de Verbo Encarnado, Redentor, Cabeza de la Iglesia y Rey de la Creación. (Cf. Luc. II – 46 – 47).

Ciencia natural o adquirida.- Aunque bastarían las tres clases de ciencia ya explicadas para que el Verbo Encarnado cumpliera su misión salvífica, hay un texto de San Lucas que complementa nuestra visión sobre la perfecta humanidad de Cristo: “Jesús crecía en sabiduría y edad y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Luc. II, 52).

Este crecimiento puede explicarse como una manifestación progresiva de la ciencia, contenida en el entendimiento humano de Cristo con base en la ciencia divina del entendimiento divino, en que ese contiene eminentemente todo conocimiento. Sin embargo, nada se opone a la adquisición de conocimientos experimentales, aun cuando ya existan los principios especulativos en cualquier entendimiento humano. Este conocimiento experimental es de orden natural, distinto de los demás conocimientos de Cristo, cuyo entendimiento humano ena naturalmente activo hasta la perfección. Bastaría el conocimiento de las causas por sus efectos y de los efectos por sus causas, y la recta aplicación de los primeros principios de la razón en su entendimiento claro y poderoso, para que la ciencia de Cristo llegara a la perfección dentro del plano natural.


Añádase que al mismo tiempo vivía y gozaba las ciencias antes descritas. Es, pues, muy comprensible, que sus coterráneos se dijeran: “¿De dónde a éste estas cosas? Y ¿qué sabiduría es esta que le ha sido dada?” (Mc. VI – 2).


                             

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