viernes, 29 de enero de 2016

Jesucristo es Dios(cont.)




Con impresionante realismo descorre el velo de la Encarnación y nos hace oír al Verbo Encarnado que, "al entrar a este mundo", se ofrece por Víctima Divina orando con las mismas palabras del Salmo Mesiánico: "Sacrificios y ofrendas no quisiste, pero me diste un cuerpo a propósito: holocaustos y  sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: Héme aquí presente. En el pomo del libro está escrito de Mí; quiero hacer, ¡Oh Dios! Tu Voluntad" (Hebr. X - 5 - 7; Ps. XXXIX - 7 - 9).

Es, sobre todo, patético, este pasaje de la pasión: "... en los días de su carne, habiendo ofrecido plegarias y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvar de la muerte, y habiendo sido escuchado por razón de su reverencia; aún con ser Hijo, aprendió de las cosas que padeció lo que era obediencia; y consumado, vino a ser para todos los que le obedecen causa de salud eterna." (Hebr. V-7-9).

A renglón seguido nos revela que Cristo, en cuanto Hombre, posee un Sacerdocio eterno, distinto y superior al Levítico y sólo exclusivo para El, reservado por Aquel que le proclamó: "Hijo mío eres tú, Yo hoy te he engendrado" (Hebr. V - 5; Ps. II - 7); a fin de entrar en el Santuario no hecho por mano humana, ofreciendo al Padre su Sacrificio Redentor por su propia Sangre. (Cf Hebr. V-10; VII-sgs.).

Este es el misterio del hombre - Dios que, sentado a la derecha del Padre, es, en cuanto Hombre, "el Único Mediador entre Dios y los hombres, que se dio a Sí mismo como precio de rescate por todos". (I Tim. II-5-6; Hebr. IX-15).

Nada de esto nos hará tropezar, en la misma piedra en que han tropezado los herejes, escandalizados de la inferioridad de Cristo Dios en cuanto Hombre; antes al contrario, nos llevará a mayor admiración, sabiendo que esta Humanidad que se ve físicamente y padece realmente, no puede ser considerada en aislada subsistencia como sólo hombre, sino que es el mismo Verbo Divino quien asume, y personifica, y actúa, en y por esa Humanidad; quien en el tiempo y la fisiología, en el alma, entendimiento, voluntad y sentimiento, padece  por mí, siendo en Sí un Ser Único: el mismo Verbo Encarnado.


Y así, en cuanto Hombre, es más admirable y amable porque está conmigo y junto a mí sensiblemente, más digno de gratitud, pues sin dejar de ser Dios, quiere igualarse, abajarse a mí y morir por redimirme. Verdaderamente, ¡me amó y por mi amor se entregó a la muerte! (Cf Gál. II - 20).




No hay comentarios:

Publicar un comentario